I. La Reina Amazona Hipólita
Como hemos mencionado en alguna ocasión, las Amazonas representaban una sociedad de guerreras indómitas, y su reina más célebre fue Hipólita. Su figura se forja en la tradición épica como la hija del propio Ares, el dios de la guerra, y de la ninfa Otrera. Este linaje divino y bélico explica su carácter y su posesión más preciada: un cinturón mágico, regalo de su padre, que simbolizaba su autoridad soberana. Las fuentes antiguas, sin embargo, no presentan una historia única sobre su vida, sino un tapiz de relatos donde su destino se entrelaza con el de los mayores héroes griegos.
A pesar de su ascendencia divina, Hipólita no era inmortal. Su condición de hija de un dios le confería prestigio y poder, pero no la eximía del destino humano. Después de los Olímpicos, las sucesivas generaciones de dioses y héroes no solo marcan una cronología, sino también una degradación progresiva del poder y un endurecimiento del destino. La quinta generación, en la que lo divino se diluye en lo humano incluyó a muchas figuras de la Edad de Héroes quienes, aunque descendientes de dioses, no heredarib su inmortalidad ni su poder absoluto, sino apenas un reflejo de ellos: fuerza, belleza, valentía… pero también vulnerabilidad.
Esta quinta generación es, en efecto, la de los héroes trágicos: Hipólita, Harmonía, Teseo, Áyax, Asclepio, Cíniras… Todos ellos son figuras de gran poder y prestigio, pero marcados por la muerte, la traición, el sacrificio o el castigo. Su destino no es el de los dioses eternos, sino el de los mortales excepcionales que brillan intensamente antes de caer.
Este patrón refleja una visión profundamente melancólica del mundo heroico: cuanto más se aleja una figura del origen divino, más frágil se vuelve su existencia, aunque más humana y admirable resulta su lucha.
II. Heracles contra Hipólita
El enfrentamiento de Hipólita con Heracles constituye un vuelco desafortunado en la vida de la reina. El héroe, como el noveno de sus Doce Trabajos, debía obtener el cinturón de la reina. El poeta Apolonio de Rodas, en su obra "Argonáuticas", y el historiador Diodoro Sículo relatan versiones de este choque. En ellas, Hipólita inicialmente accede a entregar el cinturón, pero la diosa Hera, disfrazada entre las Amazonas, difunde el rumor de que Heracles planea secuestrar a la reina y siembra el pánico. Las guerreras, creyendo que su reina está en peligro, atacan a Heracles y a su tripulación y ello desata una batalla. La tragedia culmina cuando Heracles, creyendo que Hipólita le había tendido una trampa, da muerte a la amazona para arrebatarle el preciado objeto. Esta es una de las versiones más extendidas sobre su fin.
Sin embargo, otra tradición, recogida por el biógrafo Plutarco en su "Vida de Teseo", entrelaza su destino con el del rey de Atenas. Según esta versión, Teseo acompañó a Heracles y, o bien durante la misión o en una expedición posterior, raptó a Hipólita -o a su sucesora Antíope, una figura con la que a menudo se la confunde) y la llevó a Atenas. Allí, la reina amazona se convirtió en su esposa y dio a luz a su único hijo: Hipólito. Este vínculo desencadenó la épica Amazonomaquia, la invasión de Atenas por las Amazonas para rescatar a su reina. En el fragor de esta batalla, muchas fuentes narran que Hipólita murió luchando al lado de Teseo, alcanzada por una lanza lanzada por una de sus propias hermanas de armas.
III. El destino del cinturón mágico
Según las fuentes antiguas, el héroe regresa con el cinturón y lo entrega a Euristeo como prueba de su hazaña.
El cinturón fue destinado a Admete, hija de Euristeo, quien lo había solicitado como un objeto de deseo o estatus. Sin embargo, no hay evidencia en las fuentes de que Admete lo haya utilizado con fines mágicos o militares. A diferencia de otros objetos mágicos provenientes de los Olímpicos como el casco de Hades o el escudo de Atenea, el cinturón de Hipólita no parece conservar propiedades sobrenaturales fuera del contexto amazónico. Era un símbolo de poder dentro de su cultura, pero fuera de ella, su valor era más ceremonial que funcional.
Este destino refleja un patrón común en los trabajos de Heracles: los objetos que obtiene no son para su propio beneficio, sino para cumplir con las exigencias del rey. Una vez entregados, pierden su centralidad en el relato y su destino posterior queda en la penumbra del relato. Su función fue cumplir una prueba, no alterar el equilibrio de poder entre los mortales o los dioses.
IV. El destino de las Amazonas
En cuanto a la muerte de Hipólita y la sucesión del poder entre las amazonas, no hay una estructura monárquica hereditaria claramente definida como en otras culturas. Sin embargo, las fuentes sugieren que el liderazgo se transmitía entre mujeres destacadas por su valentía, linaje o hazañas. Por ejemplo, tras Hipólita, otras reinas como Antíope, Melanipa o Pentesilea asumieron el mando, lo que indica una forma de sucesión basada en méritos o linaje matrilineal, más que en una línea directa de herencia.
Lamentablemente, la Amazonomaquia -el conjunto de enfrentamientos entre héroes griegos y amazonas-marca el punto culminante y el declive de este pueblo legendario. Combates como el de Heracles contra Hipólita, Teseo contra Antíope, y especialmente el duelo entre Aquiles y Pentesilea durante la guerra de Troya, representan no solo la derrota militar de las amazonas, sino también su subordinación simbólica frente al mundo helénico masculino.
Tras estos enfrentamientos, las amazonas no vuelven a aparecer como protagonistas activas en los relatos griegos. Su destino queda difuminado: algunas versiones sugieren que fueron exterminadas, otras que se dispersaron o se retiraron a regiones lejanas como Escitia o el Cáucaso. En la obra de autores como Heródoto, se las vincula con tribus nómadas del norte del Mar Caspio, lo que indica una transición hacia una interpretación etnográfica o histórica.
En el arte y la literatura posterior, las amazonas se convierten en figuras alegóricas. En la escultura clásica, por ejemplo, las amazonomaquias decoran templos como el Partenón, simbolizando la lucha entre civilización y caos, entre orden masculino y desafío femenino. Ya no son personajes con agencia narrativa, sino emblemas de lo que Atenas venció y absorbió.
V. La selva amazónica
Durante la primera expedición europea que recorrió el río más caudaloso del mundo, Francisco de Orellana y su tripulación fueron atacados por tribus indígenas en las que, según su relato, participaron mujeres que luchaban con gran destreza y valentía. Este hecho sorprendió profundamente a los exploradores, quienes asociaron a estas combatientes con las míticas amazonas de la antigua Grecia, conocidas por ser una sociedad de mujeres guerreras que vivían sin hombres y se entrenaban para la guerra.
Los ecos de leyendas griegas describían a las Amazonas como mujeres que amputaban uno de sus pechos para facilitar el uso del arco y la lanza, y que vivían en regiones remotas como Capadocia. Orellana, influenciado por esta imagen, decidió bautizar el río con el nombre "Amazonas", otorgándole así una connotación épica y heroica a su descubrimiento.
Este nombre no solo quedó asociado al río, sino que con el tiempo se extendió a toda la región selvática que lo rodea, abarcando partes de Brasil, Perú, Colombia, Venezuela y otros países sudamericanos. El término "Amazonas" evoca desde entonces una imagen de fuerza, misterio y exuberancia natural, como las guerreras mismas.
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