La primera fiesta solar del año combina dos momentos simbólicos de una misma naturaleza: la hoguera y el ritual de purificación. Ambos actos tienen como propósito liberarnos del peso de los errores y dolores del pasado, preparándonos para comenzar el año con claridad y propósito renovado.
La Hoguera
La hoguera representa un espacio para transformar lo que deseamos dejar atrás. Este acto puede realizarse quemando objetos simbólicos que representen aquello que queremos abandonar o incluso escribiendo nuestro listado en una hoja de papel. El objetivo no es “destruir” nada ni a nadie, sino honrar a Hefesto, el dios del fuego, y celebrar la renovación sobre el pasado.
Para preservar el simbolismo del fuego, se puede guardar una llama ceremonial en un quinqué o lámpara de aceite, utilizando esta luz como un elemento central durante todo el ritual. Antes de encender la hoguera, se sugiere una limpieza. Podemos usar cera de abeja o aloe vera directamente extraído de la planta y aplicarlo sobre las manos y el rostro. Este acto conecta nuestro cuerpo con los elementos de la naturaleza y prepara el camino para el siguiente paso. Una vez que las llamas han consumido todo y las cenizas han quedado, la cera derretida por el calor puede retirarse, marcando el inicio del ritual de purificación.
El Ritual de Purificación
Este ritual consiste en un proceso de limpieza profunda tanto física como espiritual. Comienza con un baño o ducha de aguas calientes, idealmente termales, donde cada etapa está cargada de intención. Se aplica primero arcilla verde en todo el cuerpo, exfoliando cuidadosamente la piel para eliminar las impurezas, y luego se enjuaga a fondo.
Posteriormente, se utiliza un jabón ceremonial de uso exclusivo para esta celebración. Este momento es una oportunidad para enfocarnos no solo en la limpieza del cuerpo, sino también de la mente, esperando gozar de la mayor claridad. Para quienes lo deseen, otras prácticas como enemas, dietas depurativas o restrictivas o el uso de ungüentos también pueden integrarse, aunque no son esenciales.
Lo más importante es que cada participante dé significado propio al ritual, estructurándolo en torno al elemento central del fuego. Aunque las formas de realizar este acto pueden variar, hay un principio que une a todos: la presencia simbólica de Hefesto, cuyo fuego purificador nos guía hacia un nuevo comienzo.
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