Las distintas
polis helenas comenzaban sus meses en días diferentes. Para algunas era la luna
llena la que marcaba el inicio del mes, para otras era la luna nueva. Sea como
fuese, los meses lunares están estrechamente vinculados con los ciclos
menstruales regulares, por lo que son intrínsecos a nuestra naturaleza humana.
La única luna
nueva que celebramos, la noche más negra, es la de Hécate, la hechicera. Es una noche de
adivinación, magia, brujería y todas las artes ocultas imaginables.
Después del día
de todos los muertos, esta celebración representa una indagación dentro de la
naturaleza de lo oculto. Un viaje que puede ser interpretado como el fin del
conocimiento científico o como el comienzo de la ignorancia. De cualquier modo,
la adivinación ha sido parte omnipresente de nuestra humanidad.
¿Qué se celebra? Hécate
representa el cruce de caminos y es, junto con Hermes, una de las pocas entidades
que puede entrar y salir del mundo de los muertos a piacere. Ella consigue
guiar a Perséfone en su regreso a la tierra, para reencontrarse con su madre,
Deméter.
Su capacidad de
entrar y salir del Hades está relacionada con sus conocimientos y habilidades,
por ello se la considera la gran hechicera del panteísmo. Esquilo la relaciona con los deseos cumplidos
de soldados, pescadores y agricultores. Es una de esas buenas compañías a la
que se le puede acercar una súplica.
En un cruce de
camino, tres árboles de la misma especie crecen juntos: Deméter, Perséfone y Hécate.
Enlazados con un hilo de lana blanco en la oscuridad de la noche, puedes invocarla.
Bajo la sombra
del tejo, el árbol de la muerte, que tantos enfermos cura como guerreros aniquila,
bajo su sabia envenenada, recoge algunas ramas para llevarlas a tu altar, enciende
las velas y el incienso y ríndele culto a la diosa del mas allá y de este mundo
oscuro también.
Sobre la
naturaleza de la diosa, uno de los misterios que con más recelo se ha guardado,
hablaremos en año próximo.
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