Pausanias, en su "Descripción de Grecia", lo menciona como el fundador de la ciudad, vinculándolo a la tradición de los héroes civilizadores que, con la bendición de los dioses, establecieron asentamientos y difundieron su culto. En su figura resuena la imagen del propio Apolo, quien no solo castigaba con sus flechas a quienes osaban desafiarlo, sino que también confería a sus elegidos el conocimiento de la caza y el arte de lanzar proyectiles con precisión inhumana.
La ciudad de Ecalia -Οἰχαλία-, mencionada en textos antiguos, no existe actualmente como una ciudad habitada. Estrabón en su "Geografía", trata el problema de la ubicación de Ecalia y discute las distintas tradiciones que la sitúan en Tesalia, Eubea o Mesenia. Aún hoy existen discrepancias sobre su ubicación exacta y su importancia en distintos relatos. En la "Ilíada", se menciona a Ecalia como una de las ciudades gobernadas por Eurito, un rey famoso por su destreza con el arco. Homero no detalla su ubicación exacta, pero la asocia con Tesalia.
Eurito, el rey de Ecalia, es hijo de Meláneo y Estratónice, heredó de su padre su destreza con el arco. Pasó a la historia por su orgullo desmedido y por su enfrentamiento con Heracles. Según las fuentes antiguas, su historia varía, pero con ciertos elementos comunes: su habilidad con el arco, su negativa a ceder su hija Yole y su violenta muerte.
En una versión recogida por Apolodoro, el rey organizó una competición de tiro con arco con la promesa de que quien lo venciera obtendría la mano de su hija Yole. Heracles participó y ganó, pero Eurito, temiendo que el héroe repitiera el destino de Mégara y matara a sus hijos en un arranque de locura, se negó a cumplir su palabra y reaccionó con soberbia.
Eurito tenía un hijo llamado Ifito -nieto de Meláneo-, quien, a diferencia de su padre, simpatizaba con Heracles. Sin embargo, cuando desaparecieron unas yeguas del rey, Eurito acusó injustamente al héroe de haberlas robado. Ifito, convencido de la inocencia de Heracles, fue a visitarlo, pero en un ataque de locura, Heracles lo arrojó desde lo alto de una muralla. Este crimen llevó al héroe a buscar purificación como esclavo en la Corte de Ónfale.
Años después, Heracles regresó a Ecalia para vengarse. En la versión de Diodoro Sículo, el héroe saqueó la ciudad, mató a Eurito y tomó a Yole como concubina. En "Las Traquinias" de Sófocles, que analizaremos en el mes de las Musas, Yole juega un papel clave en el destino de Heracles.
Otras versiones, como las "Fábulas" de Higino, mencionan que Eurito no fue asesinado por Heracles, sino por el mismísimo Apolo como castigo por haber olvidado que su talento con el arco provenía del dios y por haber menospreciado a su propio hijo Ifito.
En conclusión, Ecalia será el escenario de una tragedia para los descendientes de Meláneo. Lo cual demuestra que el don y la virtud, son frutos que no caen muy lejos de la maldición y la desgracia. La ciudad desapareció, creando una incertidumbre, tanto sobre su localización como por el destino de sus regentes. Su vinculación con Eurito, la arquería y la conquista de Heracles la convierten en un lugar relevante dentro de las tradiciones sobre la expansión y hazañas del héroe.
Meláneo estableció un linaje vinculado a los misterios de la arquería, pero no recibió el don de la clarividencia, no pudo anticiparse a la tragedia que viviría si hijo Eurito y su nieto Ifito. Esa falta de visión profética lo dejó incapaz de anticipar el destino trágico de su linaje.
En la tradición helénica, el arco no solo era un arma, sino una extensión del orden cósmico, la mirada de Apolo atravesaba el presente y llegaba al futuro, tanto como sus flechas traspasaban la carne, Meláneo no encarnaba ese poder visionario, solo sus disparos fueron un acto de precisión divina.
El dominio de la arquería y su vínculo con la guerra y la caza, aportaban el control de un arma defensiva de vital importancia. La vinculación de esta arma con Apolo a través de Meláneo subraya su sacralidad. Ecalia, la ciudad que fundó, se convirtió en un símbolo de su legado, un eco de la herencia de aquel que, con el arco en mano, llevó la luz del dios a la tierra de los hombres.
El arco y la flecha se utilizaron en Europa para la caza hasta aproximadamente el siglo XVII. Aunque su uso militar disminuyó con la introducción de las armas de fuego en el siglo XVI, el arco y la flecha continuaron siendo herramientas importantes para la caza durante mucho tiempo más. En algunas regiones y culturas, su uso persistió hasta el siglo XIX. En particular, se mantuvo en áreas rurales y montañosas, donde las tradiciones de caza eran fuertes y las armas de fuego no eran tan accesibles.
Hoy en día, el tiro con arco se practica principalmente como deporte y actividad recreativa.
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