Es un mediodía de adoración. Haz una ligera muestra de tu devoción
hacia la potencia de Helios a la hora elegida en este solsticio, dedícale una
canción o una construcción, manifiesta con tu minúscula existencia el hecho de
que comprendes ante lo que estás presente.
Varias religiones lo han adorado con distintos nombres, pero
tú, desde lo alto, sabes que ello no altera en absoluto el hecho de que estás
ante una de las mayores fuerzas que conoce tu pequeño planeta. La fuerza de
todas las fuerzas: Helio.
Un dios inclemente, eterno -comparado con tu minúscula
existencia-, incombustible. No necesitas fe para entender que el solsticio es
un momento mágico. Abre los ojos. Mira a tu alrededor. Ciérralos y siéntelo en
tu piel. Con esa acción celebras el origen del Helenismo y el día 1 de muchos
calendarios ya desaparecidos.
Tú ya lo sabes, nada de lo que conoces existiría
sin el Sol, sin su luz. En la más absoluta oscuridad, reina la nada. Deja que
un poco de su potencia desnude tu condición de mortal. Extiende tus brazos, ahora comprendes porqué tantos soñaron
tomarlo con dos manos.
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