Una vez que se supera el umbral de la representación directa de los dioses griegos asociados a los elementos naturales —como el mar, Poseidón; el fuego, Hefesto; o el trueno, Zeus—, surgen figuras más complejas que encarnan aspectos de la interacción humana, como Afrodita, el amor; Ares, la guerra; y, como no, Hera. A menudo se la asocia exclusivamente con el matrimonio, pero esta visión resulta limitada al analizar su papel dentro del panteón griego.
En otras religiones, como el cristianismo, el matrimonio no fue
considerado un sacramento hasta el Decreto
pro armeniis hacia 1440, por lo que es probable que en la Antigüedad las uniones humanas no tuvieran el carácter religioso que les otorgamos hoy.
En otras religiones, como el cristianismo, el matrimonio no fue considerado un sacramento hasta el Decreto Pro Armeniis en 1440, lo que indica que, en la Antigüedad, las uniones humanas probablemente no tenían el carácter religioso y sacramental que les otorgamos hoy. Sobre esta perspectiva, Bermejo Barrera (1996) nos advierte de que en ningún caso la diosa representaba el "matrimonio burgués" actual ni tampoco a la maternidad. Hera no era la madre de los dioses, sino una
hermana más de los cronidas, los dioses de la 3ra generación.
Hera no encarna el ideal de una madre amorosa. El episodio de la creación de la Vía Láctea, originado por el destete forzado de Heracles, muestra a Hera rechazando alimentar al héroe. La leyenda de Hefesto, arrojado del Olimpo por su propia madre, también nos habla de una diosa lejana a la maternidad tradicional. Según el "Himno Homérico a Apolo", Hera concibió a Hefesto sin la intervención de Zeus, sugiriendo una independencia divina en su capacidad creadora.
A diferencia de otras deidades femeninas de fertilidad, Hera tuvo poca descendencia, lo que subraya su papel como una figura arquetípica de poder y autoridad más allá de la procreación. ¿Quién es entonces Hera? Podemos aceptar una interpretación similar a la de Bermejo Barrera, con matices junguianos: Hera es un arquetipo que representa una deidad milenaria, arcaica, traída desde los tiempos prehistóricos. Esta perspectiva permite conectar a Hera con las diosas madre de antiguas culturas, donde su identidad primitiva es la de una soberana indomable.
Lo que más destaca es la increíble antigüedad de Hera y las transformaciones que sufrió a lo largo de los siglos. En tablillas de Lineal B micénico, con más de 3000 años de antigüedad, ya se menciona a Hera, lo que evidencia su culto desde épocas tempranas. Según Kerenyi (1976), en sus orígenes, Hera no era la esposa de Zeus; esta asociación es una adaptación posterior que consolidó su figura como reina del Olimpo. La tradición hierogámica -matrimonio sagrado- se consolidó con Juno, su equivalente romana, lo que supuso un largo viaje de mil años como "esposa de Zeus", encadenando su identidad a la figura del todopoderoso dios olímpico.
Los elementos tradicionales que representan a Hera —como el polvo de oro, el azafrán, el loto y el jacinto— evocan la feminidad y su poder, vinculados tanto a la fertilidad como al deseo sexual. Esta simbología no se relaciona con la unión con Zeus, sino que representa su poder inherente y su conexión con lo femenino sagrado.
El polvo de oro, el azafrán,
el loto, el jacinto, son formas tradicionalmente femeninas de representar a la
deidad. Nosotros escogemos rosas blancas, ampliando la lista según Pausanias, pero son todas formas relacionadas con la sexualidad femenina, no necesariamente con
la unión con su antagónico.
Jean-Pierre Vernant (1979) describe a Hera como una diosa con psicología y carácter propios, lo que se refleja en su historial de persecuciones y venganzas contra los amantes de Zeus y sus hijos ilegítimos. Sin embargo, limitar su interpretación a la de una figura celosa del matrimonio es simplista. Hera no solo actúa como esposa o guardiana del hogar; es también la madre del fuego -al engendrar a Hefesto-, una fuerza elemental y arcaica de creación y destrucción.
Hera es un enigma milenario, cuya verdadera naturaleza ha sido diluida a través de las adaptaciones y sincretismos religiosos. La interpretación que cada heleno haga de ella es válida, pero nuestro consejo es alejarla de las visiones simplistas del matrimonio humano, pues Hera es mucho más: es la madre del fuego, fuerza primordial, es aquella que gobierna con severidad y poder.
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