"Aquiles herido" por François-Dominique-Aimé Milhomme (1822)
Nacido en Ftía, al sureste de Tesalia, de la unión entre Peleo, rey de los Mirmidones, y Tetis, una nereida, ninfa marina. Según las fuentes antiguas, su madre, Tetis, conocía el destino mortal que aguardaba a su hijo y trató de hacerlo invulnerable. De acuerdo con algunos relatos, lo sumergió en las aguas del río Estigia, lo cual otorgó a Aquiles una piel invulnerable excepto en su talón, el punto por el cual Tetis lo sostenía al sumergirlo. Esta vulnerabilidad en su talón se convertiría en el símbolo de su mortalidad. Homero y otros autores describen a Aquiles como un joven dotado no solo de belleza y fuerza sino también de un temperamento impetuoso que lo impulsaría tanto a la grandeza como a la tragedia.
En su juventud, Aquiles fue enviado a la isla de Esciros, donde fue criado en la corte del rey Licomedes. Durante esta etapa, su madre lo escondió entre las hijas del rey para evitar que fuera llamado a luchar en la Guerra de Troya, ya que sabía que la guerra sería su destino final. Sin embargo, Ulises, astuto estratega griego, descubrió su escondite, y Aquiles se unió a la expedición griega, acompañado de sus fieles mirmidones y de su amado Patroclo. Este vínculo entre Aquiles y Patroclo es descrito como una de las relaciones homosexuales más profundas y significativas en los textos antiguos, representando un amor y una lealtad que trascienden las alianzas bélicas.
Aquiles es retratado como el guerrero más temido en la Guerra de Troya. A pedido de su madre, su armadura, escudo y casco los forjó el mismísimo Hefesto. En "La Ilíada" de Homero, Aquiles destaca no solo por su fuerza sino también por su carácter intransigente. La historia narra cómo Agamenón, líder de los Aqueos, arrebata a Briseida, la concubina de Aquiles, lo que desata la ira del héroe. Ofendido, Aquiles se retira del combate y deja a su bando sin su fiereza, lo que cambia el curso de la guerra y permite a los troyanos tomar ventaja. La ira de Aquiles y su conflicto con Agamenón se convierten en el eje central de la guerra, reflejando el orgullo y el sentido de honor del héroe.
Sin embargo, la muerte de Patroclo a manos de Héctor, príncipe troyano, provoca el regreso de Aquiles al campo de batalla. Movido por un deseo de venganza, Aquiles lucha con una furia imparable y finalmente mata a Héctor, arrastrando su cuerpo alrededor de las murallas de Troya. Esta acción despierta tanto temor como compasión en sus adversarios y profundiza la dimensión trágica de Aquiles, cuyo dolor y rabia se apaciguan solo tras recibir la disculpa y súplica del rey Príamo que devuelva el cuerpo muerto de su hijo Héctor, simbolizando el peso de la venganza y la humanidad de los héroes. Su sensibilidad, revelada en su dolor por la muerte de Patroclo y su compasión sugieren que su carácter es más complejo de lo que el arquetipo masculino convencional permite.
Pero el destino de Aquiles fue sellado mucho antes de su llegada a Troya. Sabía que si luchaba en la guerra, alcanzaría la gloria eterna, pero perdería la vida. Finalmente, el héroe fue alcanzado por una flecha disparada por el príncipe París y guiada por el dios Apolo, que dio en su talón, su único punto vulnerable. Esta muerte trágica no solo cumplió con su destino, sino que convirtió a Aquiles en un símbolo eterno de la valentía y el sacrificio.
Después de que Aquiles es abatido, se libra una feroz batalla en torno a su cadáver. Áyax y Ulises luchan valientemente para recuperar el cuerpo de Aquiles y llevarlo de vuelta al campamento aqueo. Áyax carga el cuerpo sobre sus hombros mientras Ulises contiene a los troyanos.
El dolor entre los griegos es inmenso, y Tetis, la madre de Aquiles, llega desde el mar junto con las nereidas para velar el cadáver de su hijo. Los Aqueos honran a Aquiles con una pira funeraria y celebran juegos atléticos en su memoria, siguiendo los ritos funerarios de la época.
Al examinar a Aquiles queda en evidencia tanto su fuerza física descomunal como una vulnerabilidad emocional que lo hace un personaje más profundo y humano. Su historia invita a cuestionar los ideales de fuerza y poder asociados a la masculinidad, y a reconocer que el verdadero legado de Aquiles reside no solo en sus logros en batalla, sino en su capacidad de sentir y enfrentarse a sus propios límites y a su destino.
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