Anfiloco, vidente guerrero de la estirpe profética
I. Orígenes y Linaje Divino
Anfiloco nació como parte de una saga profética célebre, hijo del famoso adivino Anfiarao y de Erífile, su historia aparece ya en Homero, donde se le menciona como uno de los epígonos que atacaron Tebas. Su linaje lo conectaba directamente con Apolo, dios de los oráculos, a través de su padre, había recibido el don de la profecía como compensación por su participación en la expedición de los Siete contra Tebas. Píndaro destaca cómo Anfiloco heredó tanto el arte adivinatorio como la maldición familiar: la incapacidad de evitar su propio destino a pesar de conocerlo.
II. La Guerra de Troya y sus profecías
Aunque no aparece en los relatos homéricos principales, varias fuentes posteriores ubican a Anfiloco entre los combatientes troyanos. Según Quinto de Esmirna, el héroe se destacó no solo por su valor en batalla, sino por interpretar correctamente los presagios que anunciaban la caída de Troya. Su papel como vidente guerrero lo llevó a aconsejar a los aqueos en momentos clave, aunque -como su padre- luchó contra un destino que ya conocía. Un fragmento de Lesques sugiere que Anfiloco predijo correctamente la muerte de muchos héroes griegos durante el viaje de regreso, incluyendo la suya propia.
III. Fundación de ciudades y oráculos
Anfiloco se convirtió en fundador de ciudades y santuarios oraculares. Estrabón documenta su establecimiento en Cilicia, donde fundó Malo -futura Anfiloquía- junto con el adivino Mopso. Heródoto menciona que el oráculo de Anfiloco en Malo rivalizó en fama con el de Delfos durante el siglo VI a.n.e, Pausanias describe cómo los habitantes de Atenas consultaban regularmente este Oráculo, especialmente antes de emprender viajes marítimos. La tradición atribuía a Anfiloco la introducción de ritos de incubación -adivinación mediante sueños- similares a los practicados en el santuario de su padre en Oropos.
Anfíloco, como vimos, era hijo de Anfiarao y Erifile, pero en algunas versiones más tardías se dice que era hijo de Alcmeón y Manto, lo que lo convertiría en hermano o medio hermano de Mopso. Si aceptamos que Manto es madre de ambos, entonces Mopso y Anfíloco serían medio hermanos, dependiendo del padre.
IV. Duelo profético con Mopso
La muerte de Anfiloco está envuelta en leyendas que destacan su naturaleza de vidente. Según la versión más difundida, recogida por Apolodoro en su "Biblioteca", murió en un duelo con su compañero Mopso. Sin embargo, el conflicto en este caso era político. Ambos fundaron la ciudad de Malo, pero cuando Anfíloco regresó tras una ausencia, Mopso se niega a devolverle el poder. Esto desemboca en un duelo singular en el que ambos mueren, sellando su destino como rivales irreconciliables.
Lo fascinante es que Mopso, como nieto de Tiresias, encarna una clarividencia divina heredada, mientras que sus rivales representan formas más humanas o institucionales de la adivinación. En ambos casos, el enfrentamiento no es solo por poder, sino por quién tiene acceso más puro al conocimiento del destino. Cuando Mopso demostró mayor precisión, Anfiloco aceptó su derrota y murió poco después, cumpliendo así una profecía que había recibido años atrás. Conon ofrece una variante donde Anfiloco, al reconocer la superioridad de Mopso, se suicida ritualmente para no vivir como segundo mejor adivino del mundo.
V. Culto y legado como héroe vidente
Anfiloco recibió culto heroico en varias localidades del Mediterráneo oriental. Tucídides menciona sacrificios anuales en su honor en Anfiloquía, donde se le consideraba protector de la ciudad. Su tumba en Malo se convirtió en centro de peregrinación, especialmente para quienes buscaban soluciones a problemas familiares, reflejando su doble papel como guerrero y mediador.
Los "Oráculos Sibilinos" lo mencionan como uno de los pocos héroes capaces de comunicarse con los muertos, habilidad que compartía con su padre Anfiarao. En época imperial, Filóstrato documenta la persistencia de su culto, describiendo apariciones del héroe que continuaban ofreciendo profecías a los devotos. En lugares como Oropo y Malo se le rendía culto como semidiós.
En la tradición helena, muchos oráculos estaban vinculados a héroes fallecidos que seguían comunicándose desde el más allá. Anfíloco, como hijo de un adivino que fue tragado por la tierra -Anfiarao-, se convierte en una figura liminal: ni completamente vivo ni completamente muerto, como lo expresa Luciano de Samosata en sus "Diálogos de los muertos". En ese texto, Menipo se burla de Anfíloco y Trofonio por seguir dando profecías desde el inframundo, y Anfíloco responde que no es culpa suya si los mortales siguen creyendo en ellos. Esto sugiere que su comunicación con los muertos es parte de su rol como intermediario entre mundos.
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