Independientemente del origen patricio y romano de la Parentalia, la luna llena de hoy merece ser celebrada con los ojos puestos en los ancestros. Es simple: nosotros somos porque ellos fueron y gracias al esfuerzo y el sufrimiento de muchos miles de seres humanos que lograron sobrevivir y ayudaron a vivir a otros, es que estamos vivos en este preciso momento. No todos los padres son buenos padres, ni todos los hijos son buenos hijos y no todas las familias son funcionales. Sin embargo, es innegable que, si al nacer no hubiésemos contado con la asistencia de otro ser humano, no sobreviviríamos. Tal es la fragilidad de nuestra especie que contamos con los otros para poder llegar a ser adultos. En nuestra interdependencia hay, también, belleza y generosidad. Más allá de las los casos particulares, la especie humana es una gran familia multitudinaria. Los lazos de aquellos que consiguieron llegar a edad reproductiva y dar a luz, los de aquellos que cuidaron a su
Hefesto. La naturaleza del fuego “purifica y consume” por igual, formando un ciclo de creatividad y destrucción incombustible. Voraz, inmisericorde, dinámico y vivo. La dominación del fuego nos distingue de cualquier animal. La primera fiesta solar consiste en dos partes de una misma naturaleza: la hoguera y el ritual de purificación. Ambos nos permiten iniciar el año limpios, listos para dejar la pesadez de los acontecimientos, errores y dolores atrás. La hoguera . Se puede hacer una hoguera quemando simbólicamente lo que queremos dejar atrás, representarlo en objetos -o en una simple hoja de papel- y entregarlos al fuego. La función de la hoguera no es “destruir” a nada ni a nadie, sino celebrar a Hefesto entre nosotros para que el hoy perdure sobre el ayer y nos ilumine. Se puede guardar una llama ceremonial en un quinqué o lámpara de aceite y utilizar la misma a lo largo de todo el ritual. Previo a la hoguera, utilizamos cera de abeja o aloe vera directamente de la