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Medusa y otras Gorgonas

"Medusa Rondanini", copia romana de un original griego del siglo V a.n.e. (siglo I y II). Gliptoteca de Múnich
Las Gorgonas eran tres hermanas —Medusa, Esteno y Euríale— hijas de los dioses marinos Forcis y Ceto, dos entidades primordiales del mar.  Poderosas y aterradoras, eran conocidas por su capacidad de convertir en piedra a quienes las miraban directamente a los ojos. Desde su origen, las Gorgonas han sido consideradas guardianas de los umbrales, símbolos del poder destructivo y del misterio que rodea a lo sobrenatural.

La más célebre de las tres hermanas es, sin duda, Medusa. A diferencia de Esteno y Euríale, Medusa es la única mortal, lo que la hace particularmente singular. Según Ovidio, en sus "Metamorfosis", Medusa fue en su juventud una hermosa doncella con cabellos deslumbrantes, lo que atrajo la atención del dios Poseidón. En un relato que ha sido objeto de numerosas interpretaciones, se dice que Poseidón la violó en el templo de Atenea, y como castigo, la diosa transformó a Medusa en una criatura monstruosa, con serpientes en lugar de cabello y una mirada capaz de petrificar a cualquiera que la viera. Este acto de transformación ha sido visto por muchos como una representación simbólica de la venganza divina y la protección de la pureza sagrada del templo, pero también puede interpretarse como una muestra del poder de Atenea sobre la vida y la muerte.

Sus hermanas Esteno y Euríale, en cambio, eran inmortales y compartían muchas de sus características físicas monstruosas. Hesíodo, en su "Teogonía", describe a estas dos Gorgonas con detalles aterradores: garras de bronce, colmillos afilados como los de un jabalí y una cabellera de serpientes que se retorcían con vida propia. La inmortalidad de Esteno y Euríale las coloca en un nivel diferente al de Medusa; mientras que Medusa podría ser derrotada y asesinada, sus hermanas permanecen inalcanzables, figuras eternas del terror que habitan en los confines del mundo conocido.

La historia de Medusa culmina en uno de los episodios más famosos de la épica griega: su decapitación a manos de Perseo. Equipado con herramientas mágicas otorgadas por las deidades —las sandalias aladas de Hermes, el casco de invisibilidad de Hades y un espejo de bronce o escudo reflectante de Atenea—, Perseo se enfrenta a Medusa mientras ella duerme. La decapita sin mirarla directamente, usando el reflejo en el escudo como guía. Esta hazaña no solo muestra la astucia y el valor de Perseo, sino también el apoyo divino que recibe para llevar a cabo una tarea tan formidable.

La cabeza de Medusa, incluso después de su muerte, conservaba su poder petrificante. Perseo la utilizó en diversas ocasiones para convertir en piedra a sus enemigos, incluyendo al titán Atlas, antes de entregarla a Atenea. La diosa colocó la cabeza de Medusa en su escudo, la égida, como símbolo de protección y poder absoluto. El poeta griego Píndaro, en sus "Odas Píticas", menciona la égida de Atenea, destacando cómo la imagen de Medusa se convierte en un arma formidable en el arsenal de la diosa.

En la antigüedad, la figura de las Gorgonas, especialmente Medusa, era utilizada como símbolo apotropaico, es decir, un talismán destinado a proteger contra el mal. Las imágenes de la cabeza de Medusa, conocidas como gorgoneion, aparecían en templos, escudos y armaduras, así como en objetos cotidianos, como una forma de alejar la mala suerte y los espíritus malignos. Eurípides, en su obra "Ion", menciona cómo los escudos de los guerreros estaban adornados con la cabeza de Medusa, haciendo énfasis en su capacidad para infundir miedo y desconcierto.

La transformación de Medusa, de una joven hermosa a un monstruo temido, puede interpretarse de múltiples maneras. Desde la perspectiva de la teoría de género, su historia puede ser vista como una crítica a la violencia sexual y al castigo de las víctimas, una narrativa que ha sido reinterpretada en los últimos años para destacar la injusticia de su castigo y el poder inherente que se le concedió a través de su mirada petrificadora. Medusa, por lo tanto, se convierte en una figura de poder, una víctima convertida en arma, que lleva consigo una carga simbólica compleja sobre la justicia, la venganza y la transformación. Su imagen, utilizada por feministas y artistas contemporáneos, revaloriza su historia, otorgándole un nuevo significado más allá del relato tradicional.

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