Ir al contenido principal

Hermes

En la vida atraviesas fronteras, puertas, pasos y caminos de manera constante. Algunos son acompañados por ritos, otros han sido despojados de ellos y se han envuelto de un silencio incómodo. Como cuando se acalla la voz del otro para iniciar una relación sexual.

Muchos de nuestros viajes comienzan con un "hola" o un "adiós" y están tan empapados de tal cotidianidad, que no los reconocerías como tales. Uno de los viajes más imponente probablemente será tu último viaje, en el que ya no hay retorno a la forma que has sido. Y en todos ellos los helenos vieron a Hermes.

Por eso lo hicieron dios de los viajes y relacionado con ellos, de los caminos y el comercio. Por eso hoy hay dos pequeñas alas en muchos logos de compañías de transporte, botas aladas. 
Los dioses no necesitan mensajero ni tienen preferencias por los ladrones ni los mentirosos. La atribución de una personalidad a Hermes es extraña. Se basa en elementos que no ha perdurado. Aleja a los dioses de las formas de “fuerzas naturales” que median y estructuran el universo para asimilarlos mucho más a los humanos. O tal vez se basa en la idea de que nosotros nos parecemos a ellos.

Hermes está cargado de elementos antropomórficos, mucho más que los celos de Hera o las penas de madre de Deméter. Para desnudarlo y tallarlo hasta su forma más original, basta retornar al Hermes psicopompo, ‘guía de almas’. Junto con Hékate, es una de las pocas divinidades que entra y sale del Hades y quien guía a las almas hasta su morada final.

La naturaleza de Hermes no está relacionada únicamente con los masculino, es también femenina. No hace referencia solo a lo físico, es también espiritual. Hermes no es el mar, ni tan siquiera el camino. Es una deidad que remite a un fenómeno que no siempre es visible: la representación de todas las puertas materiales e inmateriales que cruzas en tu vida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adonia: el regreso con Perséfone

La celebración de la Adonia, tal como lo hemos adelantado, consiste en pequeños rituales muy significativos. En primer lugar, un “brindis fúnebre” por la vida que dejamos.  Utilizamos para ello zumo de granada mezclado con alguna bebida alcohólica -preferentemente Ratafía-. La ratafía, hecha con la sangre de la menta -entre otras hierbas silvestres- será nuestro último trago. Se exprime la granada y sus semillas caen y se mezclan con la bebida y se toma de un golpe.  El simbolismo de la semilla de granada -la cual condenó a Perséfone al Hades-, y su consumo se hace en honor al engaño con el que Hades que nos conduce a la muerte.   La granada era una planta con la que se decoraban los monumentos fúnebres. Por eso, posteriormente cogemos una granada entera y sin cortar por persona, velas pequeñas y nos vamos en dirección al cementerio una vez caída la noche. Esa granada que arrojamos será nuestro alimento y reserva para el más allá. Lo ideal es subir a un montículo p...

Adonia, el regreso con Perséfone

La Adonia  es un rito anual de carácter funerario y simbólico que se celebra en honor a Adonis , ligado profundamente al ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. Su representación incluye elementos de despedida y preparación para el más allá , siguiendo tradiciones que datan de la antigua Grecia. Aunque el culto histórico a Adonis tiene raíces orientales , fue ampliamente adoptado en Grecia, especialmente en Atenas, donde se mezclaron los elementos locales con los rituales importados, convirtiéndose en una celebración significativa del calendario religioso. El rito comienza con un " brindis fúnebre ", utilizando zumo de granada , una fruta de connotaciones simbólicas profundas. En textos antiguos como los Himnos Homéricos  se menciona la granada en relación con Perséfone , hija de Deméter , quien al consumir sus semillas quedó condenada al inframundo, lo que da inicio al mito del ciclo estacional y su estadía en el Hades . El zumo, mezclado con ratafía -un licor el...

"El estudiante de Salamanca" por José de Espronceda

     Era más de media noche, antiguas historias cuentan, cuando en sueño y en silencio lóbrego envuelta la tierra, los vivos muertos parecen, los muertos la tumba dejan. Era la hora en que acaso temerosas voces suenan informes, en que se escuchan tácitas pisadas huecas, y pavorosas fantasmas entre las densas tinieblas vagan, y aúllan los perros amedrentados al verlas: En que tal vez la campana de alguna arruinada iglesia da misteriosos sonidos de maldición y anatema, que los sábados convoca a las brujas a su fiesta. El cielo estaba sombrío, no vislumbraba una estrella, silbaba lúgubre el viento, y allá en el aire, cual negras fantasmas, se dibujaban las torres de las iglesias, y del gótico castillo las altísimas almenas, donde canta o reza acaso temeroso el centinela. Todo en fin a media noche reposaba, y tumba era de sus dormidos vivientes la antigua ciudad que riega el Tormes, fecundo río, nombrado de los poetas, la famosa Salamanca, insigne en armas y letras, patria d...