Las náyades tenían la capacidad de influir en el flujo y la pureza del agua en la que residían. Se las creía benévolas y protectoras de los cuerpos de agua, proporcionando
sustento y vida a las criaturas y plantas acuáticas.
También desempeñaban un papel importante en las historias y leyendas, a menudo interactuando con dioses y héroes. Según la tradición, Apolo tomó la forma de un pastor para acercarse a Ánfisa. No era la primera vez que el dios utilizaba este recurso: ya con Coronis y Dafne, su relación con la vida silvestre y los paisajes agrestes marcaba el tono de sus encuentros amorosos. En el caso de Ánfisa, el dios la encontró en los valles regados por el Peneo, una tierra fértil y envuelta en la esencia de la naturaleza sagrada.
El Peneo es un río en Grecia, conocido también como el río Pineios. Fluye a través de la región de Tesalia, en el centro del país. El río nace en las montañas del Pindo y atraviesa el valle de Tempe antes de desembocar en el mar Egeo. Es uno de los ríos más importantes de Grecia y ha sido mencionado en varios relatos.
El simbolismo del pastor en la figura de Apolo es esencial. Aunque a menudo es visto como un dios solar, profético y guerrero, también tenía un aspecto más sereno, como cuando fue penalizado a cuidar del ganado investido de pastor, vinculando al dios a la vida rural. Un momento histórico en la vida del dios que narraremos muy próximamente.
En los paisajes bucólicos la lira resuena en los valles y Apolo evoca la luz radiante del día, la calma de los campos y la protección de los rebaños. Esta faceta de Apolo lo hacía particularmente seductor para ninfas y jóvenes que habitaban los bosques y ríos.
La identidad de Ánfisa varía según las fuentes antiguas, lo que ha generado cierta confusión sobre su origen y naturaleza. Existen dos principales versiones sobre su linaje, cada una con implicaciones distintas dentro de la tradición dodecateísta.
En otra de las versiones, Ánfisa es presentada como hija de Macareo y descendiente de Éolo, lo que la inscribe dentro de una genealogía humana, vinculada a linajes reales y nobles de la antigua Hélade. En este relato, también se la considera la epónima de la ciudad de Anfisa en Lócrida Ozolia, es decir, la figura que da nombre a este asentamiento. Su papel en la historia estaría relacionado con la fundación o la consolidación de esta comunidad, otorgándole un significado dentro de la estructuración política y territorial de la región.
Dado que Apolo tiene una estrecha vinculación con ninfas y divinidades fluviales en numerosas ocasiones, la versión de Ánfisa como hija de Peneo y, por lo tanto, una náyade, resulta más coherente dentro de la estructura narrativa de la tradición griega. No obstante, la existencia de ambas versiones demuestra cómo ciertos personajes podían adquirir diferentes roles según el contexto regional y la evolución de los relatos a lo largo del tiempo.
Las fuentes no detallan si Ánfisa resistió los encantos de Febo o si fue voluntariamente su amante, pero de su unión nació Ánfiso, quien, al igual que muchos hijos de Apolo, heredó un destino modesto si lo comparamos con los poderes de su padre.
Desde su nacimiento, Ánfiso estuvo marcado por la estirpe divina de su padre y la conexión con la tierra de su madre. Como otros descendientes de dioses, no se conformaría con una existencia común: su papel como héroe fundador, le daba renombre a las ciudades y aseguraban el favor de los dioses sobre ellas.
Su primera hazaña, y la que lo inscribió en la memoria de los helenos, fue la fundación de la ciudad de Anfisa, en Lócrida Ozolia, en la costa norte del Golfo de Corinto, La fundación de una ciudad era un acto de inmensa importancia en la tradición griega y generalmente establecía una conexión divina con un asentamiento en particular. En muchas polis, los fundadores eran recordados y venerados incluso siglos después de su muerte.
Los locrios ozolos del Golfo de Corinto eran bravos guerreros. Durante la Guerra del Peloponeso, 431 - 404 a.n.e., los locrios ozolos fueron descritos por el historiador Tucídides como medio salvajes, similares a los etolios y acarnanios en su vestimenta y armamento. Esta descripción refleja la percepción que los griegos más "civilizados" tenían de las tribus más alejadas y menos urbanizadas.
La Liga Etolia fue una federación de ciudades de la región de Etolia en la antigua Grecia, formada a principios del siglo IV a.n.e. La Liga adquirió importancia en el siglo III a.n.e., cuando se opuso a la Liga Aquea y pronto dominó todo el centro de Grecia desde el mar Jónico hasta el mar Egeo. Controló zonas del Peloponeso, Tesalia, Tracia y Asia Menor.
En el año 220 a.n.e., la Liga Etolia entró en conflicto con el joven Filipo V de Macedonia, quien la derrotó, lo que obligó a la Liga a aliarse con los romanos, que también luchaban contra Filipo. Este fue vencido finalmente en la batalla de Cinoscéfalas en el 197 a.n.e., pero los etolios, al no poder recuperar sus posesiones que estaban en manos de su victorioso aliado, se unieron a Antíoco III de Siria para luchar contra Roma. Cuando aquel fue derrotado por Roma en el 190 a.C., los etolios también se rindieron al año siguiente.
La Liga Etolia se disolvió formalmente en el 167 a.n.e., marcando el fin de su influencia en la región y la consolidación del poder romano en Grecia.
El hecho de que Ánfiso fuera hijo de Apolo consolidaba su papel como un héroe sagrado. La tradición griega vinculaba a los hijos del dios con el establecimiento de la civilización y el orden, De este modo, el linaje de Ánfiso le otorgaba legitimidad como líder y fundador, asegurando que su ciudad estuviera bajo el poder y la protección de su padre.
Más allá de esto, poco se sabe sobre del reinado de Ánfiso o su descendencia, pero su figura perduró en la memoria de la región. Como ocurre con muchos héroes fundadores, es probable que su culto estuviera presente en Anfisa, ya que estas figuras a menudo recibían honores heroicos por parte de sus ciudadanos.
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