Juto: el linaje olvidado de Helén y su papel en la estructura del mundo griego
La tradición griega antigua construyó una genealogía común para explicar la procedencia y diversidad de los pueblos helenos. En el centro de esta red de parentescos se encuentra Helén, hijo de Deucalión y Pirra, quien dio origen a los linajes griegos más importantes a través de sus hijos: Doro, Eolo y Juto. Mientras que Doro y Eolo se asociaron desde el principio con grupos étnicos visibles y de protagonismo político -los dorios y los eolios-, Juto ocupa un lugar más discreto. Su ninguneada figura encarna el papel del vínculo, la transferencia y la legitimidad, sin asumir un protagonismo territorial o militar propio.
I. La figura de Juto según las fuentes clásicas
Juto es un personaje clave para la genealogía de los pueblos, pero sin tierra propia. Su nombre aparece en griego antiguo como Ξοῦθος (transliterado Xouthos), forma que ha dado lugar tanto a ‘Juto’ como a ‘Xuto’ en las traducciones modernas. En la "Biblioteca" de Apolodoro, se le presenta como el hijo menor de Helén. A diferencia de sus hermanos, no funda un pueblo que lleve su nombre. Su relevancia, sin embargo, se mantiene a través de su descendencia: Aqueo e Ión, quienes engendrarán a los aqueos y a los jonios respectivamente.
En algunos relatos, como los mencion ados por Pausanias, se dice que Juto fue expulsado por sus hermanos del territorio heredado de Helén, y que se refugió en el Peloponeso, donde se casó con Creúsa, hija del legendario rey ateniense Erecteo. Esta alianza con la casa ática le confiere un papel de mediador entre los pueblos del norte -tesalios- y del sur -áticos y peloponesios-.
Juto, por tanto, no representa una etnia concreta, sino una función genealógica esencial: es el canal mediante el cual los pueblos del sur pueden reclamar legitimidad desde el linaje de Helén sin pertenecer directamente a los dorios o eolios.
II. Su función en la narrativa helénica
El nombre “Juto” no da lugar a un etnónimo directo. Esto ha llevado a pensar que se trata de una figura de origen posterior, construida para resolver vacíos en la narrativa de los orígenes. La genealogía helénica necesitaba explicar por qué los jonios y aqueos —dos grupos fundamentales— no descendían directamente de Doro o Eolo. Juto aparece entonces como una figura bisagra, necesaria para legitimar políticamente a los grupos que se desarrollaron en el Ática, Beocia y el Peloponeso septentrional tras la caída del mundo micénico.
Los jonios, en particular, necesitaban una narrativa de origen que los conectara con Helén sin que eso implicara identificarse como dorios. Dado que Atenas nunca fue invadida por los dorios -según la tradición-, el linaje de Juto fue adoptado como explicación genealógica de su antigüedad y nobleza, fortalecida además por el matrimonio de Juto con la princesa ateniense Creúsa. De este modo, Juto sirve como anclaje genealógico para los pueblos que no participaron en el Retorno de los Heráclidas tras la caída de la civilización micénica, esto es, la migración doria que, según las tradiciones, reclamó territorios en nombre de los descendientes de Heracles.
III. La función política de Juto
Desde el punto de vista arqueológico, no existe ninguna cultura o asentamiento asociado a un "pueblo juto". No hay cerámicas, necrópolis ni inscripciones que lleven su nombre. Esto refuerza la idea de que Juto no representa un grupo humano definido, sino que es un personaje simbólico dentro del sistema de relaciones políticas entre los distintos pueblos griegos.
Algunas tradiciones tardías afirman que Juto reinó en Leontinos, región que supuestamente habría sido llamada Jutia en su honor, aunque no existen registros arqueológicos ni epigráficos que lo confirmen. Estos territorios donde se dice que Juto se estableció —especialmente el Ática y partes del Peloponeso septentrional— muestran una notable continuidad entre el colapso del mundo micénico y el surgimiento del mundo arcaico. En este contexto, la figura de Juto sirve como puente narrativo entre el pasado micénico y las nuevas identidades emergentes, sin necesidad de dejar rastros físicos propios. Su papel recuerda al de ciertos patriarcas de otras tradiciones culturales: no por su hazaña militar o territorial, sino por su posición estratégica dentro del árbol genealógico.
IV. Mediación y continuidad
Juto es una figura sin territorio, sin ejército y sin culto heroico conocido. Pero precisamente por eso su rol es político, simbólico y estructural. Representa la mediación entre el linaje de Helén y los grupos que no participaron en la conquista doria. Simboliza la legitimación genealógica de pueblos no invasores, como los atenienses o los jonios y la continuidad cultural entre el mundo micénico y las nuevas identidades del Hierro.
En lugar de encarnar un pueblo guerrero, Juto encarna una transición pacífica, un acuerdo silencioso entre pasado y futuro. Su invisibilidad arqueológica es paralela a su eficacia narrativa.
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