Ino, otra hija de Cadmo y Harmonía, llevó una vida marcada por la tragedia y el destino de su linaje tebano. Se casó con Atamante, rey de Orcómeno, con quien tuvo dos hijos: Learco y Melicertes. Sin embargo, su matrimonio estuvo lleno de desgracias, en parte por la intervención de los dioses y las enemistades divinas que envolvían a su familia.
Ino tuvo un papel crucial en la crianza del joven Dioniso, a quien ocultó y protegió de la ira de Hera. Esta acción atrajo sobre ella la venganza de la diosa, quien sembró la locura en Atamante. En su delirio, creyendo que su esposa y sus hijos eran bestias salvajes, asesinó a Learco. Ino, aterrada y consumida por el dolor, tomó a Melicertes en sus brazos y huyó hacia el mar.
En su desesperación, se arrojó con su hijo desde un acantilado al océano. Sin embargo, en lugar de encontrar el fin definitivo, los dioses intervinieron en su destino. Según Píndaro y Ovidio, tanto ella como Melicertes fueron transformados en deidades marinas. Ino se convirtió en Leucótea, mientras que su hijo pasó a ser conocido como Palemón, protectora de los navegantes, honrado en las costas del mar Egeo y en el istmo de Corinto.
Leucótea es conocida por su papel como protectora de los navegantes y es a menudo invocada en momentos de peligro en el mar. Palemón es a menudo representado como un niño pequeño montado en un delfín, simbolizando su conexión con el mar y su papel como protector de los marineros.
El culto a Melicertes-Palemón quedó estrechamente ligado a los Juegos Ístmicos, celebrados en su honor. Su trágica muerte y transformación reflejan la constante interacción entre los dioses y los descendientes de Cadmo, cuyo destino parecía siempre entrelazado con la desgracia y la divinización.
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