Quimera de Arezzo, pieza etrusca de bronce hallada en 1553 (S. IV a.n.e.)
Quimera era hija de Tifón y Equidna, dos de los seres temibles en la tradición helénica. Tifón, una imponente entidad que retaba a los dioses olímpicos, y Equidna, criatura de torso femenino y cola serpentina, procrearon una estirpe de monstruos, incluyendo a la Esfinge, el León de Nemea, la Quimera, Cerbero y la Hidra de Lerna. La combinación de estos padres míticos ya anticipa la naturaleza excepcional y aterradora de su descendencia.
La apariencia de la Quimera era tan aterradora como única. Homero, en la "Ilíada", la describe como una criatura de "triple amenaza": con la cabeza de un león, el torso de una cabra y la cola de una serpiente. De su boca brotaba fuego, simbolizando su naturaleza destructiva e incontrolable. Esta descripción ha variado ligeramente en diferentes textos antiguos, pero siempre mantiene sus elementos fundamentales de un ser híbrido que combina diferentes especies animales, representando la fusión de fuerzas salvajes y destructivas.
El carácter híbrido de la Quimera no es casual; de hecho, cada una de sus partes tiene un profundo simbolismo. El león, como cabeza del monstruo, representa la fuerza y el poder del rey de las bestias. El torso de la cabra se asocia con la fertilidad y el sacrificio, pero también con el carácter impredecible de la naturaleza. Por último, la serpiente, que forma su cola, encarna el peligro constante, el veneno y la amenaza del inframundo. La combinación de estos tres animales simboliza una fuerza imparable y destructiva, que no pertenece ni al mundo de los dioses ni al de los hombres, sino a un ámbito ancestral de caos primordial.
En el contexto del mundo helénico, donde los desastres naturales eran interpretados como manifestaciones de los dioses y fuerzas sobrenaturales, la figura de la Quimera encarnaba esos peligros imprevisibles y aterradores.
El héroe Belerofonte, con la ayuda del caballo alado Pegaso, es quien finalmente se enfrenta a la Quimera en un combate épico. Según Pseudo-Apolodoro, en su Biblioteca, el rey Yóbates de Licia ordena a Belerofonte acabar con la Quimera, con la esperanza de que este peligroso enfrentamiento acabe con la vida del héroe. Sin embargo, Belerofonte, montado en Pegaso, logra elevarse por encima de la criatura, manteniéndose fuera del alcance de su fuego abrasador. Utilizando una lanza de plomo, Belerofonte idea una táctica ingeniosa. Al clavar la lanza en la garganta de la Quimera, el calor del fuego que la criatura escupe funde el plomo, haciendo que el metal líquido se derrame en su interior y la asfixie. Esta astuta estrategia acaba con una bestia que parecía invencible.
Su hermana, la Hidra de Lerna era conocida por ser una serpiente de agua con múltiples cabezas y un aliento venenoso letal. Fue criada por Hera, quien la utilizó para vengarse de Heracles o Hércules. La Hidra habitaba en el lago de Lerna, cerca de Nauplia, y su guarida era una entrada al inframundo. Una de sus características más temibles era que, al cortar una de sus cabezas, crecían dos más en su lugar. Heracles, en su segundo trabajo, logró derrotarla con la ayuda de su sobrino Yolao, quien cauterizaba los muñones de las cabezas cortadas para evitar que se regeneraran. Finalmente, Heracles enterró la cabeza inmortal de la Hidra bajo una roca pesada y utilizó su veneno para impregnar sus flechas.
En la Grecia arcaica, la imagen de la Quimera se utilizaba como símbolo apotropaico, es decir, para ahuyentar el mal, al igual que ocurría con Medusa. Su representación en escudos y armaduras tenía como objetivo infundir terror en los enemigos y proporcionar una protección simbólica al portador.
Hoy en día, el término "quimera" representa algo ilusorio o irreal; decir que una aspiración o meta es una quimera sugiere que es un anhelo poco probable de realizarse, dada su naturaleza utópica o inalcanzable.
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