Afrodita es mucho más que la diosa griega del amor: es una
figura arquetípica que ha viajado por siglos y civilizaciones bajo múltiples nombres, rostros y símbolos. Desde la espuma del mar en Chipre hasta los templos de Roma, pasando por cultos orientales y reinterpretaciones modernas, su presencia ha sido mutable pero persistente, encarnando el deseo, la belleza, la fertilidad y el poder de atracción.
En Grecia fue Ἀφροδίτη -Aphrodítē-, en Roma Venus, en Fenicia Astarté, en Sumeria Inanna, en Babilonia Ishtar. Cada cultura la moldeó según sus propias concepciones, pero todas reconocieron en ella una fuerza vital que enlaza lo emocional y lo divino. A veces madre, a veces amante, a veces guerrera, Afrodita no es solo una diosa: es una constelación simbólica, una forma de pensar el vínculo, el cuerpo, el deseo y el Cosmos.
I. Astghik. Armenia
Su culto fue prominente en el panteón
armenio pre-cristiano, desde la era del
Reino de Urartu aproximadamente en el siglo VIII a.n.e. hasta la adopción del cristianismo en el siglo IV. Los pueblos armenios de la antigüedad la veneraban como una deidad central de la fertilidad y el amor, y en su honor se celebraba la festividad de
Vardavar, que involucraba juegos con agua y flores, y que ha perdurado hasta hoy cristianizada.
II. Xochiquetzal. Azteca
Esta diosa fue venerada durante el apogeo del
Imperio Azteca, desde el siglo XIV hasta la conquista española en el siglo XVI. Los
mexicas y los pueblos bajo su dominio la consideraban la patrona de los artesanos, las prostitutas y las parturientas, y sus festividades estaban ligadas a la belleza, las flores y los placeres terrenales.
III. Xochipilli. Azteca
Su culto fue contemporáneo al de
Xochiquetzal, también durante el período del Imperio Azteca entre los siglos XIV y XVI. Los mexicas lo invocaban como el patrón de la alegría, las artes, los juegos, la danza y la fertilidad masculina, asociándolo también con el éxtasis producido por las plantas sagradas y con el amor entre hombres.
IV. Aizen Myōō. Budista japonés
Su veneración se popularizó en
Japón durante los períodos
Heian y
Kamakura, desde el siglo IX hasta el XIV, y continúa en algunas escuelas de budismo esotérico. Monjes y devotos del
Shingon y
Tendai, e incluso cortesanos, lo invocaban para transformar las pasiones y deseos mundanos, como la lujuria, en sabiduría espiritual.
V. Yue-Lao. China
Su figura se consolidó en el folclore chino durante la
Dinastía Tang, entre los siglos VII y X, y su culto persiste en la actualidad. Es una deidad fundamental en la religiosidad popular de
China y la diáspora china, venerado por aquellos que buscan un matrimonio feliz o encontrar a su alma gemela, unida por el hilo rojo del destino.
VI. Tu Er Shen. China
Su culto es relativamente moderno, surgiendo a finales de la
Dinastía Qing en el siglo XVIII, y ha experimentado un resurgimiento en el siglo XXI. Es venerado predominantemente por hombres homosexuales en
China y
Taiwán como una deidad protectora y supervisor de las relaciones entre personas del mismo sexo.
VII. Áine. Celta irlandés
Era una deidad central para los antiguos
celtas gaélicos de
Irlanda, con un culto que se remonta al menos a la Edad del Hierro, hasta el siglo V. Los pueblos del
Reino de Munster, especialmente en el condado de
Limerick, la honraban como diosa de la soberanía, el amor y la fertilidad, y sus festividades se vinculaban al solsticio de verano.
VIII. Huitaca. Chibcha
Fue venerada por la
Confederación Muisca en el altiplano central de la actual
Colombia durante la época precolombina, antes de la conquista española en el siglo XVI. Se la consideraba una deidad rebelde que representaba la liberación sexual, el placer carnal y la embriaguez, en oposición a las estrictas normas sociales.
IX. Oshun. Yoruba
Su culto se originó en el pueblo
yoruba de
Nigeria,
Benín y
Togo, con una historia de milenios que se mantiene vibrante hoy en día. A través de la diáspora africana, su veneración se expandió a las Américas, donde es una de las deidades principales en religiones como la
Santería en
Cuba, el
Candomblé en
Brasil y el
Vudú en
Haití, siendo amada por su asociación con el amor, la belleza y el agua dulce.
X. Erzulie Freda Dahomey. Vudú haitiano
Su figura se desarrolló plenamente en
Haití, especialmente después de la independencia en el siglo XIX, y su culto es muy activo en la actualidad. Los practicantes del
Vudú haitiano la invocan como el espíritu del amor romántico, la elegancia y la pasión, aunque también se la teme por sus celos y su naturaleza demandante.
XI. Bastet. Egipcio
Su culto data del
Imperio Antiguo, alrededor del 2686–2181 a.n.e., pero fue en el
Imperio Nuevo cuando alcanzó su máxima popularidad -durante el Periodo Tardío-, desde el 664 hasta el 332 a.n.e. Los antiguos egipcios, especialmente en la ciudad de
Bubastis, la veneraban masivamente como una deidad protectora del hogar, la fertilidad y la alegría, llegando a momificar millones de gatos en su honor.
XII. Hathor. Egipcio
Una de las diosas más importantes y longevas de
Egipto, fue venerada desde el
Periodo Predinástico, antes del 3100 a.n.e., hasta el
Periodo Ptolemaico, en el 30 a.n.e. Su culto estaba extendido por todo Egipto, con templos principales en
Dendera, y era invocada por todos los estratos de la sociedad, desde el faraón hasta el pueblo, para pedir amor, alegría y protección maternal.
XIII. Inanna/Ishtar. Mesopotámico
Su culto dominó la espiritualidad mesopotámica desde el
periodo sumerio, alrededor del 4000–2400 a.n.e., hasta los
Imperios babilónico y asirio, hasta el siglo I a.n.e. Los sumerios,
acadios, babilonios y asirios la adoraban como la diosa suprema del amor, el sexo, la fertilidad, el poder político y la guerra, siendo su templo en
Uruk un centro de poder económico y religioso.
XIV. Nanaya. Mesopotámico
Aunque su culto es antiguo, ganó una prominencia masiva durante el
Imperio Parto, desde el 247 a.n.e. hasta el 224, especialmente en la ciudad de
Uruk. Los pueblos de la Mesopotamia meridional la veneraban como la personificación del deseo erótico y la sensualidad íntima, a menudo en un círculo cercano al de la diosa Ishtar.
XV. Astarte. Cananeo/Fenicio
Su culto se extendió desde la
Edad del Bronce, alrededor del 3000–1200 a.n.e., hasta la
Edad del Hierro, en el 332 a.n.e. Fue una deidad principal para
cananeos y
fenicios, y su adoración se propagó por todo el Mediterráneo a través del comercio fenicio, siendo asimilada por
egipcios y
griegos, quienes la equipararon con sus propias diosas de la guerra y el amor.
XVI. Qetesh. Egipcio
Su veneración en
Egipto fue prominente durante el
Imperio Nuevo, aproximadamente del 1550 al 1070 a.n.e., un período de gran intercambio cultural con
Canaán y
Siria. Los egipcios la adoptaron de las deidades cananeas, representándola como una diosa sincrética del amor y la belleza sexual, a menudo flanqueada por los dioses
Min y
Reshef.
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