Las fiestas en honor de Afrodita y Adonis
eran de gran trascendencia en la Antigüedad. La muerte del bello Adonis y su
entierro causaba gran griterío por las calles de la polis. Las calles se
llenaban de una procesión de angustiosas lamentaciones ante semejante pérdida.
El regocijo en la culpa y el dolor, como una
ganancia secundaria, colmaba de exhortos a los dioses.
Sin embargo, nosotros le damos un carisma
menos exagerado y nos aproximamos a la muerte desde otro ángulo.
No será la pérdida de Adonis, sino la nuestra la que anticiparemos.
Un pequeño gesto proyectado hacia la incógnita: el día en el cual pasemos a
formar parte del inframundo.
Es una ocasión para pensar en el más allá y hacer un guiño a
nuestro final. ¿Cómo te acercarías a tu propio final desde el hoy?
La Adonia de diciembre envía esa pregunta y la contesta con
un ritual pequeño, sobrio y silencioso. Los siglos pasan y las pérdidas ya no
son el espectáculo que eran. La idea central es que podamos llegar a un lugar
seguro y tranquilo, una vez abandonado este.
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