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Las voces de los escondidos

A la memoria de Federico García Lorca, me han dicho que hace setenta años te pegaron cuatro tiros en las nalgas “por maricón”.

Tarde de domingo. Celebrando un día de cielos despejados, tal vez decidas bajar a la calle. De paseo por un parque cercano puedes ver alguna parejita besándose bajo la cálida luz del sol. No te asombres si sólo encuentras una única opción -hombre/mujer-, ni creas por ello que no hay parejas del mismo sexo comiéndose la boca en ese mismo instante. Haberlas, las hay; puertas adentro y cerrojo puesto. Si ésta es una realidad que has descubierto muy a tu pesar, entonces sabrás que por más que haya habido algunos avances legislativos en este tema, las cosas en la calle no han cambiado tanto: no todos gozamos de las mismas libertades al mismo precio.

Tu vecino, tu hija, tu sobrino o tú misma, oímos de la existencia de personas que viven una atracción homosexual porque ya no es algo inaudito para nadie. Sin embargo, es posible que nunca nos hayamos planteado cómo se vive la homosexualidad ni lo que significa pertenecer a una minoría tan desprestigiada.
El grado de condena social depende, como es lógico, del entorno en el que se viva. Sin embargo, muchos de los padres que quieren que sus hijos sean reconocidos profesionales, difícilmente también deseen que sean homosexuales reconocidos. Ante esta situación, hombres y mujeres que sienten atracción hacia algunas personas de su mismo sexo pueden querer mantener una vida sexual plena sin pagar un precio tan alto por ello. Al final, si hablamos de amor, nadie entiende que querer vaya aparejado a consecuencias tan negativas para su vida cotidiana. Así se explica que existan individuos que tienen una doble vida, que dicen valorar la discreción, que intentan “que no se sepa” y “que no se note”.
Claro que cada uno de ellos dirá con una mirada que esta explicación resulta pobre, no es tan simple. Entonces, empecemos por el armario.
Acerca la silla a la pantalla y escucha por un momento las voces silenciadas de aquellos hombres y mujeres para quienes su identidad sexual es su mayor secreto. Tienen algo que contar, queda tanto por comprender…

“¿Qué es estar en el armario? ¿Por qué se llega a esta situación?”.
Generalmente se dice que está “en el armario” o “en el closet” aquel individuo que, de forma permanente o transitoria, esconde y niega su condición de homosexual. En la práctica, una persona “en el armario” se esforzará por ocultar todos los elementos que considere “reconocibles” de su homosexualidad y negará internamente toda o parte de la implicación emocional y/o sexual que mantiene con individuos de su mismo sexo. La situación personal de quienes se hallan “en el armario” es, entonces, de extremo conflicto.
A lo largo de este artículo analizaremos elementos determinantes de esta situación pero, sólo a manera de resumen, vale la pena aclarar que quienes niegan y esconden su orientación sexual y emocional han interiorizado un mensaje homófobo externo –es decir, de condena y rechazo hacia la homosexualidad- proveniente del entorno social y/o familiar del individuo.
Esta situación conflictiva también atañe a hombres y mujeres bisexuales, por lo que resulta absurdo efectuar diferenciaciones. Un bisexual “en el armario” encontrará su atracción homosexual tan inadmisible como lo sería para un gay en idéntica situación.

“¿Es posible saber quién es homosexual?”.
No, no es posible saber cuál es la orientación sexual de un individuo. Sólo puedes reconocer elementos que consideres propios de los homosexuales.
Algunas personas y grupos sociales mantienen la creencia que la mayoría de los homosexuales exhiben ciertas conductas y formas que permiten “descubrir” su identidad sexual, aún cuando no la admitan abiertamente. Si te adhieres a esta visión de la sexualidad humana, puede resultarte difícil reconocer que estos parámetros no son más que estereotipos y prejuicios y, como tales, no tienen porqué responder a una realidad.
En el origen del conflicto nos encontramos, entonces, con la excesiva trascendencia que le solemos dar a las identidades sexuales y la visión que tenemos de la orientación sexual como una condena inamovible. Ambas concepciones propician la “caza de brujas” a la que se somete a los gays, lesbianas y bisexuales.

“¿Cuál es la diferencia entre estar en el armario y no estar seguro de ser gay?”.
Estar “en el armario” es una forma figurativa de decir que vives un serio conflicto interno. Este conflicto es una batalla entre “lo que eres” y “lo que debes ser”, por lo que la avalancha de mensajes contradictorios, negaciones y culpas puede agravar la crisis de identidad, dañando la concepción que tengas de ti mismo y de los demás. Tener dudas sobre tu sexualidad es algo completamente diferente.
Si no estás seguro de ser gay, tómatelo con calma. Escucha a tus sentimientos, deseos, impulsos y fantasías, sólo ellos pueden decirte qué y quién eres.
La mala noticia es que, así como no eliges ser moreno, la orientación sexual tampoco se elige. La buena es que las cosas no son siempre blanco o negro, hay una extensa gama de grises entre un impulso y dos sexos.

“¿Por qué el lesbianismo es invisible?”.
El lesbianismo sólo es invisible para una sociedad que es ciega. Naturalmente, la orientación sexual –por definición sólo puedes ser hetero, homo o bisexual- forma parte de la identidad de un individuo. Como muchos aspectos personales, la orientación sexual también puede pasar desapercibida.
Una mujer que pretenda llevar una vida independiente de una figura masculina lamentablemente se topará demasiadas veces con las armas activas del machismo y la misoginia. Si, además, es homosexual, también puede ser víctima de la homofobia.
Muchas lesbianas occidentales se encuentran en una situación similar a los gays que viven en países donde la homosexualidad está condenada por ley: por más que resuelven el conflicto interno que supone estar “en el armario”, deciden esconder su identidad sexual dada la extrema hostilidad que encuentran en el entorno. No cabe ninguna duda de que cuando expresar la orientación sexual atenta contra la supervivencia, muchos homosexuales eligen vivir. Por eso, en el mundo, parece que hubiera muy pocas lesbianas…

“Hay muchos homosexuales que son así por el placer de hacer lo que está prohibido”.
No, el deseo de transgredir no es un elemento determinante de la homosexualidad. Un entendimiento pobre de la sexualidad humana puede llevarte a considerar la homosexualidad como un vicio, una enfermedad o un acto de rebeldía. Para colmo, el término “orientación sexual” no resulta lo suficientemente claro como para disipar la confusión reinante.
La “orientación homosexual” es una inclinación natural que no se elige pero, si eres lo suficientemente violento/a, puedes reprimirte y hasta mantener contactos sexuales únicamente con personas del sexo contrario. No por ello serás capaz de desarrollar una relación íntegra con dicho sexo.
La dificultad no se encuentra tanto en consumar un acto sexual -esa es otra visión muy limitada de la sexualidad-, sino en sentir amor, deseo y pasión por otra persona.
Muchos homosexuales que están “en el armario”, si pudiesen elegir, sin lugar a dudas preferirían ser heterosexuales. La mayoría ven su homosexualidad como un estigma y, a menudo, sus placeres se ven empañados por la culpa.
Por todo esto, no es lógico afirmar que una hija de padres de ojos color canela nació con los ojos verdes para llevar la contraria.

“Si me da vergüenza mirar a otro hombre es imposible que alguna vez vaya a estar en pareja con un tío”.
Considerarse incapaz de estar en pareja no guarda ninguna relación con la orientación sexual, pero muy poca gente que está “en el armario” puede imaginarse felizmente casada con alguien de su mismo sexo.
La vergüenza de ser gay es un sentimiento de culpa que tiene su raíz en todas las veces que has oído que ser homosexual es vergonzoso. Es probable que, aún si “sales del armario”, el sentimiento de vergüenza perdure. Los homosexuales somos una escasa minoría en un mundo poblado por heterosexuales.
Exceptuando a la clase más adinerada, todas las minorías encuentran difícil su aceptación, deben velar activamente por sus derechos y pueden sentirse incómodas e inferiores en situaciones cotidianas, por ello merecen ser mimadas por la legislación. Puede que esto no suene muy alentador, pero te permitirá comprender ciertas reivindicaciones del movimiento gay.

“Ser gay no es ninguna bendición, parece que me exigieran que sufra con orgullo”.
Muchos hombres y mujeres “en el armario” se sienten presionados a causa de su “indecisión” y pueden desesperarse al “no saber qué es lo que se espera de ellos.” La sensación de ser víctima es recurrente, si la educación que han recibido atenta contra su orientación sexual y ellos/as, en su afán de seguir las pautas sociales, acabaron “en el armario”, ¿de qué se los culpa?
Absolutamente de nada. Abandonemos las exigencias proselitistas, nadie que esté “en el armario” debe salir. Puedes decidir vivir el resto de tu vida en ese estado o sencillamente no conseguir resolver el conflicto. Tan sólo procura buscar ayuda profesional si lo consideras oportuno y no reproduzcas esa situación de dolor y confusión en la vida de otras personas.

“Cuando estoy buscando sexo siempre tengo miedo de encontrarme con algún heterosexual conocido”.
Es frecuente que, quienes están “en el armario”, tengan fuertes sensaciones de miedo y/o pánico ocasionadas por el alto nivel de ansiedad al que están expuestos. La situación se asemeja a vivir en un castillo de naipes, todo debe cuadrar perfectamente –cada mentira, cada secreto- y aún así, el equilibrio es inalcanzable, siempre puedes acabar siendo “descubierto/a”.
Todo ello altera gravemente cómo percibes las situaciones, comportamientos y personas que te rodean. Y ese miedo acaba siendo un componente decisivo que ha impulsado a muchos homosexuales a acabar con esa situación y “salir del armario”.

“Yo no lo digo. Defiendo la opción de llevar una vida privada”.
Existe una diferencia entre llevar una vida privada y tener una vida oculta. Muchos individuos que ocultan su vida sexual y amorosa justifican esta actitud abogando por su derecho a la privacidad, lo cual es totalmente respetable. Sin embargo, entre el silencio y la indiscreción existen más posturas a considerar. Puede ser saludable compartir tus cosas con algunas personas cercanas que te inspiren confianza. De este modo, refuerzas el sentimiento de amistad a la vez que descubres que mucho de lo que te sucede, piensas y sientes, también le ocurre a los demás.

“Estoy casada y tengo tres hijas. Ahora vivo una relación con una mujer. Para mí, salir del armario significaría perderlo todo”.
A lo largo de nuestras vidas vamos adquiriendo compromisos que nos resultan poco menos que irrenunciables. Muchos bi y homosexuales encuentran que su sexualidad es incompatible con la vida que ellos pretenden llevar, al menos de cara al mundo externo.
Ser madre bisexual no sería, en definitiva, un conflicto. El dilema es si ser fiel a una misma y reestructurar todo lo conocido o ser respetuosa con lo existente y mantener el status quo. En esa encrucijada, el miedo de decepcionar o lastimar a quienes te rodean puede paralizarte.
Muchos padres que “salen del armario” comentan que no se pierde tanto como se teme pero que se gana menos de lo que se espera.
Evidentemente no hay fórmulas ganadoras, sólo que, a veces, la necesidad de vivir sin miedo es más fuerte que el miedo mismo.

“Salgo del armario ¿A quién contárselo y a quién no?”.
Gays y lesbianas jóvenes se enfrentan al famoso “Mamá, Papá, soy gay” sin antes comprender cuestiones tan básicas cómo con quién compartir esa información.
Si en tu hogar o entorno nunca ha existido una comunicación fluida sobre temas personales como percepciones, sentimientos, dudas y creencias, no es conveniente romper años de silencio comentando tu sexualidad.
A la hora de “salir del armario”, y por más que te resulte curioso,una receta útil es esperar siempre la peor reacción. De este modo, un rechazo no traerá aparejado el componente sorpresa que tendrá la aceptación.
Igual de probable es que, al comentar tu homo o bisexualidad, seas testigo de una cadena de reacciones –asombro, desprecio, negación y réplica- que requerirán tu comprensión y paciencia. Ten en cuenta que, hoy en día, muchas personas son tolerantes hacia la homosexualidad y eso significa que, en la práctica, la aceptarán siempre y cuando nadie de su entorno más próximo sea gay o lesbiana.
Resulta muy duro aceptar que quienes queremos puedan tener una visión totalmente falsa de lo que somos y uno no puede explicarse eternamente, pero ésta es una lección que no sólo aprenden los homosexuales que “salen del armario”.

“Hemos aceptado que es homosexual, pero, ¿por qué tiene que hacer alarde de ello?”.
Algunas personas que “salen del armario” suelen ser justamente acusadas de alardear o mantener una postura agresiva sobre su sexualidad. Esta forma de intransigencia y violencia por parte de los gays, guarda mucha relación con la represión a la que estuvieron sujetos.
Pero ¿por qué resulta molesto? Un hijo que exterioriza su interés por las mujeres -colgando fotos en su habitación, mencionando lo atractiva que le resulta una mujer o echándose una novia- no nos genera el rechazo que nos causa una hija haciendo lo mismo.
En definitiva, el conflicto no se encuentra en el gay o la lesbiana que exterioriza su condición, sino en nosotros mismos: padres heterosexuales que durante años recibimos la premisa de que un homosexual debe esconder sus preferencias, opiniones y fantasías.
¿De qué nos avergonzamos? Un hijo/a homosexual necesita, además de nuestro apoyo, que le enseñemos a estar orgulloso/a de ser gay, de ser quién es, porque fuera, en la calle, puede sufrir la discriminación y la condena social, y la única arma que tendrá para combatirla es saber que en casa viven su homosexualidad con orgullo.

“Soy gay y mantengo una relación con un hombre que está en el armario. Últimamente él sólo me busca para tener sexo y luego desaparece”.
La respuesta a esta situación es simple y contundente: nunca estés en pareja con alguien que “está en el armario”. De hacerlo, descubrirás que así como él/ella es víctima, también es victimario y es tan reprimido como represor, dado que reproduce sistemáticamente las actitudes homofóbicas que lo constriñen.
No querrá demostrarte su cariño en lugares públicos -ni besos, ni caricias, ni siquiera tomarte de las manos-, no aceptará llamadas “fuera de hora” ni visitas “inesperadas”. En definitiva, no está preparado para estar en pareja.
Puede que hayas dado con un caso muy excepcional, pero existe una regla de oro, si tu pareja está “en el armario”, los conflictos que tiene por resolver sólo aportarán inestabilidad a la pareja, así que olvídate de todas tus intenciones de ayudarlo: una pareja no se consolida cuando tú eres considerado parte del problema.
Aún así, si ves que no puedes abrirte de la relación, entonces es posible que tu también tengas problemas que resolver y necesites ayuda.

Comentarios

  1. Anónimo17:33

    Agracedecerte tanto este como otros articulos que has escrito. Denota una gran expericia y reflexión
    De alguna forma nos hemos visto enfrentados a alguna o algunas de las situaciones descritas. Aveces hemos actuado bien, y otras ante la inespericia hemos penado cosas parecidas pero no encontrabamos respuesta. AQui hay muchas respuestas e identificados con pensamientos que se han tenido , pero al verlos expresados de esta forma te das cuenta que no estas por la via equivocada.

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