Decíamos que la naturaleza de Hermes no está relacionada únicamente con los masculino, es
también femenina. No se relaciona únicamente con lo físico, es también espiritual.
Hermes no reconoce la dualidad con la que dividimos la realidad y ello se
confirma en su prole: en Hermafrodito, en Príapo o en Pan.
Se le atribuyen deidades donde prepondera la genitalidad. El desconmensurado pene de Príapo lo hacía llamador de muchas puertas, relacionando la naturaleza de Hermes con la sexualidad. Ningún dios pudo ser secuestrado por una fuerza femenina como Hermafrodito y la voracidad sexual de Pan era demencial.
Como muchos otros dioses cuya existencia y conocimiento se remontan a épocas arcaicas, Hermes se relaciona con la fertilidad. Pero cómo encarna estos atributos lo hacen distinto y distinguible del resto de los dioses, pues no renuncia a ser masculino y femenino, falo y vulva, todo en uno.
En palabras de Andrés Ortiz Osés (1986) "el dios griego Hermes, sucesor del egipcio Thot y
predecesora del romano Mercurio, es el dios de la comunicación de los
contrarios, el dios intérprete mediador entre el inframundo matriarcal
femenino del que procede y el supramundo olímpico celeste al que accede. Precisamente por esta intermediación de los contrarios aparece
simbólicamente como andrógino, bifronte, ambivalente, como el "higo" "higa" del
poema de Lawrence, parece macho pero es también en su fondo hondo hembra".
Además de ser profundamente andrógino pertenece, también como ejemplar único del Olimpo, al mundo de los muertos y al mundo de los vivos. Por eso uno de sus hijos nos lleva a una de las puertas menos conocidas de los dioses griegos: Etálides y el misterio de la memoria de la reencarnación.
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