La historia de una familia maldecida por los dioses
Desde su juventud, Meneceo se distinguió por su sentido del deber y su fidelidad a los dioses y a Tebas. Creció en un entorno donde las decisiones de los gobernantes podían significar la ruina o la salvación de la ciudad, y aprendió a valorar el honor por encima de cualquier otro principio. Su posición en la corte tebana lo llevó a ser testigo de los conflictos que sacudieron la estabilidad de su patria, y con el tiempo, su destino quedó atado a otro episodio crítico de la historia tebana: la guerra de "los Siete contra Tebas".
Edipo lanzó una maldición sobre sus hijos, Eteocles y Polinices, prediciendo que se matarían entre sí. Edipo también dividió el trono entre ellos, con la condición de que gobernarían alternándose cada año.
Cuando llegó el primer año, Eteocles se negó a ceder el poder a su hermano Polinices y lo desterró. Polinices buscó ayuda en Argos y persuadió al rey Adrasto y a otros seis caudillos griegos para que lo apoyaran en su intento de recuperar el trono de Tebas, Estos caudillos, formaron los "Siete contra Tebas", El ejército argivo, liderado por los Siete, sitió Tebas y cada uno de los caudillos atacó una de las siete puertas de la ciudad. Eteocles nombró a siete defensores para enfrentarse a ellos, lo que significaría que guerrearía contra su propio hermano. En la batalla, Eteocles y Polinices se enfrentaron y ambos murieron.
Durante este conflicto, cuando el ejército de Polinices y sus aliados amenazaba con destruir la ciudad, el adivino Tiresias reveló una terrible profecía: Tebas solo podría salvarse si un miembro de la familia real se sacrificaba. La revelación de este Oráculo generó temor y desesperación entre los gobernantes, pues nadie estaba dispuesto a ofrecer su vida por la salvación de la ciudad. Sin embargo, Meneceo, al conocer la profecía, no dudó en asumir el papel que creía que los dioses le habían reservado.
Movido por su lealtad a Tebas y por el profundo respeto que tenía hacia la voluntad divina, decidió entregarse voluntariamente. En lugar de esperar a que el destino lo alcanzara por la fuerza, tomó la iniciativa y se quitó la vida en un acto de entrega absoluta. Su sacrificio fue interpretado como un signo de lealtad, obediencia y redención para la ciudad, que pronto vería cómo el destino de la guerra se inclinaba a su favor.
El acto de Meneceo quedó inscrito en la memoria tebana como un ejemplo de heroísmo y entrega. A diferencia de los guerreros que buscaban la gloria en el combate, él encontró la inmortalidad en su renuncia. Su decisión aseguró la supervivencia de Tebas.
A través de Creonte y Yocasta, Meneceo se convirtió en el ancestro de algunos de los personajes más célebres de la historia tebana. Su sangre corría por las venas de Eteocles y Polinices, los hermanos enfrentados por el poder, así como de Antígona e Ismene, quienes perpetuarían el drama de su linaje.
Personajes principales
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Eteocles: Rey de Tebas, decidido a defender la ciudad contra el ataque de su hermano Polinices. Su carácter es firme, noble, pero trágicamente atrapado en el destino familiar.
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Polinices: Hermano de Eteocles y líder del ataque contra Tebas. Su figura permanece fuera de escena, pero su presencia como doble maldito es constante.
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Mensajero: Trae noticias de los siete campeones que asedian cada una de las puertas de Tebas.
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Coro de mujeres tebanas: Reflejan el temor y la ansiedad del pueblo, y sirven de contrapunto emocional y moral al discurso de Eteocles.
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Antígona e Ismene (solo al final, en versiones ampliadas o con epílogo): Hijas de Edipo, representan la continuidad del drama familiar tras la muerte de los hermanos.
Resumen de la tragedia
La obra transcurre enteramente en Tebas, durante el asedio de los argivos liderados por Polinices. Eteocles, como rey, organiza la defensa de la ciudad y recibe del mensajero el informe de los siete campeones enemigos que atacarán las siete puertas. Por cada uno, designa un defensor tebano que los enfrente.
Cuando llega el momento de asignar al defensor de la séptima puerta, descubre que quien la asedia es su propio hermano Polinices. A pesar de las súplicas del coro para evitar el enfrentamiento fratricida, Eteocles decide combatirlo él mismo, aceptando el cumplimiento de la maldición que pesa sobre la estirpe de Edipo.
Ambos hermanos mueren a manos del otro en combate. Al final, un heraldo anuncia su muerte y, en algunas versiones de la obra -según versiones posteriores o añadidos-, Antígona y el coro lamentan la tragedia, mientras se discute si deben ser enterrados con los mismos honores o si Polinices debe ser dejado sin sepultura, lo que abre la continuidad hacia "Antígona" de Sófocles.
Perspectiva filosófica posterior
"Los Siete contra Tebas" ha sido interpretada como una meditación sobre el destino, el poder destructor del odio fraternal y los límites del heroísmo político. Esquilo, veterano de guerra, plantea la guerra civil no como glorificación, sino como condena. El combate entre hermanos representa el fracaso último de la polis: la desunión interna.
Hegel vio en la tragedia griega el enfrentamiento de dos deberes legítimos; en "Siete contra Tebas", se manifiesta como el conflicto entre el deber hacia la ciudad -defenderla a cualquier precio- y el deber familiar -no matar a un hermano-. Este dilema ético anticipa la reflexión hegeliana sobre la dialéctica del amo y el esclavo y sobre la conciencia trágica.
Además, desde una lectura contemporánea, se ha visto como un símbolo de la disolución del orden cuando el poder no puede ser compartido: la ambición de Eteocles y Polinices de reinar solos desemboca en destrucción mutua, poniendo en evidencia los peligros de la autocracia disfrazada de deber.
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