Las mal llamadas “Venus
prehistóricas”, como las figurillas de Grimaldi o la de Brassempouy (imagen),
son representaciones paleolíticas femeninas que, probablemente, nos relaten una
era muy antigua de matriarcados y regímenes femeninos.
Por eso el año comienza
-y termina- con una representación femenina, esta vez, en honor a aquellos tiempos
de diosas madres primogénitas. Aquellos tiempos ancestrales en los que las
mujeres gobernaban la tierra. Hera es sin duda su mayor representación olímpico, de una ferocidad interna indómita, capaz de perseguir a sus oponentes
hasta la muerte.
La primera luna
del año, en este caso una superluna, es totalmente dedicada a la Mujer y a Hera.
Muchos la identifican
como quien vela por el matrimonio, pero aquí se ofrece una proyección más histórica
de la fuerza que representa la diosa: el origen del año coincide con el origen
de nuestra especie y el poder de la mujer. Por eso, la
primera fiesta lunar siempre es la fiesta de la luna llena de Hera. Es una fiesta reservada
únicamente a las mujeres.
Nuestro consejo
es plantar rosas blancas. Espina, belleza y pureza, todo en uno. Como una
representación de lo que esta fuerza primordial. También no está de más regalar
un detalle a las mujeres más importantes de nuestra vida.
Homero en la Ilíada
nos habla de una Hera “veneranda
la de ojos de novilla” (IV, 50) así como de una “Hera indignada se agitó en su
trono haciendo estremecer el espacioso olimpo” (VIII,199). Una dualidad diferente,
ente lo que es visible y de lo que es capaz.
No es de extrañar
que Homero dijera que Hera amaba a
Argos. Muy cerca de allí, el Paestum (imagen)
aún permanece de pie un centro de culto a la diosa.
Si todo Hombre
nace de una mujer, en el origen, está Hera.
¿Y tú, qué piensas?
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