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Amphidromia

La Amphidromia era una ceremonia crucial en la vida de un recién nacido en la Antigua Grecia, marcando su aceptación en la familia y su introducción a los dioses del hogar. Generalmente, se realizaba en el quinto o séptimo día después del nacimiento y tenía un carácter tanto religioso como social. Este rito aseguraba la integración del neonato en la oíkos, la unidad familiar, y en la comunidad, al mismo tiempo que garantizaba su protección divina.

Un nacimiento no implicaba automáticamente su reconocimiento dentro de la familia. En una sociedad donde la mortalidad infantil era alta, los primeros días de vida eran inciertos. La Amphidromia representaba el momento en el que el padre aceptaba formalmente al hijo, reconociéndolo como legítimo y permitiéndole formar parte de la genealogía familiar. Además, la ceremonia tenía una dimensión religiosa, ya que el recién nacido era presentado a los dioses protectores del hogar, los cuales garantizarían su bienestar.

Uno de los primeros actos en la Amphidromia era el baño ritual, un paso fundamental en la transición del neonato desde el estado de vulnerabilidad a su integración en la vida familiar. En este rito, el recién nacido era lavado con agua y aceite, un acto simbólico para fortalecerlo y asegurar su salud.

El baño se realizaba en el gineceo, la parte de la casa reservada para las mujeres y los niños. Generalmente, las encargadas de este ritual eran la madre y las esclavas de confianza, aunque en algunas ocasiones podían participar nodrizas o parteras que hubieran asistido al parto. Este acto simbolizaba la purificación del neonato antes de su presentación oficial.

La ceremonia tenía lugar en el hogar familiar, en presencia de los parientes más cercanos. Durante la celebración, el padre o un miembro de la familia tomaba al recién nacido y lo llevaba corriendo alrededor del hogar, hestía, el centro simbólico y religioso de la casa. Este acto era crucial, ya que implicaba que el recién nacido era presentado a Hestia, la diosa del hogar, y quedaba bajo su protección. Correr en círculo por el hogar con el bebé en brazos antes de colocarlo cerca del altar, completaba su integración en la oikos

Posteriormente, se realizaban ofrendas a los dioses domésticos, entre ellos: Hestia, la protectora del hogar y la familia; Zeus Herkeios, dios de la protección del linaje; y Apolo, en su papel de protector de la juventud y la salud. En algunos casos, se hacía una libación y se quemaban ofrendas en el altar doméstico, solicitando así la bendición divina sobre el recién nacido.

En contadas excepciones, si el padre rechazaba al bebé, lo abandonaba en la puerta o fuera de la casa, dejando su destino en manos de otros ciudadanos que podían adoptarlo o dejarlo morir.

A diferencia de otras culturas, en Grecia no se daba nombre a los hijos inmediatamente después de su nacimiento. La Amphidromia no solía incluir la imposición del nombre, ya que este podía ser decidido en una ceremonia posterior, en el décimo día, conocida como Dekátē. No obstante, en muchas ocasiones el padre anunciaba el nombre del hijo durante la Amphidromia, especialmente si se trataba del primogénito, quien solía recibir el nombre de su abuelo paterno como forma de honrar la continuidad familiar.

Los parientes y amigos cercanos traían regalos para el recién nacido, los cuales variaban según el género del recién nacido. Entre los obsequios más comunes estaban las guirnaldas de lana: colocadas en la puerta de la casa, de olivo para los niños -símbolo de fuerza y victoria- y de lana para las niñas, asociada al rol doméstico y a la fertilidad. Los amuletos y collares protectores, muchas veces con imágenes de dioses o símbolos de buena fortuna, pretendían proteger al recién nacido de los malos espíritus y ejercer de buenos augurios. Las pequeñas figurillas o juguetes, eran regalos habituales, especialmente si el neonato era varón.

La celebración solía ser breve, centrada en la presentación del bebé y los rituales asociados. Sin embargo, podía extenderse con un pequeño banquete familiar, donde se compartía comida y se regocijaban en el evento. La madre, quien había estado en estado de impureza tras el parto, era purificada en esta ocasión y podía volver a participar plenamente en la vida familiar y religiosa.

Los participantes principales eran los padres, los hermanos, si los había, y los parientes cercanos. No se trataba de una gran festividad pública, sino de un rito íntimo en el ámbito doméstico.

La práctica de la Amphidromia se mantuvo vigente durante toda la Época clásica y siguió en uso en los períodos helenístico y romano, aunque con ciertas variaciones. En tiempos posteriores, la influencia de otras culturas llevó a modificaciones en la celebración, pero la idea de presentar formalmente al neonato a la familia y a los dioses continuó siendo una tradición esencial.

Existen diversas menciones sobre la Amphidromia en textos antiguos. Aristófanes, en sus comedias, hace referencias a esta costumbre, mostrando su importancia dentro de la sociedad ateniense. También Plutarco menciona aspectos del ritual en sus escritos sobre costumbres griegas. Además, algunos fragmentos de textos de Platón y Aristóteles sugieren la relevancia de la presentación formal de los hijos dentro de la estructura social griega.

La Amphidromia no solo era un acto familiar, sino también un reflejo de los valores fundamentales de la sociedad griega: la importancia del linaje, la religión y la comunidad en la vida de cada individuo.

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