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Mostrando las entradas etiquetadas como Poetry

"You've got the love" by Florence Welch & Mark Bowen

  Diversas fuentes antiguas relatan que Hécate  respondía a quienes la invocaban con devoción. En la "Teogonía" de Hesíodo  se menciona que Hécate recibió de Zeus el privilegio de conceder favores a los mortales. Hesíodo destaca que ella puede otorgar bendiciones en la tierra, el mar y el cielo, y que escucha las plegarias de quienes la veneran, lo que la convierte en una figura accesible y poderosa dentro del panteón griego. Los "Himnos Órficos" , textos rituales usados en prácticas religiosas y mágicas, también la presentan como una deidad que responde a las súplicas. El "Himno a Hécate"  la describe como “portadora de luz” y “reina de los caminos”, y se le pide explícitamente que escuche y proteja al invocador. Estos himnos eran utilizados en contextos de invocación mágica, lo que refuerza la idea de que Hécate era vista como una diosa que podía ser contactada directamente por los humanos. Además, los "Papiros Mágicos Griegos" , u...

"Song Of Myself, XVIII". Walt Whitman

"Samson and Delilah" by Solomon Joseph Solomon  (1884)  With music strong I come, with my cornets and my drums, I play not marches for accepted victors only,  I play marches for conquer'd and slain persons. Have you heard that it was good to gain the day? I also say it is good to fall, battles are lost in the same spirit in which they are won. I beat and pound for the dead, I blow through my embouchures my loudest and gayest for them. Vivas to those who have fail'd! And to those whose war-vessels sank in the sea! And to those themselves who sank in the sea! And to all generals that lost engagements, and all overcome heroes! And the numberless unknown heroes equal to the greatest heroes known! Con estrépitos de músicas vengo, con cornetas y tambores. Mis marchas no suenan solo para los victoriosos, sino para los derrotados y los muertos también. Todos dicen: es glorioso ganar una batalla. Pues yo digo que es tan glorioso perderla. ¡Las batallas se pierden con el mismo...

Acto II, Escena VII de "Como gustéis" de William Shakespeare

El verdor del acebo en el invierno Blow, blow, thou winter wind, Thou art not so unkind As man’s ingratitude; Thy tooth is not so keen, Because thou art not seen, Although thy breath be rude. Heigh-ho! sing, heigh-ho! unto the green holly: Most friendship is feigning, most loving mere folly: Then, heigh-ho, the holly! This life is most jolly. Freeze, freeze, thou bitter sky, That dost not bite so nigh As benefits forgot: Though thou the waters warp, Thy sting is not so sharp As friend remembered not. Heigh-ho! sing, heigh-ho! unto the green holly... Sopla, sopla, viento invernal, No eres tan cruel como la ingratitud humana; tu mordedura no es tan aguda, porque no se te ve, aunque tu aliento sea rudo. ¡Ay-ho! canta, ¡ay-ho! junto al acebo verde: La amistad suele fingirse, el amor es pura locura: Entonces, ¡ay-ho, el acebo! Esta vida es goce. Hiela, hiela, cielo amargo, Que no muerdes tan cerca como los favores olvidados: Aunque deformes las aguas, tu aguijón no es tan punzante como el...

"Boda negra" por Julio Flórez

Oye la historia que contome un día el viejo enterrador de la comarca: era un amante a quien por suerte impía su dulce bien le arrebató la parca. Todas las noches iba al cementerio a visitar la tumba de la hermosa; la gente murmuraba con misterio: es un muerto escapado de la fosa. En una horrenda noche hizo pedazos el mármol de la tumba abandonada, cavó la tierra… y se llevó en los brazos el rígido esqueleto de la amada. Y allá en la oscura habitación sombría, de un cirio fúnebre a la llama incierta, dejó a su lado la osamenta fría y celebró sus bodas con la muerta. Ató con cintas los desnudos huesos, el yerto cráneo coronó de flores, la horrible boca le cubrió de besos y le contó sonriendo sus amores. Llevó a la novia al tálamo mullido, se acostó junto a ella enamorado, y para siempre se quedó dormido al esqueleto rígido abrazado.

"Dolor" por Alfonsina Storni

Quisiera esta tarde divina de octubre pasear por la orilla lejana del mar; que la arena de oro, y las aguas verdes, y los cielos puros me vieran pasar. Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, como una romana, para concordar con las grandes olas, y las rocas muertas y las anchas playas que ciñen el mar. Con el paso lento, y los ojos fríos y la boca muda, dejarme llevar; ver cómo se rompen las olas azules contra los granitos y no parpadear; ver cómo las aves rapaces se comen los peces pequeños y no despertar; pensar que pudieran las frágiles barcas hundirse en las aguas y no suspirar; ver que se adelanta, la garganta al aire, el hombre más bello, no desear amar... Perder la mirada, distraídamente, perderla y que nunca la vuelva a encontrar: y, figura erguida, entre cielo y playa, sentirme el olvido perenne del mar.

"La luna, la sombra y el bufón” por Antonio Machado

I.   Fuera, la luna platea cúpulas, torres, tejados; dentro, mi sombra pasea por los muros encalados. Con esta luna parece que hasta la sombra envejece.   Ahorremos la serenata de una cenestesia ingrata, y una vejez intranquila, y una luna de hojalata. Cierra tu balcón, Lucila. II   Se pinta panza y joroba en la pared de mi alcoba. Canta el bufón: ¡Qué bien van, en un rostro de cartón, unas barbas de azafrán! Lucila, cierra el balcón.

"Soneto XLVII" por Francesco Petrarca

Bendito sea el año, el punto, el día, la estación, el lugar, el mes, la hora y el país, en el cual su encantadora mirada encadenóse al alma mía. Bendita la dulcísima porfía de entregarme a ese amor que en mi alma mora, y el arco y las saetas, de que ahora las llagas siento abiertas todavía. Benditas las palabras con que canto el nombre de mi amada; y mi tormento, mis ansias, mis suspiros, y mi llanto. Y benditos mis versos y mi arte pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento, puesto que ella tan solo lo comparte.

"La dama vestida de blanco" por Francisco Villaespesa

Jardín blanco de luna, misterioso jardín a toda indagación cerrado, ¿qué palabra fragante ha perfumado de jazmines la paz de tu reposo? Es un desgranamiento prodigioso de perlas, sobre el mármol ovalado de la fontana clásica: un callado suspirar; un arrullo tembloroso… Es el amor, la vida… ¡Todo eso hecho canción! La noche se ilumina; florecen astros sobre la laguna… ¿Es la luna que canta al darte un beso, o el ruiseñor que estremecido trina al recibir los besos de la luna?

“En los funerales de un amigo” por Ciro Mendía

“El funeral” por George Grosz (1917-18) Qué exequias más hermosas, qué gentío, cuántas flores y sombras, cuánta pena, con su mutis quedó sola la escena, cuántas hojas caídas sin rocío. Qué silencio en las voces, y qué frío por el amigo muerto. Gime llena de angustia el alma por el alma buena, cómo me dueles, compañero mío. La amistad y el amor están presentes, la pluma y el talento están de luto, nieblas hay en los ojos, en las frentes. Y pienso al ver el fúnebre ajetreo que por razones de mi ceño hirsuto no irá a mi entierro nadie, ni yo, creo.

“Poema de Medianoche” por Safo de Lesbos

I. La autora y los fragmentos conservados Safo de Lesbos (ca. 650–580 a.n.e.) fue una poeta griega de la época arcaica, nacida probablemente en la ciudad de Ereso o Mitilene, en la isla de Lesbos . Pertenecía a una familia aristocrática y vivió en un contexto de importantes transformaciones políticas, sociales y culturales. Su obra, escrita en dialecto eólico, se centró en la poesía lírica, especialmente en composiciones destinadas al canto acompañadas de instrumentos como la lira. De su producción original, que se estima en nueve libros, ha sobrevivido menos de una décima parte. Los fragmentos que tenemos provienen de citas en autores posteriores, escolios, manuales de métrica y, sobre todo, de descubrimientos papiráceos como los Papiros de Oxirrinco y el Papiro de Colonia . Estos textos, a menudo incompletos, han sido objeto de reconstrucciones filológicas y poéticas que permiten vislumbrar la intensidad emocional, la precisión técnica y la riqueza simbólica de su obra. Uno de ...

"Yo voy soñando caminos" por Antonio Machado

Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!… · ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero, a lo largo del sendero… —La tarde cayendo está—. · En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día; ya no siento el corazón . · Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río. · La tarde más se oscurece; y el camino se serpea y débilmente blanquea, se enturbia y desaparece. · Mi cantar vuelve a plañir: Aguda espina dorada, quién te volviera a sentir en el corazón clavada .

"Junto al mar" de José Hierro

Si muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. Serán las aguas grises mi escudo y no habrá que luchar. Si muero que me dejen a solas. El mar es mi jardín. No puede, quien amaba las olas, desear otro fin. Oiré la melodía del viento, la misteriosa voz. Será por fin vencido el momento que siega como hoz. Que siega pesadumbres. Y cuando la noche empiece a arder, Soñando, sollozando, cantando, yo volveré a nacer. 

"Canción del pirata" por José de Espronceda

Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín; bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela, en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul. «Navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor. Veinte presas hemos hecho a despecho, del inglés, y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria la mar. Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra, que yo tengo aquí por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes. Y no hay playa, sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho y dé pecho a...

"El Mar" por Jorge Luis Borges

Antes que el sueño (o el terror) tejiera mitologías y cosmogonías, antes que el tiempo se acuñara en días, el mar, el siempre mar, ya estaba y era. ¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno y muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento? Quien lo mira lo ve por vez primera, siempre. Con el asombro que las cosas elementales dejan, las hermosas tardes, la luna, el fuego de una hoguera. ¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía.

"LIV" por Juan de Arguijo

Labra Artemisa el grande mausoleo, que los altos pirámides afrenta del egipcio soberbio, y no contenta busca a su ilustre fe mayor trofeo.    Del tierno y casto pecho en nuevo empleo hacer sepulcro al muerto esposo intenta, cuyas cenizas, de su amor sedienta, bebe con ansias de inmortal deseo.    «Mal podrá, dice, la enemiga muerte de ti, dulce Mauseolo, dividirme, ni en largo olvido sepultar tu gloria.    Que de su injuria basta a defenderme mi pecho, más que el bronce y mármol firme, y eternizar mi amor y su memoria.»

"En un álbum de una dama con genio y sin pretensión" por Carolina Coronado

De ti, señora, me contó la fama que con ingenio vivo y alma inquieta renuncias a la gloria del poeta por no arriesgar el de modesta dama: pero dicen también que el dios del arte al verte abandonar su templo santo sintió la ausencia de tu ingenio tanto que a los poetas ordenó cantarte. Uno por uno con afán, señora, de Apolo te transmiten los favores, y yo también aunque infeliz cantora vengo a ofrecer a tu corona flores. Admite entre el laurel y la violeta este ramo no más de siemprevivas; aunque por ser modesta nada escribas, siempre tendrás renombre de poeta.

"A la muerte de Rubén Darío" por Antonio Machado

Si era toda en tu verso la armonía del mundo, ¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar? Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares, corazón asombrado de la música astral, ¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno y con las nuevas rosas triunfantes volverás? ¿Te han herido buscando la soñada Florida, la fuente de la eterna juventud, capitán? Que en esta lengua madre la clara historia quede; corazones de todas las Españas, llorad. Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro, esta nueva nos vino atravesando el mar. Pongamos, españoles, en un severo mármol su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más: Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo; nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.

"LXXXIV" por Lope de Vega

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo, hallé en cabello a mi Lucinda un día, tan hermosa, que al cielo parecía en la risa del alba, abriendo el polo. Vino un aire sutil, y desatólo con blando golpe por la frente mía, y dije a Amor que para qué tejía mil cuerdas juntas para un arco solo. Pero él responde: «Fugitivo mío, que burlaste mis brazos, hoy aguardo de nuevo echar prisión a tu albedrío». Yo, triste, que por ella muero y ardo, la red quise romper; ¡qué desvarío!, pues más me enredo mientras más me guardo.

"El llanto" por Alfonso Reyes

Al declinar la tarde, se acercan los amigos; pero la vocecita no deja de llorar. Cerramos las ventanas, las puertas, los postigos, pero sigue cayendo la gota de pesar. No sabemos de donde viene la vocecita; registramos la granja, el establo, el pajar. El campo en la tibieza del blando sol dormita, pero la vocecita no deja de llorar. ¡La noria que chirría! dicen los más agudos pero ¡si aquí no hay norias! ¡que cosa tan singular! se contemplan atónitos, se van quedando mudos porque la vocecita no deja de llorar. Ya es franca desazón lo que antes era risa y se adueña de todos un vago malestar, y todos se despiden y se escapan de prisa, porque la vocecita no deja de llorar. Cuando llega la noche, ya el cielo es un sollozo y hasta finge un sollozo la leña del hogar. A solas, sin hablarnos, lloramos un embozo, pero la vocecita no deja de llorar.

"Reto" por Julio Flórez

Imagen creada por David Durall Si porque a tus plantas ruedo como un ilota rendido, y una mirada te pido con temor, casi con miedo; si porque ante ti me quedo extático de emoción, piensas que mi corazón se va en mi pecho a romper y que por siempre he de ser esclavo de mi pasión; ¡te equivocas, te equivocas!, fresco y fragante capullo, yo quebrantaré tu orgullo como el minero las rocas. Si a la lucha me provocas, dispuesto estoy a luchar; tú eres espuma, yo mar que en sus cóleras confía; me haces llorar; pero un día yo también te haré llorar. Y entonces, cuando rendida ofrezcas toda tu vida perdón pidiendo a mis pies, como mi cólera es infinita en sus excesos, ¿sabes tú lo que haré en esos momentos de indignación? ¡Arrancarte el corazón para comérmelo a besos!