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Las Boedromias


Atenas estructuró su calendario y su identidad en torno a un complejo entramado de festividades religiosas. Estas no eran meras celebraciones; eran el corazón palpitante de su vida cívica, lo que nosotros llamamos "civilitas", donde lo político, lo social y lo espiritual se fundían en un todo indivisible. La Boedromia -Βοηδρόμια- es un ejemplo paradigmático de esta simbiosis, una festividad que honraba a Apolo Boedromios -Βοήδρομιος, "el que acude en auxilio corriendo"- y conmemoraba intervenciones divinas en momentos de crisis severas para la ciudad.

I. El Origen Bélico: Dos tradiciones enfrentadas

Las fuentes antiguas nos transmiten, no una, sino varias explicaciones para el origen de esta festividad, reflejando la riqueza de la tradición ateniense.

1. La Tradición de Teseo y las Amazonas: Como se menciona, Plutarco (c. 46-120) es la fuente principal para esta versión. En su obra, al referirse a la vida de Teseo, relata: "Venció a las amazonas en el mes de Boedromión... y aún hoy celebran las Boedromias en conmemoración de aquello".

 Plutarco añade que Teseo, antes de la batalla, hizo un sacrificio a Fobos -el Miedo-, un daimon estrechamente asociado al séquito de Ares. Este acto no era para aplacar el miedo propio, sino para infundirlo en el enemigo, una práctica ritual conocida como katadesmos, atadura mágica.

2. La Tradición de Erecteo y la Guerra contra Eleusis: Esta es, quizás, la versión más arraigada y crucial para la identidad de Atenas. La historia se sitúa en el reinado de Erecteo, el legendario rey de Atenas, quien, como vimos, se vio obligado a enfrentarse a Eumolpo, hijo de Poseidón y líder de los tracios eleusinos. La situación era tan desesperada que un oráculo anunció que la única forma de victoria era el sacrificio de una de las hijas vírgenes del rey.

 El dramaturgo Eurípides (c. 480-406 a.n.e.) inmortalizó este terrible drama en su tragedia perdida "Erecteo", de la que se conservan fragmentos. Uno de ellos, citado por el orador Licio, pone en boca de la reina Praxitea estas palabras al aceptar el sacrificio de su hija: "Salvaré a la ciudad con mis hijos, no para uno, sino para que todos mueran juntos".

Tras el sacrificio, Atenas venció. Es aquí donde Apolo intervino, "acudiendo en auxilio" -de ahí el epíteto "boedromios"- de los atenienses, o bien a través de su oráculo que dictaminó el sacrificio, o mediante una intervención directa en la batalla. El lexicógrafo bizantino del siglo X, Suda, confirma este origen: "Boedromia: una fiesta en Atenas... porque Apolo acudió en auxilio -eboêsen- de los atenienses en la guerra contra Eumolpo".

II. La naturaleza del culto: Apolo Boedromios y Artemisa

El culto durante las Boedromias estaba centrado en Apolo en su faceta de dios guerrero y salvador, un aspecto menos conocido que el de dios de la música y las artes, pero igual de vital. Se le ofrecían sacrificios, probablemente de carácter propiciatorio o de agradecimiento por la victoria.

La mención a los sacrificios a Artemisa es igualmente certera. Como hermana gemela de Apolo, su culto estaba intrínsecamente ligado al de él. Artemisa, en este contexto, no era solo la diosa cazadora, sino Artemisa Agrotera -la salvaje- o Heurippa -la domadora de caballos-, una deidad también vinculada a la guerra y la caza que, en Atenas, recibía una importante ofrenda anual en el mes de Boedromión por la victoria en la batalla de Maratón (490 a.n.e.), según atestigua Jenofonte.

III. Más que una simple conmemoración

La dualidad de los orígenes míticos de las Boedromias no es contradictoria, sino complementaria. Revela las múltiples capas de significado que los atenienses atribuían a sus ritos: la fundación de la identidad: Ambas historias, la de Teseo y la de Erecteo, tratan sobre la defensa de la polis contra un enemigo extranjero y bárbaro -amazonas o tracios-. La festividad reforzaba la idea de que Atenas había sobrevivido gracias al valor de sus héroes y al favor de los dioses.

El relato de Erecteo, en particular, enfatizaba el sacrificio individual por el bien común. La muerte de la princesa era el precio terrible por la supervivencia de toda la comunidad, un concepto fundamental para la mentalidad cívica griega: la cohesión social y el sacrificio por el bien común.

Por último la imagen de Apolo como pilar cívico: El Apolo que se veneraba en las Boedromias era el mismo que guiaba la colonización, el que purificaba y el que aconsejaba a través del oráculo de Delfos. Su epíteto "Boedromios" lo presentaba como el garante último de la seguridad y la independencia de la ciudad.

IV. Un legado que trasciende el tiempo

La Boedromias era, en esencia, una performance ritual de la memoria colectiva. Cada año, en el mes de Boedromión -septiembre/octubre-, los atenienses no solo realizaban sacrificios; reactualizaban los relatos fundacionales que los definían como pueblo. Aunque su celebración se desvaneció con el triunfo del cristianismo, su estudio nos permite comprender la profunda interconexión que existía en el mundo antiguo entre la guerra, la religión, la política y la identidad. El eco de aquel grito de auxilio -boê- al que Apolo respondió, aún resuena en los textos de Plutarco, Eurípides y la Suda, permitiéndonos asomarnos, varios siglos después, al alma de la antigua Atenas.

La Boedromias, por lo tanto, no era únicamente una festividad que honraba a una única deidad, sino que también servía como un recordatorio de los eventos históricos que formaron la identidad de la antigua Grecia. Era una ocasión para reafirmar la fe en los dioses y en la comunidad, para celebrar las victorias pasadas y para fortalecer el espíritu ante futuros desafíos.

Hoy en día, aunque la Boedromias ya no la celebramos como en la antigüedad, su legado perdura enlazando historia y espiritualidad, ofreciéndonos una ventana al alma de una civilización que aún hoy sigue latiendo en nuestra fe.


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