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Las Amazonas

"Las Amazonas" de Johann Heinrich Wilhelm Tischbein (1787)
Las Amazonas, las legendarias guerreras de la antigüedad, formaban una sociedad de mujeres indómitas, valientes y hábiles en la batalla. Su existencia ha sido motivo de debate, pero las fuentes antiguas las presentan como un pueblo real con costumbres singulares y un vínculo especial con la diosa Artemisa.

El origen de las Amazonas se remonta a Ares, el dios de la guerra, y a Harmonía, una ninfa del bosque. Esta ninfa no guarda ninguna relación con Cadmo. De su unión nació la primera Amazona, quien, según diversas tradiciones, fue Otrera. Esta mujer fue la fundadora del linaje, convirtiéndose en la primera reina de las Amazonas y en la consorte de Ares. Con él engendró a Hipólita, Pentesilea, Antíope y Melanipe, algunas de las más célebres guerreras de su estirpe.

Las Amazonas crecieron como un pueblo autosuficiente, sin depender de los hombres. Solo los buscaban para la procreación, y si daban a luz varones, los enviaban de regreso a sus padres o, en algunas versiones más radicales, los sacrificaban. Entrenaban desde pequeñas en el uso del arco, la lanza y la equitación, pues su dominio del caballo era legendario. Su lema era claro: la independencia y la fuerza estaban por encima de cualquier lazo con el mundo masculino.

El culto de Artemisa estaba profundamente arraigado en la sociedad amazónica. Como diosa de la caza y de la naturaleza salvaje, Artemisa era una deidad suprema para estas guerreras que vivían lejos de la civilización y de las normas impuestas por los hombres. En muchas representaciones, se muestra a las Amazonas rindiéndole culto, participando en ritos en su honor y pidiéndole protección en la batalla.

El Templo de Artemisa en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo antiguo, fue construido por pueblos que se identificaban con la adoración amazónica. Pausanias menciona que las propias Amazonas habrían erigido los primeros santuarios dedicados a la diosa en Asia Menor. Su devoción era tal que muchas veces se las representaba con vestimentas similares a las de la diosa cazadora: túnicas cortas, arcos y carcajes repletos de flechas.

Heródoto, en su "Historias", menciona que las Amazonas habitaban en las regiones más allá del Mar Negro, en la estepa escita. Se las identificaba con las sármatas, un pueblo nómada donde las mujeres guerreras no eran una excepción. Otros relatos las ubican en las costas del río Termodonte, en la actual Turquía, donde se decía que su ciudad principal era Temiscira. Desde allí, lanzaban incursiones, atacaban ciudades y demostraban su destreza en la guerra.

Las Amazonas no solo eran célebres por su destreza en la caza y la equitación, sino también por los épicos enfrentamientos que protagonizaron contra algunos de los héroes más renombrados de la tradición griega. Estos combates, narrados en diversas fuentes antiguas, reflejan la ferocidad y el espíritu indomable de estas guerreras, quienes desafiaron a los más grandes sin temor.

Uno de los episodios más famosos es la guerra entre las Amazonas y Atenas, desencadenada por el rapto de la reina Antíope a manos de Teseo. Según la tradición, Teseo acompañó a Heracles en su expedición contra las Amazonas y, al regresar a Atenas, se llevó consigo a Antíope, o en algunas versiones, esta se enamoró del héroe y decidió acompañarlo voluntariamente. Sea como fuere, las Amazonas no toleraron la afrenta y marcharon sobre Atenas en un intento por recuperar a su reina. La batalla, conocida como la Amazonomachia, fue feroz y se libró en el corazón de la ciudad. Finalmente, los atenienses lograron repeler a las invasoras, y Antíope, quien para entonces había dado a luz a Hipólito, murió en el conflicto, ya fuera luchando junto a sus hermanas o asesinada por Teseo según algunas versiones.

Otro enfrentamiento célebre tuvo lugar durante la Guerra de Troya, cuando la reina Pentesilea acudió en ayuda de los troyanos con un grupo de Amazonas dispuestas a combatir a los griegos. La llegada de Pentesilea supuso un refuerzo crucial para el asediado pueblo troyano, pues su habilidad con la lanza y el arco era inigualable. Sin embargo, en un feroz combate, la reina amazona se encontró cara a cara con Aquiles, el más temido de los guerreros griegos. La lucha entre ambos fue intensa, pero finalmente Aquiles la abatió con su lanza. En ese instante, al retirar su casco y ver su rostro, el héroe quedó prendado de su belleza, un sentimiento que llegó demasiado tarde. Algunas versiones sugieren que, abrumado por el remordimiento, mató a uno de sus propios compañeros que se burló de su dolor por haber matado a alguien tan noble.

Heracles también tuvo su propio enfrentamiento con las Amazonas durante uno de sus doce trabajos. Euristeo, el rey que le impuso sus pruebas, le ordenó apoderarse del cinturón de Hipólita, un objeto mágico que la reina amazona poseía y que había recibido como obsequio de Ares. Heracles, acompañado de un grupo de compañeros, viajó hasta Temiscira, la ciudad de las Amazonas, y al principio parecía que Hipólita accedería a entregarle el cinturón de manera pacífica. Sin embargo, la diosa Hera, enemiga acérrima de Heracles, sembró la discordia entre las Amazonas, haciéndoles creer que los griegos habían venido a raptar a su reina. Enfurecidas, las guerreras atacaron, y en la batalla que siguió, Heracles mató a Hipólita y se llevó el cinturón, completando así su trabajo.

Si bien la leyenda de las Amazonas ha sido considerada en muchos casos como un relato fantástico, el hallazgo de tumbas en la región del Cáucaso ha revelado esqueletos de mujeres con deformaciones óseas producto del uso continuo del arco y heridas de batalla. Estas evidencias arqueológicas sugieren que, en efecto, existieron sociedades donde las mujeres tenían un rol militar importante, quizás inspirando los relatos de la antigüedad.

Curiosamente, su nombre quedó grabado en la geografía. Cuando los exploradores europeos llegaron a Sudamérica y vieron a las tribus indígenas donde las mujeres luchaban junto a los hombres, las compararon con las míticas guerreras de la antigüedad. Así nació el nombre del río Amazonas y, con él, el de la vasta selva que hoy cubre buena parte de América del Sur.

Estos relatos, más allá de ser meras historias de guerra, reflejan el temor y la admiración que los griegos sentían por las Amazonas. Eran vistas como un pueblo fuerte y valeroso, capaz de desafiar a los más grandes héroes sin vacilación. Su presencia en los mitos no solo representa un desafío al orden heroico masculino, sino que también refuerza su lugar como una sociedad autónoma y orgullosa que nunca se rindió sin luchar.

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