I. Las fértiles Pléyades
En el panteón griego, las Pléyades son las siete hijas del Titán Atlas y la ninfa oceánide Pléyone, nacidas en el Monte Cilene. El Monte Cilene -también conocido como Monte Kyllini o Ziria- se encuentra en Arcadia, en la península del Peloponeso, Grecia. Es famoso por ser el lugar de nacimiento del dios Hermes, hijo de Maya. En la antigüedad, había un santuario dedicado a Hermes y a la ninfa Cilene cerca de su cima. Con una altitud de 2.376 metros, es la segunda montaña más alta del Peloponeso.
Las Pléyades eran conocidas por sus nombres: Maya, Celeno, Alcíone, Electra, Estérope -o Asterope-, Táigete y Mérope. El poeta Hesíodo las menciona en su obra y el catálogo de sus nombres se consolida en fuentes posteriores como la "Biblioteca" de Apolodoro. Estas ninfas formaban parte del séquito de Artemisa, diosa de la caza, y como tal, se asociaban con la vida salvaje y la virginidad. Sin embargo, son principalmente reconocidas por ser las progenitoras de importantes linajes heroicos.
Apolodoro detalla estas genealogías: Maya, la mayor, tuvo a Hermes con Zeus; Celeno fue madre de Lico y Nicteo -y a veces Eufemo- con Poseidón; Alcíone tuvo a Hirieo e Hiperenor con el mismo dios; Electra, madre de Dárdano -fundador de la estirpe troyana- y Yasión con Zeus; Estérope fue madre de Enómao con Ares; Táigete tuvo a Lacedemón con Zeus, dando nombre a Esparta; y Mérope, la más joven, se unió al mortal Sísifo, rey de Corinto, y fue madre de Glauco. Se decía que Mérope, por haberse casado con un mortal, brilla con menos intensidad que sus hermanas en el cielo, ya sea por vergüenza o por su condición mortal. Aún así, no es la que menor brillo emite actualmente de sus hermanas.
II. El destino de las siete hermanas
Sobre su destino, una de las versiones más conocidas relata que las Pléyades, abrumadas por la pena tras la derrota de su padre Atlas en la Titanomaquia y su condena a sostener la bóveda celeste, se quitaron la vida. Este acto de desesperación refleja el fuerte vínculo familiar. Sin embargo, la versión más extendida y canónica, narrada por el astrónomo griego Arato en su poema "Fenómenos" y recogida por Higino, cuenta que Zeus, movido por la compasión, las transformó en el cúmulo estelar de las Pléyades para salvarlas del persistente acoso del cazador Orión, quien las persigue eternamente a través del cielo. Otra tradición, menos común, las relaciona con las peleiades -palomas-. Según una versión recogida por los escoliastas -comentaristas antiguos- de Homero, cuando Orión las perseguía, los dioses las transformaron en palomas -peleiai-, y en su vuelo hacia el cielo se convirtieron en estrellas.
Orión continuó persiguiendo a las mujeres incluso después de recuperar la vista. Recordemos que el gigante había sido cegado por Enopión, padre de otra Mérope, a quien Orión había violado. Esta otra Mérope, hija del rey Enopión no tiene relación con las Pléyades, ni con la constelación.
En este caso, la persistencia del cazador en su deseo, y es una de las razones por las que Zeus colocó a las Pléyades en el cielo, para protegerlas de su acoso.
En la bóveda celeste, esta persecución se perpetúa simbólicamente: la constelación de Orión aparece en el cielo nocturno siguiendo a las Pléyades, que forman parte de la constelación de Tauro. Es una imagen poderosa que representa el deseo eterno e inalcanzable, y que ha sido interpretada en clave poética, astronómica y psicológica.
III. M45, las Pléyades en otras culturas
La aparición estacional las Pléyades, como pequeño cúmulo estelar, ha servido como marcador astronómico y espiritual en múltiples civilizaciones. Más allá de los griegos, muchas otras culturas les otorgaron un papel central en sus cosmovisiones.
En la antigua Mesopotamia, los sumerios y babilonios conocían a las Pléyades como Mul.MUL, y las incluían en sus registros astronómicos como un grupo de estrellas que anunciaba el inicio del año agrícola. Su presencia en tablillas cuneiformes revela un conocimiento detallado del cielo y su influencia sobre la vida cotidiana. En Egipto, aunque el protagonismo recaía en constelaciones como Orión y Sirio, las Pléyades también formaban parte del ciclo estelar que marcaba eventos religiosos y agrícolas.
Orión era identificado con Osiris, el dios de la muerte, la resurrección y el más allá. Los egipcios veían en la constelación de Orión la figura del dios que muere y renace, y creían que el alma del faraón, al morir, viajaba hacia Orión para unirse con Osiris en la eternidad. Esta asociación era tan poderosa que incluso las pirámides de Giza fueron alineadas con las estrellas del cinturón de Orión, como símbolo del viaje del alma hacia la inmortalidad.
Por otro lado, Sirio -la estrella más brillante del cielo nocturno- era asociada con Isis, la diosa de la maternidad, la magia y la protección. Su aparición helíaca —cuando Sirio reaparece en el cielo justo antes del amanecer— coincidía con el inicio de la inundación del Nilo, un evento vital para la agricultura egipcia. Este fenómeno era interpretado como el renacimiento de Isis y el comienzo de un nuevo ciclo de fertilidad y vida.
Juntos, Osiris -Orión- e Isis -Sirio- representaban el eje cósmico de muerte y renacimiento, orden y renovación. Su presencia en el cielo guiaba no solo los rituales funerarios, sino también el calendario agrícola y espiritual del antiguo Egipto. Esta conexión entre astronomía y religión muestra cómo los egipcios concebían el universo como un reflejo simbólico de lo divino.
En Japón, las Pléyades son conocidas como Subaru, símbolo de unidad y armonía. Su representación en el logo de la marca automotriz homónima es un ejemplo moderno de cómo este cúmulo estelar sigue resonando culturalmente.
En Oceanía, los maoríes de Nueva Zelanda las llaman Matariki, y su reaparición en el cielo marca el comienzo del nuevo año, celebrado con rituales de renovación y agradecimiento.
Los pueblos indígenas de América del Norte también les otorgaron gran importancia. Los Hopi, por ejemplo, las vinculaban con el tiempo de cosecha y ceremonias de renovación espiritual. Los Lakota y los Navajo tenían leyendas que explicaban su origen y su papel como guías celestiales.
En la India, las Pléyades son llamadas Krittika y forman parte del sistema astrológico védico, asociadas con la diosa del fuego Agni.
Este patrón global de veneración sugiere que las Pléyades no solo son visibles, sino profundamente significativas. Su universalidad y su culto revela su innegable importancia.
VI. Las Pléyades en la cultura maya
En la cultura maya, las Pléyades tenían una significación muy especial. Los mayas creían que provenían de las Pléyades, a las que llamaban Tzab-ek -Cola de Cascabel-. El Tzolk’in, el calendario sagrado de los mayas, podría estar basado en ciclos astronómicos asociados a este cúmulo. La observación de su salida helíaca -su aparición justo antes del amanecer- marcaba el inicio de la temporada agrícola y era crucial para el ciclo ritual, incluida la ceremonia del Fuego Nuevo que renovaba el ciclo de 52 años.
La conexión entre las Pléyades y estas dos culturas muestra cómo los grupos de estrellas han sido fundamentales en la espiritualidad y las prácticas culturales a lo largo de la historia humana. Las narrativas que rodean a las Pléyades son un ejemplo de cómo la humanidad ha buscado entender su lugar en el universo, utilizando las estrellas como guías para la navegación, la agricultura y la espiritualidad.
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