Ir al contenido principal

Plenilunio de Hermes

La noche de Hermes del año es, sin duda, la noche más singular por el carácter materialista que pueden tener ciertas ofrendas. No nos referimos al incienso, ni a las velas doradas típicas de esta noche, sino a los ruegos. 

Afirman que Hermes es el dios más cercano de todo el Olimpo al género humano. De ahí que, esta noche, las súplicas y las notitas lleven escondidas frases pidiendo ganancias materiales y trabajo, agradeciendo los bienes disfrutados. Todos caminos que distan de la espiritualidad que se le atribuye a otras celebraciones. Es el conjuro a Hermes Erionios. 

A lo largo de los últimos artículos, hemos dejado en evidencia la naturaleza de Hermes como el dios-diosa que está detrás de cada puerta, de cada cambio, de cada transformación y en la entrada y salida de las dimensiones más trascendentales: la vida y la muerte. 

Pero también Έρμῆς es lo más mundano, lo más cercano y también lo más necesario. Es el Dios del trabajo, padrino de los viajes, presencia en cada pequeña mejora... una oportunidad irrepetible para alzar un ruego al cielo ante sus múltiples dones. 

Es curioso que un dios olímpico que hace referencia a un aspecto inmaterial de nuestras vidas, que no representa ni al mar ni a la lluvia, sea el receptor de las peticiones más mundanas. 

Durante unos cuantos meses estuvimos cultivando una ofrenda de Mercurialis perennis para que esta noche arda en nuestro pequeño altar. Dando comienzo a una noche mágica, pero sin la solemnidad de otros plenilunios. La noche de los deseos y los pedigüeños.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Apolo, un dios con CV

 Ἀπόλλων no es el dios del Sol, tampoco lo era para los helenos. Apolo representa la peste, la plaga y la epidemia, pero también la creación y la vida. Es una antítesis y como toda entidad compleja, con el paso del tiempo cobró cada vez más significado hasta que, hacia comienzos del primer milenio, acabó acaparando la figura de Helio, el dios del sol. Es curioso porque hay, en el panteón, figuras que representan las mismas fuerzas que Apolo encarna. Para ser tutor de las Artes, están las Musas; para ser dios de la salud, tenemos a Asclepio; para dios de la destrucción, está Hades.    La novedad es que Apolo es el dios oracular por excelencia y el dios de la armonía. Y es que hay en el ciclo de creación y destrucción una evidente armonía de fuerzas -que en el 98% de las veces se salda con la extinción- evolutivas. Apolo tiene un origen que dista de poder considerarlo “el más griego de los dioses”, hay referencias bíblicas que lo identifican con el demonio o con ot

Adonia: el regreso con Perséfone

La celebración de la Adonia, tal como lo hemos adelantado, consiste en pequeños rituales muy significativos. En primer lugar, un “brindis fúnebre” por la vida que dejamos. Utilizamos para ello zumo de granada mezclado con alguna bebida alcohólica -preferentemente Ratafía-. La ratafía, hecha con la sangre de la menta -entre otras hierbas silvestres- será nuestro último trago. Se exprime la granada y sus semillas caen y se mezclan con la bebida y se toma de un golpe. El simbolismo de la semilla de granada -la cual condenó a Perséfone al Hades-, y su consumo se hace en honor al engaño con el que Hades que nos conduce a la muerte. La granada era una planta con la que se decoraban los monumentos fúnebres. Por eso, posteriormente cogemos una granada entera y sin cortar por persona, velas pequeñas y nos vamos en dirección al cementerio una vez caída la noche. Esa granada que arrojamos será nuestro alimento y reserva para el más allá. Lo ideal es subir a un montículo para poder

Qui exaudivit me in die tribulationis meæ, salvum me fac

Desde el fin del año y hasta el solsticio de invierno, la noche crece día a día. En el silencio del riguroso invierno encontramos un momento para pensar en todos aquellos que sufren. Los que están enfermos, los que acaban de descubrirlo, los que acaban de marchar. Por todos ellos elevemos juntos un ruego y hermanemos nuestros corazones:  Qui exaudivit me in die tribulationis meæ, salvum me fac.  Que quien los escuche, los salve. Dejamos un farol encendido fuera de casa con un cirio con la esperanza de que esa luz y ese calor alivien sus corazones.