Casandra y Políxena, víctimas reales de Troya
I. El destino de las hijas de Príamo y Hécuba
Casandra y Políxena fueron princesas de Troya, hijas del rey Príamo y la reina Hécuba, ambas figuras trágicas aunque por caminos distintos. Mientras Casandra fue sacerdotisa de Apolo y portadora de un don maldito, Políxena representó la juventud, la belleza y la pureza sacrificada en nombre de la guerra. En ellas se encarnan dos de las grandes tragedias femeninas del ciclo troyano: la que sabe y no es creída, y la que es entregada como ofrenda a los vencedores.
II. Casandra: la profeta condenada
Apolo, dios de la profecía, se enamoró de ella y le ofreció el don de ver el futuro a cambio de su amor. Casandra aceptó el don, pero luego se negó a cumplir la parte del trato que implicaba entregarse a Apolo. El dios, sintiéndose traicionado, no le quitó el don —porque los dioses no podían retractarse de sus regalos— pero la maldijo: nadie creería jamás sus profecías. Esta condena convirtió su vida en una tragedia constante, ya que aunque advertía sobre peligros reales —como la caída de Troya o su propia muerte—, siempre era ignorada. Así, vio con claridad la destrucción de Troya, la muerte de su familia y la traición de los griegos con el caballo de madera, pero sus advertencias fueron siempre ignoradas.
Tras la toma y saqueo de Troya, Casandra intentó refugiarse bajo un altar dedicado a Atenea, pero fue capturada y, según algunas versiones, violada por Áyax el Menor, un sacrilegio que provocaría la ira de la diosa. Posteriormente, fue entregada como botín al rey Agamenón, con quien fue asesinada a su llegada a Micenas por Clitemnestra. Su destino resume la condena del conocimiento sin poder, de la voz femenina desacreditada incluso cuando dice la verdad.
III. Políxena: la virgen sacrificada
Políxena, la más joven de las hijas de Hécuba y Príamo, tuvo un destino más breve pero no menos cruel. Según varias versiones, el espíritu de Aquiles, tras su muerte, exigió como pago por su ayuda a los griegos en la guerra el sacrificio de una doncella troyana sobre su tumba. Políxena fue la elegida para tal terrible destino..
Según la narración, fue sacrificada por Neoptólemo, el infame hijo de Aquiles, sobre el túmulo de Aquiles en el Quersoneso tracio para apaciguar su espíritu y asegurar un regreso seguro para los griegos. El momento que es degollada por Neoptólemo en una escena que los poetas describieron como ritual solemne, donde Políxena acepta su destino con dignidad, rechazando el llanto y la súplica. Representa la ofrenda humana por excelencia: pura, noble, y silenciosamente resistente. Es otro ejemplo de los brutales sacrificios y tragedias que sobrevinieron como consecuencias del final de la guerra de Troya.
IV. Lecturas filosóficas y modernas
Ambas hermanas han sido objeto de múltiples interpretaciones: Casandra como símbolo de la mujer silenciada, del conocimiento maldito, de la impotencia de la razón frente a la ceguera colectiva. Su figura ha sido retomada en el pensamiento feminista como modelo de la intuición reprimida y la sabiduría femenina marginada.
Políxena, por su parte, encarna el sacrificio necesario en las narrativas heroicas: su muerte es ofrecida como acto final de cierre de la guerra, pero también como expiación por el exceso griego. En algunas tragedias, su aceptación serena de la muerte ha sido leída como un acto de resistencia ética, en contraste con los vencedores que recurren al asesinato ritualizado.
Ambas representan, en suma, la lucha contra la necedad y en favor de la dignidad, dos formas en las que la voz femenina encuentra expresión en un mundo dominado por la violencia heroica.
El final de la guerra de Troya señala el inicio de la nueva Era de silencio de los Dioses.
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