La celebración del Sol Invictus, que significa "Sol Invicto", es una festividad de origen romano que coincide con el solsticio de invierno. Este momento del año, marcado por la noche boreal más larga, da lugar a días después de los cuales el sol emerge "invicto", intensificándose y prolongando los periodos de luz. Aunque en el mundo moderno se celebra bajo la forma de la Navidad, las raíces de esta celebración nos remiten a antiguas festividades solares que reconocían el renacer del astro después de su largo declive.
Si repasamos nuestras fiestas solares más relevantes, todas hablan de la mengua desde que dejamos atrás el solsticio de verano:
La Noche de San Juan, aunque cristianizada, coincide con el solsticio de verano y es una adaptación de antiguos ritos griegos. Plinio el Viejo, en su "Historia Natural", menciona que estas celebraciones estaban dedicadas a Apolo y Helios. Encender hogueras, una práctica aún vigente, busca fortalecer la fuerza del sol y protegernos de los espíritus malignos. Este ritual es una reminiscencia de los antiguos fuegos sagrados que simbolizaban la luz y el calor, necesarios para proteger las cosechas y espantar la oscuridad.
En agosto, la Canícula abrasaba el aire, marcando una época de calor extremo. Este período recibe su nombre porque la estrella Sirius, del Can Mayor, asoma sobre el horizonte antes de salir el sol. Los romanos y griegos observaban este fenómeno como una señal del clímax del poder solar antes de su declive. Cicerón en "De Natura Deorum" explica cómo este calor extremo era visto como una manifestación del poder de Helios.
Luego, tras cruzar la puerta del analema, llegaron las Boedromias y la quema del eiresione. Celebradas en septiembre en Atenas, estas fiestas estaban dedicadas a Apolo Boedromios, protector en tiempos de guerra. Según Plutarco, las Boedromias simbolizan una petición de protección divina a medida que el sol disminuye su poder. Durante estas celebraciones se realizaba la quema del eiresione, una rama decorada con lana y frutos como ofrenda de gratitud a Apolo por las cosechas. La eiresione, mencionada en los escritos de Homero, representaba la abundancia y la esperanza de que el invierno no fuera severo.
En octubre, se celebraban las Pianepsias, una despedida formal al sol. Según Aristófanes en "Las Nubes", el término "Pianepsia" proviene de "piar" (cocinar en un caldero), en alusión a los banquetes ofrecidos en honor a Apolo y a los rituales de purificación del hogar. Estas festividades marcaban la preparación para los meses oscuros y fríos del invierno, haciendo una despedida simbólica a la energía solar menguante.
En la Antigua Roma, el culto al Sol Invictus fue instituido oficialmente en el año 274 por el emperador Aureliano, en un esfuerzo por unificar las diversas tradiciones solares del Imperio. Esta figura divina combinaba elementos de las deidades solares orientales como Mithra y Apolo. Según Tertuliano en su "Apologeticum", el culto al sol era tan popular que incluso muchos cristianos oraban hacia el este, en dirección al sol naciente.
El 25 de diciembre se celebraba la festividad del Sol Invictus, coincidiendo con el aumento de la luz después del solsticio de invierno. Previamente, los romanos disfrutaban de una serie de festividades en honor a Saturno, las Saturnalia, celebradas del 17 al 23 de diciembre. Estas fiestas en honor al dios de la agricultura se caracterizaban por banquetes, intercambios de regalos y una atmósfera de alegría y relajación de las normas sociales. Según Macrobio en "Saturnalia", estas celebraciones buscaban propiciar la abundancia del próximo año, celebrando el fin de los días oscuros y el retorno de la luz.
Con la adopción del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano en el siglo IV, el emperador Constantino (306 - 337) estableció el 25 de diciembre como la fecha para celebrar el nacimiento de Jesucristo. Esta elección no fue casual; probablemente buscaba facilitar la transición de las festividades dodecateístas a las monoteístas, aprovechando la popularidad del Sol Invictus. El cronógrafo del año 354 menciona esta fecha como "Natalis Invicti" -Nacimiento del Invicto-, indicando su importancia. Aureliano eligió esta fecha para simbolizar el renacer del sol y la victoria de la luz sobre las tinieblas. San Jerónimo, en sus homilías, y San Agustín en "De Trinitate" se refieren a Cristo como el "Sol de Justicia" -"Sol Iustitiae"-, reflejando cómo se integró el simbolismo solar al cristianismo.
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