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Eros y el séquito de Afrodita

I. El núcleo divino: Afrodita, madre y su hijo ejecutor  

Afrodita -Afroδίτη- cuenta con un séquito divino que refleja y amplifica sus atributos como diosa del amor, la belleza y el deseo. En algunas representaciones, aparece rodeada de ninfas marinas, especialmente en escenas que evocan su nacimiento desde la espuma del mar. Este séquito no solo la embellece, sino que la sitúa como centro de una constelación simbólica donde el amor no es una emoción aislada, sino una fuerza cósmica con múltiples manifestaciones.

En el arte helenístico y romano, estas figuras suelen aparecer como cupidos o amorini, jugando, volando o acompañando a Afrodita en escenas de seducción, baño o tránsito celestial. Su presencia refuerza la idea de que la diosa no actúa sola, sirve como eje de un sistema simbólico que articula deseo, belleza y vínculo.

En el centro de su séquito se encuentra Eros -Ἔρως-, su hijo y alter ego operativo. Hesíodo en la "Teogonía" lo enumera junto a otras fuerzas primordiales, dioses de la primera generación, pero en la tradición posterior es el arquero divino que ejecuta la voluntad erótica de Afrodita. Platón en "El Banquete" lo describe como “intérprete y mensajero entre los dioses y los hombres” en asuntos de deseo. Es el brazo ejecutor que convierte la influencia general de la diosa en flechas concretas de pasión.

II. Las tres fuerzas de la persuasión amorosa 

Tres daimonas acompañan constantemente a la diosa, personificando aspectos cruciales del cortejo. Peito -Πειθώ- es la persuasión, cuyo poder es esencial para el flirteo y el consentimiento. Píndaro en su "Oda Ístmica" la invoca como “gloriosa Peito, hija de Afrodita”. Hímero -Ἵμερος- representa el deseo inmediato e incontrolable, la urgencia pasional. Potos -Πόθος- encarna la añoranza y el anhelo por lo ausente, el deseo que perdura. Juntas, forman la cadena psicológica completa del enamoramiento. 

III. Los dioses de la unión y la reciprocidad

Dos divinidades rigen los resultados estructurados del amor. Himeneo -Ὑμέναιος- preside las ceremonias nupciales y el canto nupcial. Eurípides en su tragedia "Fedra" lo invoca para bendecir la unión legítima. Anteros -Ἀντέρως- personifica el amor correspondido, pero también la venganza por el desprecio amoroso, siendo la contrapartida necesaria de Eros. Pausanias describe un altar a Anteros en Atenas como “vengador de Eros desdeñado”.

IV. El coro alado: los erotes y las afrodisias

Más allá del Eros primordial, existe un coro de Erotes o Cupidos, deidades menores relacionadas con el amor en todas sus formas. A veces se les asocia con Hedilogos -Ἡδύλογος-, el daimon de las palabras dulces y la conversación seductora. 

El conjunto se exhibía por la polis durante las fiestas en honor a la diosa, formando las Afrodisias -Ἀφροδίσια-, la procesión de seres que expanden la influencia de la diosa y se celebraba en las festividades homónimas por toda la zona de influencia helénica.

Las Afrodisias solían incluir procesiones en las que se sacaban las imágenes de la diosa y de sus acompañantes para recorrer la ciudad y purificarlas en fuentes o el mar. Ese cortejo ritual reunía a las divinidades citadas que amplificaban sus atributos -los Erotes, Peito, Potos, Hímeros, las Gracias, las ninfas marinas y a veces figuras menores como Hedilogos-, siguiendo las variantes locales de cada tradición.
Esa variabilidad de tradiciones no afectaba negativamente la representación simbólica de las múltiples facetas del eros que la festividad celebraba. 

V. Los orígenes y la dimensión maternal: Dione 

En la "Ilíada", cuando Afrodita resulta herida, no acude a Zeus, sino a su madre, Dione, una titánide oracular. Este matrón refleja una tradición del Oráculo de Dódona donde Afrodita no nace de la espuma, sino que es hija de Dione y Zeus. Dione, cuyo nombre es la forma femenina de Zeus, representa la dimensión maternal, arcaica y oracular de la diosa, recordando que el amor, incluso en su forma más pasional, se arraiga en un linaje de poder femenino primordial.

De modo que etimológicamente Dione funciona como “la divina”. Al mismo tiempo, su figura es ambigua y plural en las tradiciones: a veces se la presenta como titánide, otras como oceánide o como una deidad preolímpica con funciones oraculares; en distintas localidades su identidad se solapó con Rea, Temis o Leto. Esa variabilidad significa que, aunque etimológicamente sea la forma femenina de Zeus, su papel y origen no se reducen a una simple “esposa femenina” de Zeus en todos los contextos.

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