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Anfión y la soberbia de Níobe

"Diana y Apolo matando los hijos de Niobe" por Jacques-Louis David (1772) 
Anfión, hijo de Zeus y Antíope, es recordado tanto por su prodigiosa habilidad musical como por el trágico destino que lo llevó a la ruina. Junto a su hermano gemelo Zeto, vengó las injusticias sufridas por su madre y tomó el control de Tebas tras destronar al usurpador Lico. Mientras que Zeto representaba la fuerza física y el trabajo manual, Anfión encarnaba el arte y la sensibilidad. Se dice que su lira, otorgada por Hermes, tenía el poder de mover las piedras con su música, y que gracias a su talento divino, las murallas de Tebas se elevaron sin esfuerzo, encantadas por la melodía de sus cuerdas.

El esplendor de su reinado se vio ensombrecido por la tragedia cuando su esposa Níobe, hija de Tántalo, osó compararse con Leto, la madre de Apolo y Artemisa. Orgullosa de su numerosa descendencia, que según Homero en la "Ilíada" (XXIV, 602-617) sumaba catorce hijos —siete varones y siete mujeres—, Níobe se burló de Leto por haber dado a luz solo a dos. Esta arrogancia provocó la ira de los dioses, quienes en un acto implacable de venganza exterminaron a su progenie. Apolo mató a los varones -Amiclas, Argalo, Damasictono, Ismeno, Sípilo, Tántalo e Ilíoneo-, mientras Artemisa segó la vida de las hijas -Cleodoxa, Astínome, Ogigia, Filomela, Cloris, Iante y Eudoxia-, aunque en algunas versiones, como la de Pausanias, una de ellas, Cloris, sobrevivió.

La brutalidad del castigo sumió a Anfión en una desesperación absoluta. Según Ovidio en sus "Metamorfosis", el rey de Tebas no soportó la pérdida y, en un acto de furia y dolor, intentó tomar represalias contra Apolo profanando uno de sus santuarios. Esta blasfemia selló su destino, pues el dios, implacable en su justicia, lo fulminó con su arco, acabando con la dinastía que había llevado a Tebas a la grandeza. Níobe, por su parte, huyó a Lidia, donde, consumida por la tristeza, fue convertida en piedra por los dioses, y se dice que de su forma petrificada brotan lágrimas eternas.

Tras la caída de Anfión y Zeto, el poder en Tebas recayó nuevamente en los descendientes de Cadmo. Según Apolodoro, Layo, legítimo heredero de la casa real tebana, reclamó su derecho al trono y recuperó el gobierno de la ciudad. Su reinado marcaría el inicio de otra trágica historia, pues Layo sería el padre de Edipo, cuyo destino, como bien relatan las tragedias de Sófocles, llevaría a Tebas a un nuevo ciclo de sufrimiento.

Así, la historia de Anfión se enlaza con la de los posteriores monarcas de Tebas, mostrando cómo la voluntad divina y las pasiones humanas tejen el ineludible tapiz del destino. Desde la gloria de las murallas levantadas con música hasta el horror del exterminio de sus hijos, su historia es un recordatorio de que en el mundo de los dioses, la arrogancia y la desesperación pueden llevar incluso a los más favorecidos a una caída sin retorno.

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