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La maldición de Midas

La historia del Rey Midas ha resultado tan popular como moralizante a lo largo de los siglos, reflejando las consecuencias de la ambición humana. Midas fue un rey de Frigia, un antiguo reino de Asia Menor, en lo que hoy es parte de Turquía. 

El lugar nos puede resonar por el gorro frigio, usado por figuras como el dios Mitra y los esclavos libertos romanos. En la antigüedad, el gorro frigio era una prenda común entre los frigios y otros pueblos anatolios. Este gorro cónico y flexible se convirtió en un símbolo de libertad y emancipación en varias culturas posteriores, incluyendo la Revolución Francesa, donde los revolucionarios adoptaron simbólicamente el gorro frigio en su lucha contra la opresión.

La vida de Midas quedó marcada por dos episodios principales: su encuentro con Dioniso y su desafortunado enfrentamiento con Apolo.

Midas era hijo de Gordias, el fundador de la ciudad de Gordion, y de Cibeles, una diosa frigia asociada con la naturaleza y la fertilidad. Según la leyenda, Gordias llegó a ser rey de Frigia cuando un oráculo predijo que el próximo gobernante llegaría en un carro tirado por bueyes. Gordias cumplió esta profecía al entrar en la ciudad en su carro, y los frigios lo coronaron como su rey. Midas, su hijo, heredó el trono y se convirtió en un monarca conocido por su inclinación hacia la opulencia y el esplendor, características que definirían su reinado.

Midas se casó con una mujer llamada Demódice -también conocida como Hermódice en algunas versiones-, con quien tuvo una hija llamada Zoe. Sin embargo, su vida familiar no fue especialmente destacada en las fuentes, ya que su legado se centra más en sus interacciones con los dioses y sus decisiones como rey.

El episodio más famoso de la vida de Midas es su encuentro con Dioniso, el dios del vino y el inconsciente. Según el mito, Midas ayudó a Sileno, un viejo sátiro y compañero de Dioniso, quien se había perdido tras una de sus juergas. Lo trató con amabilidad y le ayudó a encontrar su camino de retorno a Dioniso. Agradecido, el dios le concedió a Midas un deseo. El rey, movido por su avaricia, pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro.

Al principio, Midas estaba encantado con su nuevo poder. Tocaba ramas, piedras y objetos, y estos se transformaban en oro puro. Sin embargo, pronto se convirtió en una pesadilla. Cuando intentó comer, los alimentos se convertían en oro, y cuando abrazó a su hija Zoe, ella también se transformó en una estatua dorada, un objeto más. Desesperado, Midas suplicó a Dioniso que revirtiera el don. El dios, compadeciéndose de él, le dijo que se bañara en el río Pactolo para liberarse de su deseo concedido. Midas obedeció, y desde entonces, se dice que el río Pactolo llevaba arenas de oro. Al sumergirse en las aguas del río, el rey logró devolver a Zoe a su forma humana.

En algunas versiones, Lityerses también es considerado otro hijo del Rey Midas, aunque este personaje no es tan conocido como otros aspectos su vida. Lityerses es una figura oscura y siniestra, asociada con la agricultura y la siega, pero también con la crueldad y la violencia. Su historia añade un matiz sombrío al legado de Midas.

El príncipe fue conocido principalmente por ser un segador extremadamente hábil que desafiaba a los viajeros y extranjeros a competir con él en la siega de los campos. Aquellos que perdían en estas competiciones eran decapitados por Lityerses, quien luego envolvía sus cuerpos en gavillas de trigo. Este macabro ritual se convirtió en una especie de tradición sangrienta asociada a su nombre.

Aunque Lityerses es mencionado como hijo de Midas en algunas fuentes, no hay muchos detalles sobre su relación con el rey. Es posible que su crueldad y violencia fueran vistas como un contraste con la riqueza y opulencia asociadas a Midas, o quizás como una extensión de los excesos y desequilibrios que caracterizaron la vida del rey. Sin embargo, Lityerses no es una figura central en los relatos sobre Midas, y su historia parece haberse desarrollado de manera independiente en las tradiciones locales de Frigia.

El segundo gran episodio en la vida de Midas fue su enfrentamiento con Apolo, el dios de la música y las artes. Según la tradición, Pan, el espíritu libre y señor de los pastores y los rebaños, desafió a Apolo, el dios de la música, a una competencia musical. El juez del concurso musical sería el Monte Tmolos. Durante la competencia, Apolo y Pan hicieron un alarde de sus talentos para determinar quién hacía la mejor música. Tmolos, la deidad del monte, declaró a Apolo como el vencedor debido a la belleza y perfección de su música.

Sin embargo, el rey Midas, quien estaba presente en el concurso, no estuvo de acuerdo con la decisión de Tmolos y expresó su preferencia por la música de Pan. Como resultado de su desacuerdo, Apolo castigó a Midas transformando sus orejas en las de un burro.

Avergonzado, Midas intentó ocultar sus nuevas orejas bajo un gorro frigio, pero su secreto fue descubierto por su barbero. Este, incapaz de guardar el secreto, cavó un hoyo en la tierra y susurró la verdad, pero las cañas que crecieron en ese lugar repitieron la frase cada vez que soplaba el viento: "El rey Midas tiene orejas de burro". Así, su humillación se hizo pública.

En algunas versiones del mito, Midas eventualmente fue liberado de la maldición gracias a la intervención de otros dioses o por sus propias acciones piadosas, lo que sugiere que no tuvo que vivir sus últimos días con las orejas de burro. Sin embargo, la mayoría de los relatos no detallan claramente cuánto tiempo mantuvo el castigo.

En cuanto a su hijo, Lityerses, tuvo un final dramático. Según narran, Heracles -figura oomnipresente en los últimos relatos- se encontró con Lityerses durante uno de sus viajes. Heracles aceptó el desafío de competir en la siega y, como era de esperar, superó fácilmente al cruel segador. Tras ganar la competición, Heracles decapitó a Lityerses, poniendo fin a su reinado de terror. Este acto fue visto como una liberación para los habitantes de la región, que habían padecido el reinado de terror impuesto por el príncipe.

Sobre la muerte del rey, no está claramente documentada en las fuentes clásicas, pero algunas versiones sugieren que Midas murió de hambre debido a su incapacidad para comer después de su deseo del toque de oro, aunque esto parece contradecir el hecho de que Dioniso lo liberara del don. Otras tradiciones indican que Midas vivió el resto de sus días como un hombre más humilde, aprendiendo de sus errores.

El legado de Midas perdura como un símbolo de los peligros de la avaricia y la arrogancia. Su historia ha sido interpretada como una advertencia sobre los límites del deseo humano y las consecuencias de desafiar a los dioses. Aunque su reinado estuvo marcado por la riqueza y el esplendor, su vida también fue una tragedia llena de lecciones proverbiales. La principal, "ten cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir"

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