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Hera

Las mal llamadas "Venus prehistóricas", como las figurillas de Grimaldi o la de Brassempouy, son representaciones paleolíticas femeninas que nos relatan una era muy antigua, posiblemente vinculada a sociedades matriarcales o de fuerte simbolismo femenino. Estas figuras, que datan de hace unos 25,000 a 30,000 años, suelen mostrar mujeres con atributos exagerados como caderas y pechos grandes, lo que muchos arqueólogos interpretan como símbolos de fertilidad y maternidad. Entre estas figurillas destacan también la "Venus de Willendorf" y la "Venus de Dolní Věstonice", encontradas en Europa central, ambas representando esta obsesión por la fertilidad y la continuidad de la vida humana.

El año comienza —y termina— con una representación femenina, esta vez en honor a aquellos tiempos de diosas madres primigenias. Según el dodecateísmo, Hera, como matriarca del Olimpo, encarna la esencia de estas deidades prehistóricas, una figura que representa no solo el matrimonio, como se asume frecuentemente, sino también el poder ancestral de la mujer como dadora de vida y como regente de ciclos naturales. Robert Graves en "Los Mitos Griegos" sugiere que muchas de las diosas griegas, incluyendo a Hera, tienen sus raíces en antiguas deidades de la fertilidad adoradas antes de la llegada de los patriarcados indoeuropeos.

Homero, en la "Ilíada", retrata a Hera como una diosa "veneranda la de ojos de novilla", expresión que sugiere su belleza y juventud eterna, mientras que también nos muestra su poder indómito: "Hera indignada se agitó en su trono haciendo estremecer el espacioso Olimpo". Esta dualidad simboliza su carácter visible como diosa del hogar y la familia, pero también como una figura de poder cósmico y furia, capaz de enfrentarse incluso a Zeus.

En esta tradición, la primera luna del año, en este caso una superluna, se dedica por completo a la mujer y a Hera. Muchos la identifican como la protectora del matrimonio, pero su figura representa algo mucho más primigenio: el origen del año se alinea con el poder de la mujer como centro de vida. Por eso, la primera fiesta lunar siempre es la fiesta de la luna llena de Hera, una celebración reservada exclusivamente a las mujeres, reconociendo su conexión prioritaria con la creación.

El consejo ritual es plantar rosas blancas, una flor consagrada a Hera según Pausanias en su "Descripción de Grecia". Las rosas blancas simbolizan espinas, belleza y pureza, una representación de la dualidad de lo que esta fuerza primordial encarna: la dulzura y el rigor de la diosa.

No es casualidad que Homero mencione que Hera amaba Argos, una de las principales ciudades donde se la veneraba con fervor. Pausanias también nos habla del templo de Hera en Argos, donde se celebraban festividades en su honor. Muy cerca, en el sur de Italia, en el sitio arqueológico de Paestum (imagen), todavía se alza un majestuoso templo dedicado a Hera, que atestigua la importancia de su culto más allá del mundo helénico.

Si todo ser humano nace de una mujer, en el origen está Hera, símbolo de la fuerza femenina primordial que gobierna la vida desde tiempos inmemoriales. Y tú, ¿qué piensas de esta conexión con la diosa madre?

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