I. Los gemelos de la Noche primordial
En el Helenismo, las fuerzas fundamentales de la existencia están personificadas por deidades primordiales. Hipnos -Ὕπνος, Hýpnos-, que personifica el estado de sueño profundo o sopor, y Tánatos -Θάνατος, Thánatos-, que encarna el concepto de la muerte no violenta y tranquila, destacan como dos divinidades gemelas que representan transiciones cruciales en la existencia. Según relata Hesíodo en su "Teogonía", ambos son hermanos gemelos -δίδυμοι, dídymoi-, nacidos de Nix -Νύξ, Nýx-, la Noche primordial, sin intervención paternal. Este linaje los sitúa entre las fuerzas primigenias y oscuras que existían antes del orden olímpico, otorgándoles una autoridad inherente y temible. Ser gemelos representa la íntima conexión conceptual entre el acto de dormir y el acto de morir pacíficamente, considerando a este último como un "hermano del sueño", un tránsito sereno y similar al reposo. Ambos forman parte del séquito de Hades, el regente del inframundo, y tienen un papel esencial en el equilibrio cósmico.
La noche primordial de Nix se tradujo en una fertilidad fuera de lo común: como personificación misma de la oscuridad, dio a luz a toda una horda de deidades y fuerzas cósmicas que cubren desde la luz del día hasta el trabajo -Ponos- y las pasiones más profundas de la psique humana -Momo, el sarcasmo; Ápate, el engaño; Filotes, la ternura; Eris, la discordia u Oizis, la angustia-.
Este despliegue genealógico subraya el poder generativo de la noche como principio primigenio: de ella nacen tanto las fuerzas luminosas como las más sombrías, lo bello y lo funesto. El hecho de que Nix ofrezca simultáneamente conceptos tan dispares habla del poderío inmenso de los dioses de la primera generación, como origen de la totalidad de la experiencia humana y cósmica.
II. Hipnos, la benigna deidad del descanso
Hipnos es descrito como una deidad fundamentalmente benigna que trae alivio y descanso a los mortales. Su dominio se extendía sobre el sueño reparador pero también sobre el letargo y el sopor, siendo visto como un benefactor.
Se le representa en las artes, como en ciertas cerámicas áticas, como una figura pacífica, de rostro sereno y a menudo acompañado de alas que simbolizan su llegada silenciosa, o flores de amapola, símbolo de los efectos sedantes de su poder.
Sin embargo, como ocurre con otras deidades primigenias, su influencia no conocía límites; afectaba por igual a humanos y a deidades.
Homero, en la
"Ilíada", relata cómo la diosa
Hera lo persuade para que adormezca al mismo
Zeus, un acto que permitió a los griegos obtener una ventaja crucial en la
Guerra de Troya. Este episodio muestra que su poder no era simplemente una función biológica, sino una herramienta cósmica capaz de manipular el estado de consciencia, incluso de los seres más poderosos. Residía, según
Ovidio, en un palacio en una cueva oscura donde reinaba el silencio, de donde emergían los
Oneiroi -los Sueños-, sus hijos, para llevar visiones a los seres vivos.
“Onírico” y Oneiroi comparten la misma raíz etimológica: el sustantivo griego
ὄνειρος (
óneiros), que significa “sueño”.
Sin embargo, el parentesco entre Hipnos y los Oneiroi varía según las fuentes. En la versión arcaica de Hesíodo, Nix engendra por sí sola a la multitud de los Oneiroi. Esto coloca a Hipnos y a los sueños como “hermanos” nacidos de la misma madre primordial, no como creador y criaturas. La idea es potente: la noche, principio indiferenciado, pare a la suspensión de la conciencia -Hipnos- y a sus manifestaciones oníricas -Oneiroi- como linajes paralelos e inagotables.
Con el tiempo, la tradición latina rearticula esta genealogía y presenta a Hipnos -llamado Somnus- como progenitor y, sobre todo, como “director” de los Sueños. Ovidio individualiza a tres de ellos para explicar la diversidad de lo que soñamos: Morfeo adopta forma y voz humanas; Fobétor -o Ícelo- aparece como animales; Fantaso se manifiesta como objetos y paisajes. En este marco, Hipnos “crea” en un doble sentido: los engendra y los envía, asignando a cada mensajero la materia de la ilusión que deberá tejer en la mente del durmiente. Más que un artesano que fabrica sueños, es un padre-gestor que distribuye funciones. Como vemos, según la tradición literaria romana, Morfeo y Hipnos/Somnus no son la misma figura, aunque estén íntimamente relacionados. Morfeo es descrito como uno de los “mil hijos” de Somnus
La cueva de Hipnos está geográficamente en regiones sombrías del Érebo. Poblada de amapolas y ríos del olvido, despacha a los Oneiroi hacia el mundo de los vivos. El tránsito se simboliza con las dos puertas: la de cuerno, por donde pasan los sueños verídicos, y la de marfil, reservada a los engañosos. Este motivo de las “puertas del sueño”, presente ya en la épica griega, ofrece un marco para pensar que Hipnos no solo engendra, sino que también criba y canaliza los sueños según su naturaleza.
III. Tánatos: la personificación serena de la muerte pacífica
Por su parte,
Tánatos representaba la muerte pacífica o buena muerte -
euthanasia-, una transición suave y natural hacia el Más Allá. A diferencia de las
Keres (Κῆρες), espíritus femeninos de la destrucción y la muerte violenta, Tánatos no era temido de la misma manera; era una figura serena que cumplía con una función necesaria e inevitable dentro del orden natural. Su función no era "guiar" a las almas, sino cobrar la vida misma. Él era la personificación activa del acto de morir de forma pacífica. Era el agente que separaba el
psyche -alma- del
soma en el momento decretado por las
Moiras. Por ende, su acción era inexorable e implacable.

Como se ve en el caso de
Alcestis, una vez que Tánatos llegaba, no se iba con las manos vacías. Eurípides narra cómo
Heracles tuvo luchar físicamente contra él para arrebatarle de sus brazos a la reina. Visualmente, muchas veces era retratado como un joven alado, similar a su hermano Hipnos, Excepcionalmente podemos ver a los dos hermanos en acción en algunos famosos
lékythos -vasos de cuello largo y estrecho para aceites perfumados o ungüentos-
del
Pintor de Tánatos (siglo V a.n.e.), Tánatos a menudo porta una espada invertida o una antorcha apagada, símbolos de una vida extinguida sin violencia. Su naturaleza era inflexible -pero no malévola-, una vez que recibía la orden de cobrar una vida, su determinación era irrevocable, lo cual representa la inevitabilidad absoluta de la muerte.
Tánatos habitaba junto a Hipnos en una cueva del Érebo, en la oscuridad intermedia, una región de tránsito del inframundo, en las cercanías de las mansiones de su madre, Nix, envuelta en nubes oscuras y perpetua penumbra. Era un ámbito donde nunca llegaban los rayos del sol, ni al amanecer ni al ocaso, un espacio simbólicamente asociado al silencio, la calma y la inevitabilidad de la muerte. Este emplazamiento no debe confundirse con el Tártaro, una región profunda del Inframundo, lugar de confinamiento para fuerzas primordiales.
IV. La conexión indisoluble. El Sueño como ensayo de la muerte
Culturalmente la idea de que "dormir es morir un poco" se ha ido implantando con fuerza en el imaginario popular occidental. Séneca en una de sus "Epístolas a Lucilio" afirma: "Cotidie morimur; cotidie enim demitur aliqua pars vitae" -Cada día morimos; pues cada día nos es arrebatada una parte de la vida- -. Aunque no usa la metáfora del sueño, establece la idea de la muerte como un proceso gradual, que ocurre en fragmentos de tiempo.
El cardenal de Retz en sus "Mémoires" escritas en el exilio hacia 1675 afirmaba que "dormir étoit une image de la mort, et que le réveil en étoit une de la résurrection". Retz no se atribuye esta idea a sí mismo, sino que la pone en boca de su contemporáneo, el conde de Montrésor, un intrigante cortesano de la época, presentándola como un aforismo ingenioso.
Más tarde, Edmond Haraucourt en su poema "Rondel de l’adieu" afirmaba que "Partir, c’est mourir un peu, / C’est mourir à ce qu’on aime; / On laisse un peu de soi-même / En toute heure et en tout lieu". Fue esta adaptación —que cambia "dormir" por "partir"— la que consagró definitivamente la estructura "c’est mourir un peu" en la cultura popular, no solo francesa, sino universal.
Pero la cultura francesa no solo ha emparentado el sueño con la muerte, sino también el orgasmo con la muerte. En francés, la expresión "la petite mort" -literalmente, la pequeña muerte- se emplea como metáfora del breve aturdimiento o la sensación de “pérdida de conciencia” que acompaña al clímax sexual, especialmente en contextos literarios y médicos para describir el orgasmo. Esta locución, documentada desde el siglo XVI en francés como sinónimo de desmayo, evolucionó en el siglo XIX para aludir al trance post-orgásmico.
Sueño y muerte han estado intrínsecamente conectados. Todavía se concibe que una "muerte dulce" es aquella en la que Hipnos suaviza la transición, sumiéndonos en un último y profundo sopor, para que Tánatos nos conduzca suavemente hacia el Más Allá. Una colaboración que representa el ideal de un final sereno, como en el ékythos del Pintor de Tánatos que exponemos aquí.
El sueño, así considerado como un "ensayo" o una analogía de la muerte, un estado temporal donde la conciencia se disuelve, brinda a las personas un respiro del mundo, ofreciendo descanso y paz. Por ello, no son meras personificaciones de estados fisiológicos; representan transiciones profundas y esenciales en la experiencia humana. Aunque diferentes en duración y consecuencia final, están entrelazados como partes inevitables y complementarias del ciclo de la existencia, completando la comprensión antigua de la vida bajo la égida de estas dos potentes y antiguas deidades de la Noche.
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