Muchos ven en Hera a la personificación del matrimonio hombre-mujer. Es también válido creer que la diosa representa la unión de ambas fuerzas, lo masculino y lo femenino. Pero cuando oímos a aquellos que hablan de la “patrona de los matrimonios”, no podemos eludir que esa visión puede representa a una diosa subyugada por Zeus.
A lo largo del siglo XX, la mujer ha conquistado derechos que permanecían negados, desde el sufragio femenino, hasta el divorcio o el aborto voluntario. Es una batalla actual que se libra sin cuartel y las diferencias salariales, los techos de cristal, la discriminación laboral o la violencia de género nos hablan de una guerra que aún no está ganada.
La "Teogonía" de Hesíodo detalla el origen de la mujer como “un mal para los hombres” preparado por Hefesto y Atenea, bajo las órdenes de Zeus. El regalo era un castigo por la “falaz astucia” de Prometeo y por otorgarle a los hombres el dominio del fuego.
El “bello mal” del que nos habla Hesíodo es la mujer. “Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad. Como cuando en las abovedadas colmenas las abejas alimentan a los zánganos, siempre ocupados en miserables tareas (…) así también desgracia para los hombres mortales hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas tareas”.
En el texto Hesíodo advierte que el matrimonio con la mujer es un castigo tan serio con la soltería. “Otro mal les procuro a cambio de aquel bien: El que huyendo del matrimonio y las terribles acciones de las mujeres, no quiere casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que le cuide, éste no vive falto de alimento; pero al morir, los parientes se reparten su hacienda. Y a quien, en cambio, le alcanza el destino del matrimonio y consigue tener una mujer sensata y adornada de recato, este, durante toda la vida, el mal equipara constantemente al bien. Y quien encuentra una mujer desvergonzada, vive sin cesar con la angustia en su pecho, en su alma y en su corazón; y su mal es incurable”.
La misoginia de Hesíodo en “Los trabajos y los días” involucra, además, a Afrodita y a Hermes, quienes le infundieron a la mujer “espíritu de perra y corazón ladino”. En ese texto, Hesíodo denomina a la primera mujer “Pandora” y la dota de un vaso sellado o una ánfora, que contiene diversos males: “la dura fatiga”, las “enfermedades dolorosas que dan a los Hombres, la Muerte”, la desdicha y la esperanza. Zeus le dio esta ánfora a Pandora con la instrucción de no abrirla pero ella, siguiendo su curiosidad, la abrió liberando todos los males del mundo, la enfermedad, la pobreza, el dolor, la muerte, la desgracia, la envidia y odio. Solo dejó a la esperanza atrapada en el fondo.
El mito de Pandora ya fue reinterpretado no como la personificación de la mujer, sino, siendo freudianos, como de la “pulsión de muerte” que pervive en todo sujeto.
El mito de Pandora -y el término peyorativo de mitología solemos evitarlo-, explica un momento evolutivo en el que los seres humanos perdieron su rasgo divino: el fin del Hombre de bronce, en las edades del Hombre que veremos a continuación.
Sin embargo, todas las formas de vida superiores conocen la rigurosa descendencia de Nix: Eris -la discordia-, Hipnos y Tánatos -el sueño y la muerte-, las Moiras -las tejedoras del destino-, Geras -la vejez-, Ápate -el engaño- y Némesis. Son dioses de Primera generación, como vimos, y anteceden a los Olímpicos. Eso significa que existen desde el origen de los tiempos y no pueden ser controlados por estos. Así, Pandora es simplemente una emisaria de Zeus para introducir la Humanidad en un orden cósmico del que no podía escapar. Asclepio es testimonio de ello. Matar al mensajero es no entender lo inevitable.
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