I. Un espectáculo inminente
Las auroras boreales, ese fenómeno celeste que suele adornar los cielos del Ártico, podrían volver a iluminar el firmamento español en los próximos días. La causa es una tormenta solar caníbal, un evento astronómico poco común pero extremadamente potente, que podría expandir el óvalo auroral hasta latitudes tan meridionales como la península ibérica. Este tipo de tormenta ocurre cuando el Sol lanza dos eyecciones de masa coronal en rápida sucesión. La segunda, más veloz, alcanza y absorbe a la primera, generando una tormenta geomagnética de gran intensidad. Esta energía extra provoca que las partículas solares interactúen con el campo magnético terrestre y la atmósfera, generando auroras más brillantes y visibles en zonas inusuales.
II. ¿Cuándo podrían verse en España?
Según los últimos informes de la NOAA y la Agencia Estatal de Meteorología, entre el 20 y el 29 de octubre de 2025 se esperan tormentas geomagnéticas con índices Kp entre 6 y 8, lo que podría permitir la observación de auroras boreales desde España. Las mejores horas para observarlas serán entre las 22:00 y las 02:00, siempre que el cielo esté despejado y haya poca luz lunar. Las regiones del norte, como Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y Castilla y León, son las que tienen más posibilidades de disfrutar del espectáculo. Si la tormenta alcanza niveles extremos, también podrían verse en Cataluña, Aragón, Navarra e incluso Andalucía.
III. ¿Qué es una tormenta solar caníbal?
Cuando el Sol lanza dos eyecciones de masa coronal (CME) y se fusionan, liberan una cantidad de energía mucho mayor de lo habitual. Esta interacción genera una tormenta geomagnética intensa, capaz de alterar significativamente el campo magnético terrestre. Las partículas cargadas alcanzan la Tierra, chocan con nuestro campo magnético y la atmósfera superior, provocando fenómenos energéticos que se traducen en auroras boreales y australes. Cuanto más intensa es la tormenta, más al sur pueden verse estas luces. Las auroras australes existen y son tan reales y fascinantes como sus contrapartes del norte, las auroras boreales. Naturalmente, se producen especialmente cerca del Polo Sur, pero pueden verse incluso en el sur de Argentina y Chile.
Existen diferencias entre el CME y el llamado "viento solar". El
viento solar es un flujo constante de partículas cargadas -principalmente protones y electrones- que el Sol emite desde su atmósfera exterior, la corona. Este viento forma una corriente continua que se extiende por todo el sistema solar, moldeando la heliosfera y afectando el entorno espacial de los planetas. Aunque su intensidad puede variar, el viento solar es relativamente estable y constituye el “clima de fondo” del espacio interplanetario.
En cambio, una CME es una explosión puntual y masiva de plasma solar, acompañada de campos magnéticos, que se lanza al espacio a velocidades mucho mayores que el viento solar habitual. Mientras que el viento solar sopla de forma constante, las CME son eventos episódicos, más densos y energéticos, capaces de alterar radicalmente el entorno espacial por donde pasan. Pueden viajar a más de 2.000 km/s y provocar perturbaciones geomagnéticas significativas si alcanzan la Tierra.
La relación entre ambos fenómenos se vuelve especialmente interesante cuando una CME rápida alcanza otra más lenta que la precede. En ese caso, puede producirse una tormenta caníbal.
IV. Las tormentas solares son catalizadores de auroras
Las tormentas solares caníbales son uno de los catalizadores más potentes para auroras excepcionales. La energía liberada al fusionarse las eyecciones solares incrementa la densidad de partículas que impactan nuestra atmósfera, haciendo que las luces se vuelvan más brillantes, más coloridas y visibles durante más tiempo. Por eso, cada vez que se pronostica una tormenta solar caníbal intensa, los astrónomos y aficionados al cielo se preparan: existe la posibilidad de presenciar auroras boreales mucho más al sur de lo habitual, como podría ocurrir próximamente en España.
Los pocos lugares habitables desde donde se pueden ver auroras australes -como Tasmania en Australia, Isla Sur de Nueva Zelanda, o Tierra del Fuego -Argentina y Chile- tienen visibilidad ocasional, no garantizada. Además, las condiciones meteorológicas suelen ser más impredecibles, con cielos nublados y climas extremos que dificultan la observación.
El turismo de auroras boreales ha sido intensamente promovido por países nórdicos, con paquetes, alojamientos temáticos y observatorios. En cambio, el hemisferio sur no ha desarrollado una industria turística equivalente, en parte porque la visibilidad es menos frecuente y los destinos son más remotos. La aurora austral sigue siendo, como dicen algunos medios, “uno de los secretos mejor guardados de la naturaleza”.
V. El Ciclo Solar 25
Aunque este tipo de tormenta es raro, el Ciclo Solar actual -Ciclo 25- se encuentra cerca de su máximo, lo que aumenta la probabilidad de que fenómenos así puedan repetirse. Por eso, astrónomos y aficionados al cielo están atentos: si las condiciones se alinean, no hará falta viajar al Ártico para ver danzar las luces del norte. Bastará con buscar un lugar alejado de la contaminación lumínica, mirar hacia el norte y dejarse sorprender por uno de los espectáculos de la naturaleza.
Estamos en el ciclo solar 25 porque es el vigésimo quinto ciclo de actividad solar registrado desde que comenzaron las observaciones sistemáticas en 1755. Cada ciclo solar dura aproximadamente 11 años, y se caracteriza por un aumento y posterior disminución de la actividad magnética del Sol, visible principalmente a través del número de manchas solares.
El Ciclo Solar 25 comenzó oficialmente en diciembre de 2019, cuando se alcanzó el mínimo solar anterior -el punto más bajo de actividad del Ciclo 24-. Desde entonces, la actividad solar ha ido en aumento, y se espera que alcance su máximo solar en algún punto de 2025, con un pico en la cantidad de manchas solares, erupciones y eyecciones de masa coronal.
Los ciclos solares se numeran de forma consecutiva desde el primero registrado, y su seguimiento es crucial porque afectan directamente al clima espacial, las auroras, las comunicaciones satelitales, e incluso las redes eléctricas en la Tierra. El Ciclo 25 ha sorprendido a algunos científicos por ser más activo de lo que inicialmente se predijo, lo que ha generado un renovado interés en su monitoreo.
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