Ir al contenido principal

Apolo contra los Telquines

"The sixth trumpet soundeth" por Henry Howard (1804)
Los Telquines eran seres antiguos, conocidos por su dominio sobre la metalurgia y su vinculación con las fuerzas primordiales del mar y la tormenta. Su origen variaba según las tradiciones, pero generalmente se les consideraba hijos de Ponto y Talasa o de otras deidades marinas. Talasa es una diosa primordial, personificación del mar, especialmente el mar Mediterráneo. Es hija de Éter -el cielo- y Hemera -el día-. Talasa es la contrapartida femenina de Ponto, el dios del mar y las olas en los textos hesiódicos. Esto nivela a los Telquines como hijos de la primera generación de dioses, una generación de una enorme fuerza, caótica e indomable. Los Telquines heredan, como los Hecatónquiros, la capacidad de incidir en los elementos de manera destructiva.
Estos poderosos seres habitaban la isla de Rodas y, en algunos relatos, también Creta y Chipre. Se les atribuía la creación de armas y artefactos divinos, pero también eran vistos con recelo por los dioses y los hombres debido a su afinidad con la magia oscura y su capacidad de convocar tormentas y desastres.

El enfrentamiento entre Apolo y los Telquines surgió cuando estos comenzaron a emplear sus conocimientos no solo para forjar metales, sino para esparcir pestes y desgracias sobre la humanidad. Se decía que envidiaban el orden que los dioses olímpicos establecían y que sus rituales corrompían el equilibrio natural. Algunas versiones afirman que llegaron a desafiar el poder de Apolo, envidiando su luz y su dominio sobre la armonía, la profecía y la música. Al ver la amenaza que representaban, Apolo decidió castigarlos.

En un acto de ira divina, Apolo descendió con su arco resplandeciente, desatando su furia sobre los Telquines. No fue una batalla convencional, pues los demoníacos herreros eran resistentes y astutos, pero el dios, con su poder solar, los aniquiló de diversas maneras según el relato. Algunos textos afirman que utilizó su arco dorado para disparar flechas letales, mientras que otros sostienen que no necesitó armas, pues su luz ardiente los consumió y los redujo a cenizas. En una variante, no los mató directamente, sino que provocó un diluvio que sumergió la isla de Rodas, acabando con la mayoría de ellos.

Pese a su poder, algunos Telquines lograron escapar o transformarse. Se decía que ciertas deidades marinas, como Poseidón o incluso Rea, tuvieron compasión de ellos y les concedieron formas nuevas, como la de peces o demonios errantes en el mar. No obstante, su influencia y poder quedaron reducidos, y su recuerdo pasó a formar parte de los relatos de tiempos oscuros previos al dominio olímpico.

Los telquines son descritos en algunas versiones como seres envidiosos y destructivos que contaminaron la tierra con sus artes oscuras. Apolo, como portador de la pureza y la luz, los extermina para restaurar la armonía en el mundo. Este episodio puede interpretarse como un acto de purificación, similar a otras acciones de Apolo donde elimina elementos corruptos para preservar el orden sagrado.

El enfrentamiento entre Apolo y los Telquines no solo simboliza la lucha entre la barbarie y la civilización, es también la oposición entre el orden divino y los antiguos poderes primordiales que, aunque hábiles y antiguos, no tenían cabida en la visión armoniosa del Cosmos establecida por los dioses olímpicos. Este enfrentamiento trasciende la narrativa y se convierte en un arquetipo universal: la eterna lucha entre la luz y la oscuridad, el conocimiento y la ignorancia, el cosmos y el caos. Es un episodio que resuena en muchas y muy variadas civilizaciones, lo divino ordena el mundo a través de la destrucción de lo incontrolable.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adonia: el regreso con Perséfone

La celebración de la Adonia, tal como lo hemos adelantado, consiste en pequeños rituales muy significativos. En primer lugar, un “brindis fúnebre” por la vida que dejamos.  Utilizamos para ello zumo de granada mezclado con alguna bebida alcohólica -preferentemente Ratafía-. La ratafía, hecha con la sangre de la menta -entre otras hierbas silvestres- será nuestro último trago. Se exprime la granada y sus semillas caen y se mezclan con la bebida y se toma de un golpe.  El simbolismo de la semilla de granada -la cual condenó a Perséfone al Hades-, y su consumo se hace en honor al engaño con el que Hades que nos conduce a la muerte.   La granada era una planta con la que se decoraban los monumentos fúnebres. Por eso, posteriormente cogemos una granada entera y sin cortar por persona, velas pequeñas y nos vamos en dirección al cementerio una vez caída la noche. Esa granada que arrojamos será nuestro alimento y reserva para el más allá. Lo ideal es subir a un montículo p...

Adonia, el regreso con Perséfone

La Adonia  es un rito anual de carácter funerario y simbólico que se celebra en honor a Adonis , ligado profundamente al ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. Su representación incluye elementos de despedida y preparación para el más allá , siguiendo tradiciones que datan de la antigua Grecia. Aunque el culto histórico a Adonis tiene raíces orientales , fue ampliamente adoptado en Grecia, especialmente en Atenas, donde se mezclaron los elementos locales con los rituales importados, convirtiéndose en una celebración significativa del calendario religioso. El rito comienza con un " brindis fúnebre ", utilizando zumo de granada , una fruta de connotaciones simbólicas profundas. En textos antiguos como los Himnos Homéricos  se menciona la granada en relación con Perséfone , hija de Deméter , quien al consumir sus semillas quedó condenada al inframundo, lo que da inicio al mito del ciclo estacional y su estadía en el Hades . El zumo, mezclado con ratafía -un licor el...

"El estudiante de Salamanca" por José de Espronceda

     Era más de media noche, antiguas historias cuentan, cuando en sueño y en silencio lóbrego envuelta la tierra, los vivos muertos parecen, los muertos la tumba dejan. Era la hora en que acaso temerosas voces suenan informes, en que se escuchan tácitas pisadas huecas, y pavorosas fantasmas entre las densas tinieblas vagan, y aúllan los perros amedrentados al verlas: En que tal vez la campana de alguna arruinada iglesia da misteriosos sonidos de maldición y anatema, que los sábados convoca a las brujas a su fiesta. El cielo estaba sombrío, no vislumbraba una estrella, silbaba lúgubre el viento, y allá en el aire, cual negras fantasmas, se dibujaban las torres de las iglesias, y del gótico castillo las altísimas almenas, donde canta o reza acaso temeroso el centinela. Todo en fin a media noche reposaba, y tumba era de sus dormidos vivientes la antigua ciudad que riega el Tormes, fecundo río, nombrado de los poetas, la famosa Salamanca, insigne en armas y letras, patria d...