Los Ciclos Épicos y la Edad de los Héroes: Los relatos posteriores a la Guerra de Troya, como los ciclos épicos relatados en obras como La Odisea de Homero y Los trabajos y los días de Hesíodo, muestran a los héroes enfrentándose a sus desafíos sin la misma intervención activa de los dioses. Odiseo, aunque guiado por Atenea, sufre tormentos prolongados causados por la ira de Poseidón, sin recibir la ayuda directa y continua de antaño. El proceso de su viaje refleja una época en la que el destino humano ya no es manipulado directamente por la voluntad divina, sino que está regido por fuerzas más impersonales y distantes.
La decadencia de la interacción divina: Hesíodo, en su Teogonía y Los trabajos y los días, sugiere un tiempo pasado en el que los dioses caminaban entre los hombres, como en la Edad de Oro. Sin embargo, el poeta relata cómo los dioses dejaron de mezclarse con los humanos a medida que las edades progresaron hacia la Edad de Hierro, una era de declive moral y distanciamiento divino. Este cambio se ve como una consecuencia de la desconfianza y el agotamiento de los dioses hacia los mortales, después de haber sido testigos de la violencia extrema de la guerra y los actos sacrílegos cometidos durante el saqueo de Troya.
El silencio divino en tragedias y filosofía: En el siglo V a.C., dramaturgos como Eurípides y filósofos como Platón comienzan a reflexionar sobre la ausencia de los dioses en los asuntos humanos. En obras como Las Troyanas y Hécuba, Eurípides presenta a los personajes en un mundo donde la intervención divina parece lejana y los mortales deben enfrentar las consecuencias de la guerra por sí mismos. Los héroes y reyes ya no reciben el favor directo de los dioses, sino que sufren bajo el peso de sus propias decisiones y las acciones de sus iguales.: En El Timeo, Platón ofrece una explicación filosófica sobre la distancia creciente entre dioses y humanos. Describe cómo los dioses, al ver la corrupción y decadencia de la humanidad, se retiraron gradualmente, dejando el gobierno de los asuntos humanos a la razón y el intelecto, en lugar de la intervención divina directa. La guerra de Troya puede verse como el clímax de la intervención divina, después de la cual los dioses prefieren observar desde lejos.
El distanciamiento de los dioses marcó el fin de la Edad Heroica y el comienzo de una nueva era en la que la humanidad quedó sola para enfrentar sus propios destinos. Esto se refleja en la literatura posterior, donde los dioses aparecen menos frecuentemente o se muestran como figuras distantes y silenciosas, como en los poemas de Píndaro y las obras de Sófocles.
La guerra de Troya, por tanto, no solo fue el fin de una era para los héroes, sino también para los dioses. Los inmortales, al ver la magnitud de la violencia y el sufrimiento causado por los hombres, optaron por el silencio y la no intervención, dejando que la humanidad siguiera su propio camino hacia la autodestrucción o la redención. Este cambio marcó un profundo impacto en la percepción religiosa y filosófica de los griegos, que pasaron a depender más de la razón, el destino y el esfuerzo humano en lugar de esperar la ayuda divina.
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