La colonización de las islas del Mar Egeo, especialmente Cícladas, nos enseña la enorme dificultad que encontraron los primeros grupos humanos para asentarse en ese círculo de islas rocosas y con escasa agua bebible. Durante la era de los primeros asentamientos estables, era común encontrar que, de un año a otro, los colonos fracasaban en su supervivencia y morían. En esa época, los rituales a la diosa del Hogar, deseando que los invasores se mantuvieran lejos de los puertos, que el hogar se mantenga en calma entre las facciones sociales agitadas por la supervivencia, debía cobrar especial sentido. Un lugar de paz. Una ambición que hoy nos parece accesible, pero que podía desvanecerse en esa era, de la noche a la mañana. En los tiempos que corren, aún lo accesible también puede llegar a ser incierto. Hoy encontrar una vivienda es realmente costoso por unas razones muy distintas. El mercado inmobiliario parece ser un nido de especuladores y el acceso está vetado ec
Volvimos del mercado y tenemos todo a punto para preparar la cena. Nuestro invitado está a punto de llegar. Las almohadas mullidas y las sábanas limpias, tendidas, le ofrecen un lugar acogedor para descansar. Luego de compartir la comida y la bebida, haremos gala como anfitriones de buenas maneras y acompañaremos el postre con buena conversación. Nuestro invitado suele ser un viajero desconocido, pero nuestro objetivo no es otro que hacerlo sentir cómodo y en casa por una noche. Así celebramos uno de los plenilunios más hogareños: Hestia, la diosa del hogar. Y compartimos con ella o con él, lo afortunados que somos de haber construido uno. Según dicen, un dodecateísta puede ser ambicioso y competidor, pero no puede ser un mal anfitrión. Saber dar refugio a quien lo necesita es uno de los pocos preceptos que un helenista ha de cumplir a rajatabla. La despedida de nuestro invitado debe llenarlo/la de deseos de no irse. El hogar y Hestia se visten de gala y pulcritu