Eumolpo, la estirpe de Poseidón ataca a Atenas
I. Eumolpo y Quione
Como hijo de Poseidón y Quíone, Eumolpo porta en su sangre la dualidad de lo marino y lo ctónico. Su nacimiento, marcado por el abandono en las aguas y su posterior crianza en Etiopía bajo la protección de Benthesicime, hija de Poseidón, establece un patrón narrativo recurrente en las tradiciones heroicas griegas. Este destierro inicial prefigura su papel posterior como figura liminal, conectando el mundo con el ámbito ateniense. La versión transmitida por Apolodoro enfatiza precisamente este carácter transicional, presentando a Eumolpo como puente entre culturas.
Quíone, cuyo nombre significa literalmente “nieve”, es una figura menor pero poética. Es hija de Bóreas, el dios del viento del norte, y de Oritía, una princesa ateniense. Por lo tanto, su linaje conecta el reino etéreo del clima con la nobleza humana. Tiene hermanos notables como los Boréadas alados, Zetes y Calais, quienes también forman parte de las sagas que vinculan los vientos con aventuras heroicas.
Su papel legendario no se limita a sus orígenes. Quíone es madre de varios hijos con dioses importantes. Uno de ellos es Eumolpo, fruto de su unión con Poseidón. Temiendo la reacción de su padre Bóreas, Quíone arrojó al niño al mar, pero Poseidón lo rescató y por esa razón lo llevó a Etiopía. En otras versiones, también se le atribuyen hijos con Apolo y Hermes: Filamón y Autólico, respectivamente, lo que la vincula con el arte, el ingenio y la astucia.
La vinculación de Eumolpo con los Misterios Eleusinos constituye uno de los aspectos más significativos de su tradición. Las fuentes eleusinas, particularmente el "Himno Homérico a Deméter", lo sitúan como participante en la institución de los ritos sagrados. Esta conexión con el culto mistérico no resulta casual, sino que responde a una lógica religiosa profunda: como descendiente de Poseidón, Eumolpo encarna la fuerza ctónica que complementa el aspecto agrario de Deméter. Los testimonios epigráficos del santuario eleusino confirman la persistencia de su memoria en el contexto ritual, donde su linaje mantuvo privilegios sacerdotales durante generaciones.
II. Eumolpo marcha contra Atenas
El conflicto entre Eumolpo y Atenas no puede entenderse como una simple escaramuza, es una confrontación cargada de simbolismo religioso y político que merece un tratamiento más profundo.
En efecto, según fuentes como Pausanias y la "Biblioteca mitológica", el enfrentamiento entre Eumolpo y Erecteo representa mucho más que una guerra territorial. Eumolpo llega con fuerzas tracias para reclamar el Ática como herencia divina, lo que sitúa el conflicto en un plano sacro-político. Atenas, bajo el patronazgo de Atenea, se convierte en el escenario de una pugna entre dos divinidades tutelares: el dios del mar y la diosa de la sabiduría y la ciudad.
La muerte de Eumolpo a manos de Erecteo, y la posterior venganza de Poseidón, quien pide a Zeus que destruya al rey ateniense, reinstaurando el equilibrio. Todos estos son gestos que reafirman el orden cósmico ateniense, donde Atenea emerge como la fuerza dominante. Incluso el sacrificio de las hijas de Erecteo, exigido por el oráculo para asegurar la victoria, refuerza la idea de que la ciudad está dispuesta a pagar un precio sagrado por su soberanía.
III. El sacrificio de las hijas de rey de Atenas
La historia de las hijas de Erecteo está profundamente entrelazada con el destino sagrado de Atenas y refleja el peso de los sacrificios exigidos por los dioses en momentos de crisis. Erecteo, rey de Atenas, tuvo varias hijas con Praxítea, entre ellas Protogenia, Pandora, Ctonia, Creúsa, Procris y Oritía. Durante la guerra contra Eumolpo, hijo de Poseidón, un oráculo declaró que la supervivencia de Atenas dependía del sacrificio de una de las hijas del rey.
Las versiones varían: en algunas, Ctonia es la elegida para el sacrificio; en otras, Protogenia y Pandora se ofrecen voluntariamente. Lo más trágico es que, según ciertas fuentes, las hermanas restantes, al enterarse del destino de su hermana, se suicidan por solidaridad. Este acto colectivo de entrega no solo refuerza el vínculo familiar, sino que subraya el compromiso de la casa real con la protección de la ciudad.
Este episodio no es simplemente una tragedia familiar, sino una reafirmación del orden cósmico ateniense. Atenea, como diosa tutelar, exige una prueba de fidelidad absoluta, y Erecteo, como rey-sacerdote, cumple con el mandato divino. El sacrificio de sus hijas se convierte en un acto fundacional, que legitima la soberanía de Atenas frente a las pretensiones de Poseidón y su linaje.
IV. Los Eumólpidas
Sin embargo, la tradición no se limita a presentar esta confrontación en términos maniqueos. Los Eumólpidas fueron una influyente familia sacerdotal de Eleusis, encargada de preservar y dirigir los Misterios eleusinos de la Antigua Grecia. Su linaje se remontaba a Eumolpo, considerado uno de los primeros sacerdotes de Deméter, diosa de la agricultura y la fertilidad.
Como hierofantes -reveladores de lo sagrado-, los Eumólpidas tenían el privilegio exclusivo de realizar los rituales más importantes del culto eleusino, incluyendo la iniciación de los adeptos en los secretos de Deméter y Perséfone. Su autoridad era tan respetada que podían aceptar o rechazar a quienes deseaban ser iniciados, siempre que cumplieran con requisitos como no haber cometido asesinato y hablar griego.
Junto a los Cérices, otra familia sacerdotal descendiente de Cérix -heraldo e hijo de Hermes-, los Eumólpidas compartían el control del santuario. Mientras los Cérices se encargaban de funciones como portar antorchas o actuar como heraldos sagrados, los Eumólpidas presidían los rituales más profundos y simbólicos.
Su papel no era solo religioso, sino también político y cultural: al custodiar los Misterios, los Eumólpidas protegían una tradición que ofrecía a los iniciados la promesa de una vida mejor tras la muerte.
Esta posterior integración de los eumólpidas en el sacerdocio eleusino demuestra la capacidad del sistema religioso griego para incorporar elementos aparentemente antagónicos. Esta asimilación refleja un principio fundamental de la religiosidad antigua: lo sagrado trasciende las divisiones políticas, y lo que en el plano humano se manifiesta como conflicto, en el ámbito divino se resuelve como complementariedad.
La persistencia del nombre de Eumolpo en los rituales áticos siglos después de los eventos narrados prueba que su figura superó el marco de la confrontación para convertirse en parte constitutiva de la identidad religiosa ateniense. Este proceso de integración cultural, documentado tanto en las fuentes literarias como en los testimonios cultuales, ofrece un testimonio elocuente de cómo las sociedades antiguas negociaban su relación con lo divino a través de narrativas complejas que entrelazaban memoria, culto y legitimación política.
Comentarios
Publicar un comentario