Ir al contenido principal

La fundación del Oráculo de Delfos

"Apolo y la serpiente Pitón" por Petrus Paulus Rubens (1636-1637)

El Oráculo de Delfos, uno de los centros de adivinación más importantes del mundo helénico, tuvo su origen en la lucha de Apolo contra la serpiente Pitón. Este monstruo, engendrado por Gea, habitaba en los alrededores de Delfos y custodiaba un antiguo oráculo vinculado a la diosa de la Tierra. Temido por su tamaño y poder, Pitón representaba una fuerza primordial y arcaica, anclada en un tiempo en el que los oráculos pertenecían a divinidades ctónicas.

Cuando Apolo, recién nacido, creció con rapidez y reclamó su lugar entre los dioses, descendió al valle de Delfos armado con su arco y sus flechas doradas. Su propósito no era solo eliminar una amenaza, sino también establecer su propio santuario, un lugar donde los humanos pudieran acudir en busca de guía divina. En una feroz batalla, Apolo disparó sus flechas certeras y abatió a la serpiente, cuya sangre manchó la tierra sagrada.

Sin embargo, el acto de matar a Pitón no quedó sin consecuencias. Como la serpiente era descendiente de Gea y protectora del antiguo oráculo, Apolo tuvo que purificarse antes de asumir su papel como dios de la profecía. Buscó la expiación en la región de Tempe, donde cumplió un período de purificación ritual. Solo después de este proceso, pudo regresar a Delfos y reclamar su santuario.

Para honrar la memoria de Pitón, Apolo instituyó los Juegos Píticos, celebrados cada cuatro años en Delfos. Además, la sacerdotisa de su oráculo fue llamada Pitia o pitonisa, en recuerdo de la criatura vencida. Sentada en un trípode sobre una grieta en la tierra, la Pitia entraba en trance, canalizando la voz de Apolo para responder a las preguntas de los consultantes.

Así, Delfos se convirtió en el centro espiritual del mundo griego, donde reyes, generales y ciudadanos comunes acudían en busca de consejo divino. Apolo, al desplazar el antiguo poder ctónico de Gea y establecer su dominio sobre la profecía, reafirmó su papel como dios de la luz, el conocimiento y la armonía.

El Oráculo de Delfos hunde sus raíces en tradiciones muy antiguas. Las primeras prácticas oraculares posiblemente datan de la Edad del Bronce, siglo XVI-XI a.n.e. Según los relatos más primitivos, durante el período micénico, el lugar estaba consagrado a Gea, la diosa primordial de la Tierra. Heródoto y Pausanias mencionan que en aquellos tiempos la sacerdotisa del oráculo recibía sus visiones a través de emanaciones de la tierra. 

Fue en el siglo VIII a.C. cuando el oráculo adquirió una influencia considerable dentro del mundo griego con la consolidación del culto a Apolo. Los primeros templos de piedra construidos en honor a Apolo datan del siglo VII a.C., aunque la estructura original fue destruida por un incendio en el siglo VI a.C. Posteriormente, la ciudad helénica reconstruyó el santuario con mayor esplendor, un reflejo de su creciente prestigio.

El templo que hoy se observa en ruinas pertenece a la reconstrucción del siglo IV a.C., levantada tras un terremoto que destruyó la estructura anterior. Durante siglos, Delfos se mantuvo como el centro espiritual de Grecia, atrayendo peregrinos y gobernantes que buscaban la palabra de Apolo. Con la llegada de la era romana, su influencia comenzó a decaer hasta que, en el siglo IV, el emperador Teodosio I ordenó su cierre definitivo como parte de la erradicación de los antiguos cultos, culminando con aproximadamente 1800 años de tradición oracular.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adonia: el regreso con Perséfone

La celebración de la Adonia, tal como lo hemos adelantado, consiste en pequeños rituales muy significativos. En primer lugar, un “brindis fúnebre” por la vida que dejamos.  Utilizamos para ello zumo de granada mezclado con alguna bebida alcohólica -preferentemente Ratafía-. La ratafía, hecha con la sangre de la menta -entre otras hierbas silvestres- será nuestro último trago. Se exprime la granada y sus semillas caen y se mezclan con la bebida y se toma de un golpe.  El simbolismo de la semilla de granada -la cual condenó a Perséfone al Hades-, y su consumo se hace en honor al engaño con el que Hades que nos conduce a la muerte.   La granada era una planta con la que se decoraban los monumentos fúnebres. Por eso, posteriormente cogemos una granada entera y sin cortar por persona, velas pequeñas y nos vamos en dirección al cementerio una vez caída la noche. Esa granada que arrojamos será nuestro alimento y reserva para el más allá. Lo ideal es subir a un montículo p...

Adonia, el regreso con Perséfone

La Adonia  es un rito anual de carácter funerario y simbólico que se celebra en honor a Adonis , ligado profundamente al ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. Su representación incluye elementos de despedida y preparación para el más allá , siguiendo tradiciones que datan de la antigua Grecia. Aunque el culto histórico a Adonis tiene raíces orientales , fue ampliamente adoptado en Grecia, especialmente en Atenas, donde se mezclaron los elementos locales con los rituales importados, convirtiéndose en una celebración significativa del calendario religioso. El rito comienza con un " brindis fúnebre ", utilizando zumo de granada , una fruta de connotaciones simbólicas profundas. En textos antiguos como los Himnos Homéricos  se menciona la granada en relación con Perséfone , hija de Deméter , quien al consumir sus semillas quedó condenada al inframundo, lo que da inicio al mito del ciclo estacional y su estadía en el Hades . El zumo, mezclado con ratafía -un licor el...

"El estudiante de Salamanca" por José de Espronceda

     Era más de media noche, antiguas historias cuentan, cuando en sueño y en silencio lóbrego envuelta la tierra, los vivos muertos parecen, los muertos la tumba dejan. Era la hora en que acaso temerosas voces suenan informes, en que se escuchan tácitas pisadas huecas, y pavorosas fantasmas entre las densas tinieblas vagan, y aúllan los perros amedrentados al verlas: En que tal vez la campana de alguna arruinada iglesia da misteriosos sonidos de maldición y anatema, que los sábados convoca a las brujas a su fiesta. El cielo estaba sombrío, no vislumbraba una estrella, silbaba lúgubre el viento, y allá en el aire, cual negras fantasmas, se dibujaban las torres de las iglesias, y del gótico castillo las altísimas almenas, donde canta o reza acaso temeroso el centinela. Todo en fin a media noche reposaba, y tumba era de sus dormidos vivientes la antigua ciudad que riega el Tormes, fecundo río, nombrado de los poetas, la famosa Salamanca, insigne en armas y letras, patria d...