Idmón, el profeta
I. Orígenes de un vidente
Idmón, cuyo nombre significa "el que sabe", nació en Argos como hijo del adivino Abante o, según otras tradiciones, del propio Apolo. Las fuentes antiguas difieren sobre su genealogía: Apolonio de Rodas en su "Argonáutica" lo presenta como un mortal con dones proféticos excepcionales, mientras que Higino sugiere su conexión divina con el dios solar de los Oráculos.
Su educación en el arte de la adivinación habría ocurrido en el santuario de Delfos, donde interpretaba los presagios en el avistaje de aves -oniromancia- y el análisis de los sueños. Píndaro menciona que sus predicciones eran tan precisas que los reyes helenos lo consultaban antes de emprender guerras o fundar ciudades.
II. La profecía que marcó su destino
Cuando Jasón reunió a los héroes para la expedición a bordo del Argo, Idmón fue uno de los primeros en unirse, pese a conocer el funesto presagio. Según el relato de Apolonio, el vidente anunció: "Yo, que veo el futuro de otros, he visto el mío: moriré lejos de mi patria, en tierras asiáticas". Este momento crucial aparece también en Valerio Flaco, donde se describe cómo los argonautas intentaron disuadirlo, pero él insistió en acompañarlos argumentando que la gloria eterna superaba el miedo a la muerte. Su determinación reflejaba el ideal heroico griego: el conocimiento del destino no impedía enfrentarlo con dignidad.
III. El viaje y los presagios finales
Durante la travesía, Idmón interpretó varias señales que advertían peligros. Un pasaje de Orfeo relata cómo, al llegar a la región de Mariandina, en la costa norte de Asia Menor -actual Turquía- un pájaro negro se posó sobre su cabeza mientras realizaba un sacrificio. El vidente reconoció el augurio pero ocultó su significado al resto.
Teócrito que días antes de su muerte, Idmón soñó con el río Aqueronte y con Hermes Psicopompo guiándolo al Inframundo. Curiosamente, las versiones sobre su fallecimiento varían: mientras Apolonio afirma que fue muerto por el ataque de un jabalí salvaje, Estrabón sugiere que pereció por enfermedad, ironizando que "el profeta no pudo predecir la picadura de un simple mosquito".
IV. Muerte y culto heroico
Su tumba en Heraclea Póntica se convirtió en lugar de peregrinación. Pausanias en su afamada "Descripción de Grecia" describe un santuario donde los marinos le ofrecían libaciones antes de zarpar, pidiendo protección contra los peligros del mar. Un epigrama de la "Antología Palatina" lo homenajea: "Aquí yace Idmón, que vio su fin / pero no retrocedió / pues prefirió el honor a largos años sin gloria". Los habitantes de Heraclea celebraban anualmente juegos fúnebres en su honor, según narra Memnón de Heraclea, tradición que perduró hasta época romana. Su figura simbolizaba la paradoja del conocimiento: ver el futuro no implica poder cambiarlo, pero sí elegir cómo enfrentarlo.
V. Legado: el profeta que transformó el destino en acto heroico
Idmón trascendió como arquetipo del sabio que acepta su mortalidad. Los estoicos, como Séneca, lo citaban en sus escritos como ejemplo de virtud ante lo inevitable. Su historia influyó en la concepción griega del hado -un concepto que exploramos al hablar de Melpómene-: en la "Tabula Albana", un documento del s. II que lista a los argonautas, aparece como "el que conoció su hora, pero no flaqueó". Modernamente, su figura ha sido reinterpretada como símbolo de la lucidez humana frente a lo inexorable, inspirando desde tragedias neoclásicas hasta ensayos filosóficos sobre el libre albedrío. "Ningún augurio fue más certero que el de Idmón / pues al predecir su muerte / dio sentido a su vida".
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