"Prometeo encadenado" por Peter Paul Rubens en colaboración con Frans Snyders (1611-1612)
Biografía del protagonista
Prometeo es un Titán que destaca por su inteligencia, previsión y compasión hacia la humanidad. A diferencia de otros miembros de su estirpe, Prometeo toma partido por los Dioses Olímpicos durante la Titanomaquia, ayudando a Zeus a derrocar a Cronos. Sin embargo, una vez que Zeus alcanza el poder, Prometeo se rebela contra su tiranía al conceder a los mortales el don del fuego y otros conocimientos civilizadores, lo que provoca la ira del nuevo soberano del cosmos.
Como castigo, Prometeo es encadenado a una roca en el remoto Cáucaso, donde un águila —símbolo de Zeus— devora su hígado cada día, el cual se regenera por la noche. A pesar de su sufrimiento, el titán se niega a someterse o a revelar un secreto crucial que podría poner en peligro el reinado de Zeus: el nombre de una mujer destinada a engendrar un hijo más poderoso que su padre.
Personajes principales
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Prometeo: Protagonista de la tragedia, símbolo de resistencia contra el despotismo. Sufre con dignidad, convencido de la justicia de su causa.
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Bía, la Violencia y Cratos, el Poder: Agentes de Zeus que, junto con Hefesto, ejecutan el castigo de Prometeo. Representan la violencia impersonal del poder absoluto.
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Hefesto: Dios del fuego y la forja, encargado de encadenar a Prometeo. Aunque obedece a Zeus, lo hace con pesar.
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Corifea y Coro de las Oceánides: Hijas del titán Océano, compadecen a Prometeo y escuchan su relato. Representan la voz de la compasión y la razón poética.
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Océano: Titán que propone a Prometeo moderarse y reconciliarse con Zeus. Encarnación de la prudencia o el acomodo.
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Ío: Mortal víctima de Zeus, condenada a vagar por el mundo en forma de vaca. Su diálogo con Prometeo une sus destinos en el sufrimiento impuesto por el poder divino.
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Hermes: Mensajero de Zeus, enviado a exigir que Prometeo revele el secreto que amenaza al soberano. Prometeo lo rechaza con orgullo.
Resumen de la tragedia
La obra se abre con la escena del castigo: Prometeo es encadenado a una roca por orden de Zeus, tras haber dado el fuego a los hombres. Bía y Cratos obligan a Hefesto a realizar el trabajo, mientras Prometeo permanece silencioso hasta que quedan solos.
Aparece el Coro de las Oceánides, que escucha el relato de Prometeo sobre los dones que ha concedido a la humanidad —lenguaje, arquitectura, medicina, astronomía—, desafiando la voluntad de Zeus. Su sufrimiento se presenta como consecuencia de un acto de amor hacia los mortales.
Océano intenta convencerlo de que se someta a Zeus, pero Prometeo se niega. Más tarde, aparece Ío, víctima también del dios supremo. Prometeo le predice el final de su tormento y su descendencia: de ella nacerá un héroe que lo liberará, Heracles.
Finalmente, Hermes llega para exigir que revele el secreto que oculta: que una unión de Zeus engendrará un hijo que lo derrocará. Prometeo se niega. Por su desafío, Zeus lo lanza a los abismos, acompañado por un cataclismo.
Zeus, la autoridad en la era de la democracia
Los espectadores que acudían al teatro en Atenas durante el siglo V a. n. e. conocían perfectamente la figura de Prometeo como parte del imaginario religioso y poético panhelénico. Sabían que era un titán benefactor, que había robado el fuego a los dioses y que había sido castigado por Zeus.
El culto a Zeus coexistía con una creciente sensibilidad democrática en Atenas, y la imagen del tirano celeste podía resultar provocadora. La figura de Prometeo podía leerse como símbolo de resistencia contra el autoritarismo, resonando con el ideario ciudadano de la polis. Sin embargo, también había un respeto implícito a la inevitabilidad del orden cósmico, y Esquilo no presenta una rebelión triunfante, sino un conflicto trágico entre voluntad y destino.
La figura del "tirano celeste" -como lo llama el propio Prometeo en la obra- podía interpretarse como una crítica velada al ejercicio arbitrario del poder, algo que los atenienses asociaban con la tiranía reciente o la amenaza persa. Sin embargo, hay que recordar que el culto a Zeus no era incompatible con la democracia: era el garante del orden, pero también de la justicia -Zeus Dikaios-. La provocación radicaba en cómo Esquilo humaniza los defectos de Zeus en la obra.
La lectura de Prometeo como rebelde antiautoritario es válida, pero matizable. Su desafío a Zeus no es anárquico, sino que busca corregir una injusticia, la opresión de los humanos. Es un "benefactor" -su nombre significa "previsión"-, no un revolucionario. Aquí la conexión con la polis es clave: el héroe trágico sufre por desafiar los límites, pero su sacrificio tiene un valor ético para la comunidad. Prometeo encarna el hybris, pero también la compasión -Eleos-, algo que resonaría con el ideal cívico ateniense.
Lo más interesante es la observación sobre la "inevitabilidad del orden". Esquilo no glorifica la rebelión: Prometeo es castigado, y aunque el mito posterior sugiere su liberación -en "Prometeo Liberado", obra perdida-, el mensaje es ambivalente. La tragedia explora el precio del progreso (el fuego robado a los dioses) y los límites de la agencia humana. El destino, las Moiras, eran un pilar de la cosmovisión griega, y ni siquiera Zeus podían violar sus mandatos, de ahí que en algunas versiones Prometeo sabe un secreto que amenaza su reinado. Esto refleja la tensión entre nomos, la ley humana, y la physis, el orden natural, central en el pensamiento presocrático.
El fragmento acierta al señalar que la obra no es una exaltación simplista de la resistencia, sino una reflexión sobre el costo de desafiar jerarquías establecidas. La tragedia griega, como instrumento cívico, invitaba a los ciudadanos a contemplar estas contradicciones sin resolverlas del todo. El uso de coros femeninos (las Oceánides) y la ausencia de acción externa refuerzan el tono meditativo y simbólico.
Tres citas destacadas
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«A todos los hombres he puesto en su interior la esperanza ciega»– Prometeo expresa cómo otorgó no solo el fuego, sino también la ilusión que permite a la humanidad soportar su destino.
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«Detesto a todos los dioses. El bien que hice a los hombres ha sido mi perdición»– Una declaración frontal contra el poder divino, que subraya la injusticia del castigo.
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«Yo sé el porvenir y no cederé ante la fuerza»– Prometeo afirma su sabiduría y su determinación, rehusando someterse incluso ante el supremo castigo.
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