En la Antigua Grecia y Roma, la percepción de las estaciones y los fenómenos naturales estaba profundamente influida por la astronomía y la religión. El fin del invierno y el inicio de la temporada cálida eran momentos clave marcados por la observación de las estrellas y los ciclos de la naturaleza.
En las costas del Mar Balear, esta semana suele coincidir con un último estallido de frío, a menudo acompañado de nevadas en regiones que posteriormente serán bañadas por el sol primaveral. Este fenómeno era interpretado como la última resistencia del invierno antes de la llegada definitiva del calor.
Simultáneamente, los cerezos en flor y las margaritas menores (Bellis perennis) adornan los paisajes, anunciando la renovación de la vida. Estas señales naturales coincidían con un cambio percibido en la duración de los días, ya que el hemisferio norte experimentaba un alargamiento gradual de las horas de luz.
En la Antigüedad, el concepto de primavera estaba ligado al "primer verdor" dentro del verano, un verdor que enfatizaba el inicio del crecimiento vegetal tras el invierno, pero la primavera no era una estación en sí. En su obra "Naturalis Historia", Plinio el Viejo describe cómo el inicio del verano marcaba el despertar de la naturaleza y el comienzo de un ciclo de fertilidad y abundancia.
Este "primer verdor" no solo es evidente en la tierra, sino que está marcado por eventos celestes, como la salida de estrellas clave como Arturo, de la constelación del Boyero. Arturo, cuya salida vespertina marca el cambio de estaciones hace dos mil años, sigue apareciendo hoy en la misma franja horaria.
El 21 de marzo, el equinoccio de primavera, será otro momento cargado de simbolismo. Este día representaremos el reencuentro de Deméter y Perséfone, una celebración de la fertilidad y la renovación de la tierra. Perséfone regresa del inframundo, donde había pasado el invierno como reina junto a Hades, para reunirse con su madre, Deméter, la diosa de la agricultura. Este regreso simbolizaba el renacimiento de la vida vegetal, alimentada por las lluvias que a menudo acompañaban a esta época.
El Himno Homérico a Deméter narra el ciclo de separación y reunión que da origen a las estaciones. Durante este período de transición, las lluvias eran vistas como un elemento vital que facilitaba el renacimiento verde de la naturaleza, un reflejo directo del vínculo entre madre e hija.
En este período, entre el 6 y el 21 de marzo, donde el sol se alza cada vez más alto en el cielo y la naturaleza despierta lentamente de su letargo, perpetuamos un legado de admiración y respeto por el cosmos.
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