Cuando hablamos de deidades solemos equiparar a los dioses con las fuerzas naturales. Al menos esa es la esencia que el dodecateísmo rescata en el siglo XXI.
Sin embargo, es evidente que veinte siglos atrás las cosas eran muy distintas. Los dioses también encarnan distintos fenómenos vitales que forman parte de la vida misma.
El dodecateísmo plantea que hay un conjunto de dioses que personifican emociones humanas. Los gemelos Fobos y Deimos representan dos emociones incontrolables: el terror y el horror. Muchas de estas personificaciones eran palpables durante episodios bélicos y forman parte del séquito de Ares: Proioxis -la persecución-, Palioxis -la fuga-, Homados -el tumulto ante la invasión- o Androktasie -la masacre-.
Resulta evidente la utilidad y presencia que estas representaciones podían tener en una época histórica inexorablemente violenta y fuertemente belicosa, la era de los combates cuerpo a cuerpo. Es sabido que la muerte fue un espectáculo durante muchos siglos y, lamentablemente, aún sigue siéndolo en algunos ámbitos.
Si trazamos un paralelismo con el hinduismo, es posible que el dodecateísmo, de no haber sido perseguido y extirpado de la mente consciente de las poblaciones mediterráneas, también hubiera vivido una revolución como la trazada por los upanishad y un marcado rechazo a la violencia.
Ares, sin ir más lejos, caería fuera del panteón por las calamidades que causa su reinado sobre la humanidad y la siniestra destrucción que representa la guerra. La caída de Ares no significaría que las fuerzas destructivas sean eliminadas del panteón, dado que las fiestas de Perséfone y Hékate, durante los primeros coletazos del invierno, nos llevan a esos campos.
Sin embargo, alzar un templo a la destrucción del hombre por el hombre, el Homo homini lupus, no merece devoción, sino rechazo. Especialmente en estos días, podemos alzar un grito al cielo para que Ares tenga menos poder sobre la humanidad. Hesíodo, al hablar de Eris -la discordia- dice que Eris "fomenta la guerra y batalla malvadas, siendo cruel: ningún
hombre la ama; pero por fuerza, debido a la voluntad de los inmortales
dioses, los hombres pagan a la severa Discordia su deuda de honor".
Aún contra toda evidencia, esperemos que Eris y Ares un día consideren saldada esa deuda después de las dos guerras mundiales del siglo XX y sus 72.000.000 de muertos.
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