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La llegada al Hogar

La colonización de las islas del Mar Egeo, especialmente  Cícladas, nos enseña la enorme dificultad que encontraron los primeros grupos humanos para asentarse en ese círculo de islas rocosas y con escasa agua bebible. Durante la era de los primeros asentamientos estables, era común encontrar que, de un año a otro, los colonos fracasaban en su supervivencia y morían. En esa época, los rituales a la diosa del Hogar, deseando que los invasores se mantuvieran lejos de los puertos, que el hogar se mantenga en calma entre las facciones sociales agitadas por la supervivencia, debía cobrar especial sentido.  Un lugar de paz. Una ambición que hoy nos parece accesible, pero que podía desvanecerse en esa era, de la noche a la mañana. En los tiempos que corren, aún lo accesible también puede llegar a ser incierto.  Hoy encontrar una vivienda es realmente costoso por unas razones muy distintas. El mercado inmobiliario parece ser un nido de especuladores y el acceso está vetado ec
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Plenilunio de Hestia

Volvimos del mercado y tenemos todo a punto para preparar la cena. Nuestro invitado está a punto de llegar. Las almohadas mullidas y las sábanas limpias, tendidas, le ofrecen un lugar acogedor para descansar.  Luego de compartir la comida y la bebida, haremos gala como anfitriones de buenas maneras y acompañaremos el postre con buena conversación. Nuestro invitado suele ser un viajero desconocido, pero nuestro objetivo no es otro que hacerlo sentir cómodo y en casa por una noche. Así celebramos uno de los plenilunios más hogareños: Hestia, la diosa del hogar. Y compartimos con ella o con él, lo afortunados que somos de haber construido uno. Según dicen, un dodecateísta puede ser ambicioso y competidor, pero no puede ser un mal anfitrión. Saber dar refugio a quien lo necesita es uno de los pocos preceptos que un helenista ha de cumplir a rajatabla. La despedida de nuestro invitado debe llenarlo/la de deseos de no irse.  El hogar y Hestia se visten de gala y pulcritu

Las Edades de la Humanidad

Tanto Hesíodo como Ovidio nos relatan que la Humanidad ha conocido distintas formas en el tiempo, las Edades.  Así, en el pasado más remoto, Dioses y el Hombre compartían una misma bienaventuranza: vivían "con el corazón libre de preocupaciones, sin fatigas ni miseria; no se cernía sobre ellos la vejez despreciable, sino que, siempre con igual vitalidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas, ajenos a cualquier clase de males. Morían como sumidos en un sueño" (Blanch, 1996). El Hombre de Oro vivía en una eterna juventud, ausencia de dolor y maldad, perfección moral. El Hombre de Plata vive en un mundo distinto, aparecen las estaciones y con ellas, los primeros hogares. Se refugia en las cuevas y dada su escasa inteligencia al compararla con su predecesor, encuentra en la agricultura y la ganadería un modo de subsistencia.  Una vez abandonado el hogar paterno, "vivían poco tiempo, llenos de sufrimientos, a causa de su ignorancia; ya que no podí

⚕ De Nehustán al báculo de Esculapio

A lo largo de los siglos, las religiones han incorporado elementos y creencias provenientes de otros credos, procurando mantener el carácter sacro de los mismos, pero sometiéndolos a una reinterpretación. Es lo que se denomina sincretismo. La flexibilidad necesaria para converger elementos de diversas creencias coherentemente. La serpiente es un elemento estrella en la espiritualidad del Mediterráneo. El animal está presente en múltiples credos -egipcios, judíos, panteístas- y tiene un carácter omnipresente, divino y poderoso. Según los textos bíblicos, Moisés levantó una serpiente de metal sobre un báculo para curar a los hebreos que sufrieran mordeduras letales de los ofidios. Este elemento sagrado estructuró un centro de curación al que los hebreos mostraban “idolatría”: el Nehustán. El báculo de Asclepio, es el Nehustán de los dodecateístas. Presente aún en lo logos y símbolos más utilizados por la medicina y los servicios médicos, representa el poder sanador de l

La condena de Prometeo

La dialéctica divina que describe García Gual (1979) entre Zeus y Prometeo resulta interesante: a la hora de ofrecer sacrificios, Prometeo, de infinita astucia, se guarda la carne y le ofrece los huesos y la grasa a Zeus mientras que el Cronida oculta el fuego para la humanidad. Prometeo engaña a los dioses, robando el fuego para el Hombre y los dioses engañan al Hombre creando a Pandora . Una vez más, es la obra de Hesíodo la que habla de regalos envenenados y que presenta a Prometeo como un titán que causa perjurio a la humanidad con su osadía. Sin embargo, Protágoras no comparte esa visión de Prometeo. No menciona palabra alguna sobe el mal que causa al Hombre y ni siquiera parece creer en la figura de Pandora. Por el contrario, afirma que la obra de Prometeo sólo acarrea beneficios para nuestra especie. Pareciera entonces que hay dos versiones de Prometeo que configuran su papel dual de malhechor-benefactor. Por ello no merece la pena celebrar a quien nos dio el fuego, po

El juramento hipocrático en el plenilunio de Asclepio

"Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Hygeia y Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndolos de jueces, que este mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento. A aquel quien me enseñó este arte, le estimaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi mandamiento y si lo desea participará de mis bienes". "Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo. Instruiré por precepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que me enseñó a mí y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas". "Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. A nadie daré una droga mortal aún cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera,

Asclepio: los semidioses pueden morir

Uno de los hijos más espectaculares del dios de las plagas, Apolo, es el dios de la sanación. Así, por más contradictorio que nos parezca, el dios de las pestes y de la luz tuvo un hijo con una mortal -Carónide o Arsínoe, dependiendo la fuente-, que tenía la facultad de curar a los enfermos. Su nombre es Asclepio y ganó por mérito propio el título de dios de la medicina y la curación. La familia de Hipócrates, de quien habíamos mencionado el juramento, se consideraba emparentada con este dios.  En su juventud el semi-dios recibió las enseñanzas del centauro Quirón, también relacionado con la medicina y el arte de la curación.  Toda la prole de Asclepio hacía honor a la salud: su mujer, Epíone, moderaba el dolor, y sus hijas Higea y Panacea representaban al tratamiento y la prevención, respectivamente.  Sus tres hijos varones también fueron venerados por enfermos y sanadores: Macaón y Podalirio, participantes de la guerra de Troya, tenían el don de curar las heridas y era