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Pandia: la diosa de la luna llena

I. Introducción y etimología

Pandia -gr. Πανδία, “toda brillante”- encarna la plenitud lumínica de la luna llena. Su nombre remite al momento de máximo resplandor del astro nocturno, cuando la esfera lunar se muestra completamente iluminada por el Sol. En el ámbito ático, Pandia aparece tanto como un apelativo poético de Selene como una figura cultual diferenciada, reflejando la capacidad griega para personificar fenómenos astronómicos y fases celestes.

El plenilunio -una palabra que utilizamos, como mínimo, mensualmente aquí- es el momento en que la Luna se encuentra en su fase de luna llena, es decir, cuando su cara visible está completamente iluminada desde la Tierra. Astronómicamente, esto ocurre cuando la Tierra se sitúa entre el Sol y la Luna, permitiendo que la luz solar incida de lleno sobre el satélite.

Este fenómeno sucede aproximadamente cada 28 días, a mitad del ciclo lunar, y suele coincidir con eventos simbólicos, rituales y mitos en muchas culturas. En la antigüedad, el plenilunio se asociaba con la fertilidad, la transformación, e incluso con estados alterados de conciencia. De hecho, palabras como lunático derivan de la creencia de que la luna llena influía en el comportamiento humano.

II. Genealogía y maternidad

El "Himno homérico a Selene" relata que Zeus, cautivado por la hermosura de la titánide lunar, engendró con ella a Pandia, descrita como la más radiante de los inmortales. Higino, en sus "Fábulas", confirma esta filiación divina, consolidando a Pandia como hija del soberano olímpico y de la luminaria nocturna. Las fuentes posteriores destacan su condición de deidad nacida de una unión cósmica, expresión de la plenitud lunar.

Tanto Herse -o Ersa- como Nemea aparecen en fuentes antiguas como figuras lunares menores, vinculadas no al plenilunio sino a manifestaciones parciales del ciclo nocturno, especialmente en relación con el rocío y la luminosidad intermedia.

Según Alcmán y Plutarco, Herse es hija de Zeus y Selene, personificando el rocío que cae durante las noches iluminadas por la Luna. Su aparición está ligada al poder humedecedor de la luz lunar, especialmente en los plenilunios, cuando el aire se disuelve y esparce humedad. Esto sugiere una conexión con la fase llena, pero no como plenitud simbólica, sino como efecto atmosférico derivado de la luz lunar.

En cambio, en algunas fuentes, Nemea aparece como una variante o sinónimo de Herse, aunque también se la distingue como figura propia. Su nombre evoca la región de Nemea, pero en este contexto parece funcionar como epíteto lunar, quizás vinculado a una fase más silenciosa o intermedia, como la luna gibosa o el cuarto creciente, donde la luz aún no ha alcanzado su plenitud pero ya produce efectos visibles.

Ambas figuras permiten pensar la Luna no solo como plenitud o ausencia, sino como principio activo en tránsito, generando fenómenos como el rocío, la humedad, o la luz difusa. 

Paralelamente, Hécate está profundamente vinculada a la luna nueva, tanto en su dimensión astronómica como simbólica. En la tradición griega, Hécate representa la Luna en su fase oscura, el momento en que el cielo se vacía de luz y se abre al misterio. Esta asociación supera la apreciación estética: la luna nueva marca el inicio del ciclo lunar, y Hécate encarna ese umbral, ese tránsito al Más Allá.

III. El festival de Pandia

En Atenas, la celebración dedicada a Pandia tenía lugar durante la luna llena del mes de Maimacterión, hacia finales de noviembre o principios de diciembre. En esas noches, los fieles entonaban himnos corales en el santuario de Selene, bajo el brillo lunar que bañaba el recinto. Una inscripción ateniense sugiere que, además de ofrendas de flores blancas, se realizaban procesiones públicas que recorrían las plazas principales. También se practicaban purificaciones nocturnas con agua salada, simbolizando la renovación espiritual de la comunidad bajo la claridad de la luna llena.

Como vimos recientemente, Selene es una titánide lunar, hija de Hiperión y Tea, asociada con la luz de la luna y sus efectos -los ciclos, ritmos y mareas-. Su relación con el mar y el agua salada aparece indirectamente en las fuentes. Los griegos, como después Posidonio, sabían que la Luna influía en las mareas, pero nunca se consideró que Selene tuviera origen marino ni que estuviera ligada genealógicamente al mar.

IV. Variantes y sincretismos

Un escolio a Demóstenes indica que Pandia surgió en un inicio como un apelativo de Selene y, con el tiempo, adquirió entidad propia en ciertos cultos áticos. Durante la época helenística, algunas tradiciones la identificaron con Nemea o Herse, figuras lunares asociadas a fases parciales del ciclo nocturno. Focio, en su "Lexicón", menciona incluso la ambigüedad entre Pandia como deidad autónoma de la luna llena y Zeus bajo un aspecto lunar, lo cual revela la flexibilidad del pensamiento religioso griego para integrar y reinterpretar a sus divinidades.

La evidencia iconográfica apoya esta independencia cultual. En la cerámica ática de figuras rojas, Pandia aparece junto a Selene, ambas con halos circulares que simbolizan sus luminiscencias. Con frecuencia, se la representa como una joven coronada con discos o portadora de antorchas, atributos propios de su esplendor. En mosaicos helenísticos hallados en santuarios, lámparas encendidas y tablillas con el nombre “Πανδία” confirman la existencia de ritos nocturnos en honor a la luna llena. Estas imágenes destacan su vínculo materno con Selene y la progresión simbólica hasta la plenitud lunar.

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